LA TRICOTOSA DE TORREJONCILLO DEL REY Por Carlos Cuenca Arroyo.
No hace muchas semanas tuve un encuentro casual en la calle, frente a la Ermita de la Soledad, con Rosario Briones y con la Lucía, que conversaban animadamente. La Lucía salía de su casa después de entretenerse un rato, ahora segunda residencia desde que se trasladó a vivir a la Vivienda Tutelada municipal de Torrejoncillo del Rey. Lleva viviendo unos años en este centro de mayores, pero no hay mañana que no recorra el pueblo de parte a parte con su paso lento de achaques, apoyada en un andador con frenos. Un trayecto por delante de casas en su mayoría deshabitadas, que inicia desde el final de la calle Cruz Verde, donde se ubica este apacible centro asistencial extramuros del pueblo, junto a la plaza de los toros y frente al antiguo muladar. Recorrido que atraviesa la plaza de la Constitución y la calle del Viento, hasta el final de la calle Soledad, donde se encuentra su casa de toda la vida, la casa de La Morena.
Fachada actual de la casa de La Morena.
Es una pequeña casa esquinera de dos plantas y la bajocubierta, la buhardilla. Aún mantiene la estructura de arquitectura popular alcarreña. Van quedando pocas en este estilo tradicional tan bien cuidadas y mantenidas en el pueblo. Sí, por el contrario, son muchas las antiguas casas abandonadas, algunas colapsadas que urbanizan los asentamientos de las calles del pueblo de solares con esqueletos estructurales, o colmados de escombros, amontonados, oprobio de los antiguos hogares, como túmulos de vergüenza y desamor1, que proyectan una imagen de urbanismo decadente, problema común de los municipios rurales.
La estructura es de muros de carga, fabricados en mampostería de piedra de yeso tomada con barro y mortero igualmente de yeso y cal tradicional. En este caso, el revoco de la casa de la Lucía no cumple el coloreado estándar de la amplia gama de colores de la arquitectura alcarreña: “desde el azul al añil, a los rojos y ocres rojizos, pasando por los amarillos, anaranjados, ocres amarillentos y llegando a los grises2”, y sí el monocolor de la arquitectura manchega. La fachada reluce totalmente encalada de un blanco cegador a la luz del mediodía, purificador, honradísimo, que resalta las sombras de los aleros, rejas, y cables eléctricos como líneas rectas de tinta china trazadas sobre un papel rugoso de Fabriano, sin mácula.
Los huecos de esta fachada son pocos, al uso de estas construcciones humildes y sencillas, dignas, donde predomina la economía al boato. Un par de ventanucos por planta sin rejería, la puerta principal de acceso al edificio rehabilitada con aluminio lacado en blanco, y una única ventana abalconada a ras de suelo para iluminar la antigua taberna, ésta sí, enrejada, es toda la ornamentación. No sé si estas aperturas mínimas de fachada son para mantener la casa fresca en verano, y cálida y acogedora en el invierno, por esta condición aislante de temperatura y ruido tan excepcional que caracteriza la piedra de yeso tradicional, o para evitar que se escapen del hogar los recuerdos que atesora desde hace casi un siglo, o que se contaminen de voces indeseadas que puedan filtrarse por entre los huecos, y empañe la memoria guardada.
Estampa enmarcada de Santa Lucía, de la casa familiar de la Lucía.
1 Partiendo del hogar. Como ser conservador. Roger Scruton. 2014
2 La arquitectura tradicional de la Alcarria conquense. José García Grinda.
Aquí pasa las mañanas, como si fuese un Centro de Día a la inversa, registrando las sencillas y caóticas estancias de la casa familiar y antigua taberna, igualmente de muros encalados, blanquísimos, adornados con viejos retratos en blanco y negro de “su gente”, estampillas de Santa Lucía, rosarios souvenir de viajes con cuentas brillantes, y vírgenes de Urbanos que resaltan sobre las paredes inmaculadas, como estrellas marianas azuladas.
