El día 29 de septiembre en Montalbo es el día más importante del año ya que son las fiestas de su patrón, San Miguel. El pueblo se engalana y comienza a latir un poquito más fuerte. Sin embargo, a lo largo de la historia, al igual que nuestro entorno, también ha cambiado el contexto y se han ido haciendo cambios hasta llegar a la fiesta que actualmente tenemos.
Para saber su origen, nos tenemos que remitir a los primeros asentamientos que se conocen en la zona: una comunidad celtíbera que los romanos llamaron vicus y que se asentaron gracias a las riquezas que tenía la zona: terreno fértil, llano y con predominancia de agua en forma de fuentes, pozos y ríos que hacía más fácil la subsistencia permitiendo una cómoda agricultura. A eso se suma la cercanía del monte donde se localizaban pastos para abastecer también a la ganadería. Esto contrasta con la realidad actual pero aún viven las generaciones que nos pueden contar como estos campos se inundaban periódicamente. Ya en el S.XIV, el Infante D. Juan Manuel (1282-1348) habla en el Libro de la Caza sobre esta abundancia en la Tierra de Montalbo aunque hoy, en cambio, la realidad es otra:
“…En el Záncara, …El arroyo de la Torre del Monje…El arroyo de Monreal…la laguna de Voze Gate,…En la laguna de Montalvo desde febrero fasta que se seca…enla laguna et en ese campo contra Çafra.”
Es difícil datar la antigüedad de estas danzas. Diversos profesionales han intentado determinar su origen pero es complicado y no hay una teoría unánime. El antropólogo James Frazer apunta que podrían haber empezado en estos primeros asentamientos para, mediante ritos paganos como puede ser la danza, hacer un llamamiento a la fertilidad de la tierra.
Otra teoría apoyada por buena parte de investigadores, afirman que su origen puede haber derivado de danzas militares provenientes de la civilización griega y más concretamente de los soldados bisoños. Los expertos que se alinean con esta teoría dicen que esto puede explicar que en estas danzas pírricas (1) solo participaran hombres.
Con el paso del tiempo, fueron pasando las religiones que toman las anteriores o las adyacentes y las van interpretando hasta llegar al cristianismo que es cuando se sacralizan y empiezan a celebrarse en todos los pueblos para conmemorar las fiestas patronales. No sin antes pasar por otras etapas las cuales han dejado su impronta como el gorro y los atuendos de colores que tienen reminiscencias árabes o los palos que en su versión original serían armas, más concretamente las espadas que utilizaban en la guerra. Aunque también se piensa que provienen de los primeros agricultores que utilizaban palos para plantar hondas las semillas.
Las fiestas de Montalbo cambian también en fecha y es que antiguamente se celebraban el 8 de enero, antigua fiesta patronal de Montalbo en conmemoración del “Nombre de Jesús”. Sin embargo, aunque no se sabe realmente en qué fecha exacta, pero se empezó a cambiar al 29 de septiembre principalmente por dos razones. La primera es que en enero el clima no era bueno y estaba muy cercano a las fiestas navideñas y reyes lo que provocaba una acumulación de fiestas que no dejaba un respiro. La segunda razón es meramente práctica y es que hacia septiembre coincide con la finalización de las labores agrícolas que proporcionaban un dinero necesario para afrontar la celebración con tranquilidad. A su vez, la hicieron coincidir con San Miguel, patrón del agricultor, para así, darle las gracias por la cosecha y unir definitivamente religión y agricultura.
En cuanto a su transmisión, se hacía de forma oral y aunque tenga una cierta desvirtuación, la danza y la música han sufrido menos alteraciones. No así la letra que se ha ido adaptando completamente a las distintas civilizaciones que ha ido pasando y se ha ido amoldando a la música contando tanto hechos históricos o religiosos conformando una serie de romanzas, oraciones o canciones de moda del tiempo en el que acontecía.
Y llegamos a la actualidad que, aunque estas fiestas se llamen “Fiestas de San Miguel”, el protagonista principal sobre el que se vuelca toda esta devoción y sobre el que gira todo este folklore es el “Jesús de la Columna”. Se puede decir que principalmente hay tres disciplinas que sobresalen por encima de todas y donde se focalizan todos los esfuerzos: la danza, la música y la confección de la vestimenta.
La danza se conforman por 9 personas, más concretamente 8 danzantes y un “Pelusero” que es el encargado de dirigir el baile. Es quien porta la “Pelusa” o “Pelusilla” que es una caña a la que se le anudan unas cuantas cintas de diferentes colores y pelos de rabo de toro, símbolo de fecundidad. Es un puesto rotativo y cada vez le toca a uno. Éste es el encargado al año siguiente de formar el grupo.
