ALONSO DE OJEDA, “el Centauro” ( Torrejoncillo del Rey 1468-Santo Domingo Rep. Dominicana 1515).
NAVEGANTE,
GOBERNADOR Y CONQUISTADOR, SE EMBARCÓ CON COLÓN EN SU SEGUNDO VIAJE A
AMÉRICA, EXPLORÓ VENEZUELA Y FUE MAESTRO DE VIAJEROS COMO PIZARRO, NUÑEZ
DE BALBOA Y HERNÁN CORTÉS.
Cuentan
que fue Cristóbal Colón quien le impuso el sobrenombre de “El Centauro”
cuando le vio lanzarse al ataque, lanza en ristre, en la Batalla de
Jáquimo, la primera del Nuevo Mundo. Cuentan también que una de las
mujeres más fascinantes, inteligentes y deseadas de su tiempo, la
princesa Anacaona, le amó con locura y aseguraba que sus ojos sonreían a
todas horas, sus delicadas facciones atraían de inmediato, y su cuerpo,
perfecto en sus proporciones, parecía ser la muestra del Supremo
Hacedor con vistas al día en que decidiera crear el hombre perfecto.
Porque el único defecto que se le podía achacar a aquel ser inimitable
era que mdía dos cuartas menos de lo que en justicia debería haber
medido, aunque compensaba su pequeña estatura con la fuerza de un toro,
los reflejos de una mangosta, la astucia de un zorro, la resistencia de
un caballo, la impasibilidad de un búho y la valentía de una docena de
tigres.
Y
cuentan, por último, que Isabel la Católica confesó que solo había
experimentado auténtico miedo la mañana que contempló los inconcebibles
equilibrios y divertidas piruetas que un joven realizaba en lo más alto
de la torre de la Iglesia Mayor de Sevilla, a casi 20 metros de altura.
“-¿Quién es tan arriesgado funámbulo”, quiso saber
-No es un funámbulo, Majestad; es ese loco de Cuenca, Alonso de Ojeda, que intenta entreteneros.
-Pues
está consiguiendo aumentar mis preocupaciones al considerar que por mi
culpa pueda malograrse un apuesto galán por el que suspiran mis damas de
compañía…”.
La
Reina, mujer severa y poco dada a frivolidades, manifestó toda su vida
especial debilidad por el osado rapaz que se jugó la vida para llamar su
atención, y más cuando, a lo largo de los años, demostró que su valor
iba muchísimo más allá del mero exhibicionismo”.
Alonso
de Ojeda fue el hombre que, por fidelidad a su patria, renunció a
casarse con Anacaona y a convertirse en rey de los indígenas; fue el
vencedor del temible cacique Canoabó, el Adelantado que dio nombre a
Venezuela; el navegante que dictaminó de modo indiscutible que Colón
había llegado a un continente y no a un archipiélago, y fue, por fin, el
gran maestro de cuantos más tarde conquistarían el Nuevo Mundo.
Considerado
siempre el gran Capitán, el más valiente, honrado e inteligente, fue,
sin embargo, entre sus muchos discípulos, el analfabeto Francisco
Pizarro quien se convirtió en virrey del gigantesco imperio peruano; el
pendenciero Vasco Núñez de Balboa quien abrió el mayor de los océanos a
los ojos del mundo; el mujeriego Hernán Cortés quien conquistó México, y
el soñador Ponce de León, el primero en poner pie en Norteamérica….
Mientras que su líder, aquel al que todos amaban y respetaban, veía cómo
la suerte le dio siempre la espalda para acabar pereciendo de hambre y
abandono. Pidió que sus restos se enterraran a la entrada de una iglesia
con el ruego que quien pisara su tumba rezara una oración por su alma
para que el Señor le perdonara sus muchos pecados.
También
dio noble ejemplo al ser el primero en casarse con una nativa y
bautizar a sus hijos mestizos, por lo que, a mi modo de entender, es el
español más cualificado para aspirar a la gloria. Pero la gloria, como
las palomas, come migajas en manos mugrientas con el fin de ensuciar las
estatuas de los grandes hombres.
Augusto Vázquez-Figueroa.
Imagen de 19Tarrestnom65
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