De aquí a allá, subiendo y bajando la escalera de peldaños irregulares de la modesta casa: de la taberna, hoy salita de estar, a la cámara, otrora habitación de trabajo. La imagino conmovida por la memoria olvidada al descubrir cachivaches envueltos en antiguos periódicos dentro del cajón de alguna cómoda. Abriendo y cerrando las diminutas ventanas para ventilar el pasado que habita la casa, y que no se mustien los recuerdos que se van desprendiendo en la inspección. Pasando el polvo y evitando que los ácaros devoren la memoria de la casa taberna de la Morena; o recolocando alguna ajada cortinilla de color incierto de una alacena, descolgada de puro cansancio de su cáncamo viciado, por la que se escapan los ecos de las acaloradas conversaciones de los clientes de antaño, ebrias de vino, de copones y de dioses.
Dejando pasar la mañana absorta en sus pensamientos y escuchando las voces del pasado, según pinta con paciencia, delicadamente, las láminas de los cuadernillos de mándalas sicodélicas. Celosa del hogar que fue. Manteniendo la casa familiar con la sola presencia de su venerable y lúcida ancianidad.
Bar la Rápida de Torrejoncillo del Rey. Foto del álbum familiar de Lucía
Este cruce de calles, en el límite de lo que serían las huertas del convento franciscano de los Ángeles Custodios: la de la Soledad, Romeral, Vallejo, y Honda, con la Ermita preeminente, conforman una plaza que no es plaza, sólo intuida en el imaginario urbano. Es el antiguo centro neurálgico de reunión de los parroquianos de Torrejoncillo del Rey de postguerra, de los barrios bajos, con las tabernas enfrentadas de Frito y de La Morena, el Bar La Rápida, con la Ermita entre ambos bares, desacralizada entonces y reconvertida en pósito.
Como es sabido, el bar recibe el nombre por la parada en este cruce de calles del autobús de línea La Rápida que desde 1934 efectúa el trayecto Villarejo de Fuentes – Cuenca, a su paso por Torrejoncillo del Rey. Desde finales de los años cincuenta esta ruta se va ampliando con nuevas concesiones del titular, y la línea se alarga desde Socuéllamos a Teruel, y posteriormente a Barcelona3, coincidiendo con la desaforada emigración de los pueblos a las ciudades.
En este punto, en la jovial conversación del encuentro casual, Rosario Briones, Charo, nostálgicamente, recordaba de cuando niña la Lucía confeccionaba jerséis de punto. Cómo en esta casa la tomaba medidas, elegían los colores de los ovillos y los dibujos de los puntos, y en unas horas del tricotado de hilos y hechura, estrenar un bonito jersey de lana, que Charo exhibiría con coquetería de niña, presumida, por el pueblo. No pude evitar sorprenderme por esta labor de tricotado, y descubrir que, de manera cotidiana, entre otras muchas labores, Lucía participaba de la economía familiar tejiendo jerséis.
Recordé las casas familiares y sastrerías que visitaba de pequeño para tomarme medidas, donde no era extraño encontrar en alguna de ellas una máquina tricotadora arrinconada en una pared, como un piano mecánico de agujas de acero, en lugar de anacaradas teclas de marfil, que musicaba una partitura de hilos a cada deslizamiento del carro de encajes.
Me vino a la cabeza una sastrería en Madrid, en una casa baja o pequeño chalé de mi barrio de Hortaleza, en el extremo de un solar empinado junto al colegio público Azorín y frente al bonito parque de Clara Eugenia, descampado donde jugábamos al futbol y espadachines. Hoy creo que en su lugar hay un Mercadona, y anteriormente un taller y concesionario de coches Renault.