Los 8 danzantes que le acompañan portan un par de castañuelas y un par de palos que complementan el baile en distintas fases de la coreografía. Entrevistando a Manuel Pérez Rodríguez — danzante durante varios años de su vida — nos comenta que “no hay un grupo de danza como tal sino que cualquiera del pueblo puede ser danzante” también motivado por alguna ofrenda, promesa familiar o para sanar algún problema que se haya tenido durante el año. La pasión y la energía fluye tanto en la Danza de “La Virgen”, La Pelegrina o en el momento culmen del solemne acto del Credo que según nos cuenta Manuel, “hay que llevarse palos de repuesto” porque en muchas ocasiones, con el fulgor de la danza hasta se han partido y han tenido que ser sustituidos en medio de la danza. La intensidad se puede palpar. Nos cuenta también otra anécdota que demuestra la energía y la pasión con la que se danza: “en una ocasión me pisaron durante el baile. Yo seguí danzando y la consecuencia es que se me cayó la uña y ya no ha vuelto a crecer”. Con la despoblación, esta tradición ha tenido momentos complicados nos comenta que “ese cambio generacional fue complicado” pero nunca se ha quedado sin bando, siempre consiguen sacarlo adelante porque “ser danzante aquí en Montalbo es algo que se siente muy dentro”. Además, el baile hoy en día se puede decir que está vivo ya que se van insertando pequeñas innovaciones sobre todo en las castañuelas. Los partícipes de estas novedades han sido los peluseros que llaman mucho la atención de la gente.
Aunque este baile no sería nada sin la música y el ritmo del tamboril, las castañuelas y los paloteos y las dulzainas. Entrevistando a Víctor Arcos Cuéllar responde un rotundo “todo” cuando le preguntamos qué papel tiene la música en las fiestas de San Miguel en Montalbo. El tamborilero con el golpe que generan las baquetas en su membrana, es quien puede decidir que la ceremonia vaya más deprisa o más despacio en función de la intensidad que requiera el momento. Las castañuelas es el instrumento de percusión símbolo del folclore y la cultura española y que se convierten en acompañantes perfectas para seguir el ritmo chocando esas dos piezas cóncavas de madera. Los palos, acompañantes también de estas danzas, sirven también para crear coreografías mediante su choque entre ellos y entre todos los danzantes que participan. A su vez, estos campos son símbolos del campo recordando a esa herramienta agrícola que se utilizaban antiguamente para plantar. Y por último la dulzaina, instrumento de viento que, junto al tamboril, forman la base de la música de estas fiestas. Es precisamente este último instrumento el que toca Víctor que nos comenta que lleva yendo a las fiestas de Montalbo desde el año 89 ya que él nació allí pero vive desde muy pequeño en Barcelona.
Eso sí, su relación con la dulzaina es más longeva. Ya su padre la tocaba y le transmitió el conocimiento a él que según nos cuenta “cuando siento la dulzaina se me ponen los pelos de punta y me voy para donde está el ruido”. Es un arte que suele transmitirse en toda la familia y este también es su caso. Su padre era trashumante y aprendió de manera autodidacta. Él aprendió también hasta llegar ahora a la jubilación que ha querido dar un paso más y aprender a hacerlas por él mismo. Empezó haciendo la pipa en un día con el único manual de la observación. Un día se dijo: “esto tengo que saber hacerlo yo, tengo que aprender” y siguió “cuando se me rompió una pipa, la destripe, cogí el pie de rey, tomé medidas y probé”. Hay muchas sintonías que se tocan durante las fiestas: “La Pelegrina”, “Los Peludillos”, “La Moza”, “Las Campanas”… y una de las que puede ser más representativa es “A Jesús de la Columna”.
Por último la confección de la vestimenta que aquí entra la mujer como figura más importante. Es un oficio que se aprende de madres a hijas. Para saber más, hemos contactado con Antonia Martínez Bustos. Ella nos comenta que actualmente hace los gorros y que los heredó de su madre Josefa y de su abuela Antonia: “mi abuela lo hacía hace muchísimos años y mi madre ha estado más de 50 años haciéndolo”. Nos comenta que el resto de la ropa también se hace gracias a “las madres, las hermanas, las tías… Todo el mundo sabe”. Antonia, afirma que esta entrevista: “es como un pequeño homenaje a mis padres y a todos los que ya no están”. Su madre, Josefa, fue una pieza muy importante junto con Trini —otra vecina de Montalbo— para que no se perdiese la confección del gorro.
Eran ellas las que mantenían viva esta tradición. Cuando murió su abuela, su madre era muy jóven y no le había dado tiempo a aprender a hacerlos pero gracias a su hermano que era mayor que ella y había visto a su abuela hacerlo, confeccionaron entre los dos un gorro para un pelusero que se lo pidió expresamente. Fue su hermano quien le dijo “vamos a hacerlo entre los dos”. Y a partir de ahí es su madre quien tomó las riendas y no dejó que se perdiera esta tradición, la que continúa Antonia con orgullo. Su madre murió hace 8 años y con todas las personas que hemos hablado en Montalbo nos comentan que le tenían un gran cariño. Ella ha hecho los gorros a generaciones y generaciones. Tanto es así que ella los llamaba siempre “mis danzantes”. Falleció en agosto y al ser la fiesta a finales de septiembre, ese año todos los danzantes cambiaron la ruta y fueron a casa donde vivía Josefa y en un gesto de agradecimiento, ofrecieron los gorros en su puerta resultando un momento muy emotivo y único. Pero no sólo se confeccionaban los gorros sino también los pantalones, que tienen una puntilla abajo y una goma que les hace que sean cómodos para la danza. También las calcetas blancas confeccionadas con la técnica de croché con patrones de media espiga. Y unos elementos muy curiosos que acompañan a las castañuelas: los madroños. Hechos a mano con esta técnica de ganchillo.
Todo eso junto con las cintas tanto en hombros, codos y las que van cruzadas, hacen que las fiestas de San Miguel sean una explosión de color que hace que Montalbo siga latiendo.
Fuente: losojos.es
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