Para los curiosos, he localizado en Faceboock4 un fragmento de la película del año de 1961 Siempre es domingo5, del director Fernando Palacios y con los actores María Mahor y José Rubio como principales del reparto. En esta secuencia, ambos protagonistas llegan en un coche descapotable -que conduce precipitadamente José
3 http://www.xaviflorez.org/_empresas/_F_Sial.pdf4 Historias matritenses. https://www.facebook.com/groups/312465008885513/5 https://www.facebook.com/ricardo.marquezr.3/videos/1833997613779446?idorvanity=312465008885513Rubio-, justo a este entorno de mi infancia del que hablo, y se aprecie claramente estas casas bajas, alguna de ellas la sastrería.
Creo identificarla, en una secuencia que fijo, entre las del final, a la derecha, de lo que hoy es la calle de Felipe Herranz. Aquí vive un paisano y amigo del pueblo, José Luis García, Abilio, y muy cerca tiene una de sus zapaterías. Especialmente, al visionar esta parte del metraje, me hizo mucha ilusión descubrir los pisos en construcción de la calle Arzúa, la colonia de viviendas del barrio de ORISA, donde se casaron mis padres y vivimos hasta los primeros ochenta, cuando nos mudamos al otro lado del parque de la Infanta, al barrio vecino de Pinar del Rey, a un piso más moderno, amplio, con gas natural, parqué y ascensor. En la esquina izquierda de otro de los fotogramas se aprecian estos pisos en construcción en el solar de la antigua Huerta de la Salud. Y en el extremo superior destaca la representativa torre de la Iglesia de San Martín de Porres, de la UVA de Hortaleza.
Parque de Clara Eugenia. Barrio de Hortaleza. Madrid. 1958
Otra sastrería que frecuentábamos siendo más mayor, ésta en un local comercial, se encontraba en el barrio de la Prosperidad, cerca de la calle Sánchez Pacheco, donde vivía mi madre de niña con mis tíos y los abuelos María y Pablo, no lejos de los almacenes Saldos Arias de la calle López de Hoyos. Poco más recuerdo de ella, salvo las máquinas de tejer, y los jerséis de colores, azules y rojos. Y los chalecos de lana, ¡ay!
Y claro está, predominante en mis recuerdos, la tejedora en una habitación de la casa de Angelines Martínez Murie en Moratalaz, la mujer de Andrés Novillo, Villajos, donde hemos pasado tantas tardes de juegos mi hermana Susana y la prima Maribel en las visitas obligadas de los domingos a los abuelos paternos. La casualidad de estos párrafos nostálgicos de mi infancia madrileña de la Tricotosa de Torrejoncillo del Rey ha querido que, revisando el álbum familiar de Lucía, encontrara una foto de una jovencísima Angelines, bailando de la mano del cura don Francisco, posiblemente, en unas fiestas del pueblo, junto a otras personas que igualmente no sé identificar, formando el tradicional corro del galopeo.
Angelines bailando en el tradicional corro del galopeo. Foto del álbum familiar de Lucía
Las tejedoras solían estar dispuestas en alguna estancia apartada de la vivienda-taller, repleta de recortes de telas deshilachadas, ovillos de lana desmadejados, un metro de madera o una cinta de costurera desplegada, retorcida de eses, alfileres con bolitas de colores, imperdibles, cajas de bobinas de hilos con todas las tonalidades (con los canutos de cartón, de niños, hacíamos pompas de jabón en la casa de la abuela Dolores, en el mencionado barrio de Moratalaz, hasta que la abuela se enfadaba con nosotros porque humedecíamos y estropeábamos los hilos, y nos daba macarrones huecos para continuar con la tarea infantil de las burbujas tornasoladas), botones de todas las formas, tamaños y colores, como magníficas grageas para sanar todo tipo de dolencias y enfermedades, revistas manoseadas de costura con patrones, figurines, para mí ininteligibles, un maniquí de talle estrecho y busto prominente punzado de agujas enhebradas con restos de hilos…, un caos textil ordenado en una amplia mesa de trabajo, expandido como un universo en creación, que me fascinaba.
Estos recuerdos despertaron un inusitado interés por la faceta tejedora de la Lucía, y por ende del Bar la Rápida y el pasado cotidiano del pueblo alrededor de esta taberna, y decidí, con el teléfono en mano a modo de grabadora de falso plumilla, pasados unos días desde ese encuentro casual, en una calurosa mañana de un sábado del mes julio, abordarla con una entrevista en su habitación de la vivienda tutelada, para satisfacer mi interés de cronista, y un día después en la propia casa de la Morena, para aplacar mi curiosidad.
Los comentarios que Lucía me confesó, relatan este nuevo artículo: La Tricotosa de Torrejoncillo del Rey, que arrastra ásperas y chirriantes erres y jotas metálicas, duras, como aquellos años difíciles de escasez y carencias, de proyectos de vida inciertos e ilusionantes.
Lucía nace en Torrejoncillo del Rey en el día de su santo, un trece de diciembre de 1935, y así, de corrido, enumera su nombre completo:- “Lucía Herranz Alcantarilla. Lucía Herranz Alcantarilla Delgado García. Es quede que era pequeñaja me acuerdo que las maestras decían, con Doña Leonor,que cuando entres en un sitio…, buenos días, buenos días, cómo se llamausted…, decíamos así”.
Es la cuarta de cinco hermanos. El mayor, Casimiro, Molis, aunque todo el mundo le llamaba Arsenio como su padre para mayor turbación mía; Andrea, la hermana que se metió a monja; Mariano, el tercero de los hermanos; la propia Lucía; y el pequeño niño Poli, con prolapso rectal, que moriría tempranamente.
- “La Burraca, me daba aceite en los dedos, y yo le apretaba el culete a mihermano Poli, se lo metía para dentro, y salía corriendo a jugar.”Su padre se llamaba Arsenio, Herranz Delgado como se ha enumerado, de una familia de doce hermanos. Y su madre, María Juana Alcantarilla García. Su abuela era Benita, la Rallonera, con seis hijos paridos. “Mi tío Félix, hacía churros”. “La Benitilla era sobrina de mi abuela…” Me comenta tratando de hacer memoria entre un sinfín de parentescos que se entrelazan y hacen perderme, aturullado, por las imaginarias ramas de árboles genealógicos de un sinnúmero de torrejoncilleros vivos y muertos, como si tejiera, “chas chas”, la saga familiar de Torrejoncillo del Rey en una narración mágica, como las familias de Ardolento en Jándula6 o los Buendía de Macondo7.
Al terminar la guerra civil, su madre Maria Juana y el hermano mayor, Molis, viuda y huérfano, marchan a trabajar a Madrid. En la ruptura, Andrea iría a Córdoba, y los tres pequeños: Mariano, Lucía y Poli, pasarían unos años en la Casa de la Misericordia de Cuenca, en el Puente de San Antón, el antiguo edificio que culmina el Obispo Palafox en 1779, hoy delegación de Agricultura de la Junta de Castilla La Mancha8.
Ilustración 2. Edificio y fachada, con sus puntas en diamante, de la Casa de Recogidas y Misericordia
6 La Península de las casas vacías. David Uclés. 2025
7 Cien años de soledad. Gabriel García Márquez. 1967
8 Casa de Recogidas y Misericordia. Revista Los Ojos de la Tierra. Nº 19. 2022
“Tuvo que dejar sola a mi madre con cuatro hijos y sin más Dios ni más Santamaría”. El padre, Arsenio, según me explica Lucía, fue llamado a filas y separado de la familia en la fratricida guerra civil española -da igual cuál ellas, decimonónicas o contemporáneas, una de tantas en las que los españoles, de vez en cuando, nos gusta pasar las envidias y rencores por las armas, como cabestros de ojos inyectados de sangre-, y muere como consecuencia de las heridas recibidas en la lucha por la toma del Alcázar de Toledo, en 1936.¡Qué cosas! Defendiéndolo, se encontraba mi tío abuelo Gregorio Cuenca Jiménez, guardia civil de 2ª, paisano de Arsenio, frente a frente, como Quintín el de la Raimunda, otro torrejoncillero defensor de la mole militar, tiroteándose no muy lejos del pueblo que los vio nacer, quizás hasta jugaron juntos de niños, o compartieron deseos y proyectos, indolentes al vinculo, dando la vida por ideologías tribales, ajenas al orden natural, “a las tradiciones, costumbres e instituciones9”, desvirtuadas y prostituidas hasta caer en los totalitarismos.
Arsenio Herranz Delgado, padre de la Lucía. Foto del álbum familiar.
9 Cómo ser conservador. Roger Scruton. 2014
María Juana Alcantarilla García, la Morena, madre de la Lucía. Foto del álbum familiar
Maria Juana regresará al pueblo un tiempo después con su hijo Molis, y recupera a la prole acogida en la Casa de la Misericordia de Cuenca. Don José Antonio Balsalobre ofreció trabajo a La Morena y comenzaron a trabajar en las labores del campo y las tareas de subsistencia habituales del pueblo: “vino aquí a trabajar como todas las mujeres del pueblo. Mi madre iba a escardar... a las faenas del campo”. Continúa narrando en su hilillo de voz a la grabadora. “Y la ganadería”, con Casimiro de pastor de las vacas del Juez “de Huete y Carrascosa”. También lo sería del ganado de Timote.
Se instalan en la casa de la calle Soledad. Entonces ya existía el Bar ahí, regentado por un hombre cuyo nombre no es capaz de recuperarlo de su intermitente memoria durante la amena conversación. Desconozco desde cuándo permanecía abierto el negocio.
- “Lo tenía alquilado en mi casa, un hombre que vivía al lado de tu casa -me dice.¿Cómo se llamaba él? -intenta recordar- Y tenía una hija, sólo ¿Cómo sellamaba ella? Era prima hermana de la Alicia.La irrupción de la familia Herranz Alcantarilla, precipita el traslado de la taberna del hombre misterioso bastantes números más arriba, hacia el centro del pueblo, en la misma calle Soledad, por la intervención del juez Don José Antonio Balsalobre que maneja, como sentencias, la distribución de viviendas.De las explicaciones que grabo, concluyo que se trata de la que hoy es la casa de la Lucre, mi vecina. El propietario oculto para la Lucía no es otro que Carlos Prieto, su abuelo. Y la niña, “prima hermana de la Alicia”, evidentemente, su hija la Cleofe, esposa de Sebastián Novillo, el Gafas, primo de mi abuela Dolores, mil veces visto en la foto de la orquestina del pueblo. Las casualidades de la vida han hecho concentrar en este entorno tres bares a lo largo de la historia contemporánea del pueblo: el citado de Carlos, el padre de Cleofe, donde arranca esta historia del Bar La Rápida, el Bar de Moya, y el nuestro, el Bar Ánfora, que aún permanece abierto desde 1996.
Orquestina de Torrejoncillo del Rey. Al violín, de pie con gafas, Sebastián Novillo, esposo de la Cleofe.10
No queda claro por tanto una fecha certera de posesión de la taberna por María Juana. Un documento oficial del Ayuntamiento concede continuidad de licencia de actividad para la taberna en septiembre de 1963, posiblemente por la necesidad de comunicar la actividad con la publicación en 1961 de un nuevo reglamento gubernamental de actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas.
Existe otro documento anterior, este de julio de 1951, sobre un impuesto trimestral de vinos del Ayuntamiento: 125 pesetas al trimestre, 500 pesetas anuales. Tres euros al año en impuesto de alcohol, los eurillos que cuesta hoy una copa de vino tinto corriente en cualquier bar. Resulta infructuosa la búsqueda de otros antecedentes documentales del Bar La Rápida.
10 http://torrejoncilleros.blogspot.com/search?q=orquestina
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