A todos los pastores y sus mujeres, zagales, y “rochanos”, de
Torrejoncillo del Rey LA CASILLA DE CUCHILLEJA, Y UNA REVELACIÓN
El término municipal de
Torrejoncillo del Rey es rico en lo que se denomina arquitectura auxiliar
tradicional, y muy especialmente en la agropecuaria: casillas, chozos, cucos,
corrales, rediles, apriscos, parideras, establos, pajares, casas y aldeas de labor…,
como no podría ser de otra manera, siendo como es, desde su formación con la
repoblación durante la Reconquista, incluso muy anterior, un pueblo tan apegado
a la tierra, donde la agricultura y la ganadería fueron el motor principal de
la economía local, y comarcal desde tiempos inmemoriales, con alguna que otra
pequeña industria, pero sin duda vinculada a este sector primario.
Cada actividad con su
particularísima arquitectura, como los molinos hidráulicos para molienda de
grano o para la fabricación de lanas, y, más contemporáneos, para la producción
eléctrica; u otras como la almazara y la fábrica de harinas, o bodegas para autoconsumo
en las cuevas de vino de la gran parte de las antiguas viviendas del pueblo
-también contribuían a la economía doméstica para el almacenamiento de aceite,
o la fabricación del queso- coexistentes también con un puñado de las típicas
cuevas-bodegas horadadas en el barrio de San Ramón y en otros barrios y
arrabales, como las que tan abundantemente cuentan los pueblos de la Alcarria.
Importantísimo bienes
culturales inmuebles de esta popular arquitectura auxiliar existente en el
pueblo, un entramado de pequeñas industrias familiares, que eran la base de la
actividad economía de subsistencia del municipio, hoy diríamos que microempresas
sostenibles, y no sólo esta importancia por los numerosísimos y variados
elementos que salpican todo el término, tanto urbanos como rústicos, sino por
su incuestionable valor histórico y etnográfico, y que lamentablemente, la gran
mayoría de ellos, sin actividad alguna y en situación de abandono, se
encuentran en estado de ruina, cuando no hundidos, irremediablemente, o
desaparecidos para siempre del acervo torrejoncillero, y aun peor,
prácticamente extinguidos de la memoria de un pueblo.
El pasado junio de 2023, todavía con “la resaca” de
mi relato, Torrejoncillo del Rey. Un pueblo de Aljez, escrito en la primavera
del año anterior (https://elpuntaldelasanimas.blogspot.com/),
asistí a un seminario de los cursos de verano de la UCLM desarrollado en la
Escuela Politécnica de Cuenca y en la Posada San José de la ciudad, con el
título El Yeso tradicional en la rehabilitación del Patrimonio Cultural. El
conjunto histórico de Cuenca: situación actual, retos y posibilidades para su
recuperación.
En el seminario, entretenidísimo, coincidí con el profesor D. Emilio Guadalajara Guadalajara, conquense natural de Cañada del Hoyo, bien conocido por los torrejoncilleros, pues ha formado parte de numerosos proyectos de lapis specularis, con demostraciones y talleres sobre el yeso especular y su manejos y usos, tanto en la propia Mina de La Mora Encantada, como en la Casa de Cultura municipal.
Profesor Emilio Guadalajara Guadalajara. (Foto: Ociocuenca.es)
El polifacético profesor, ahora
jubilado, participaba en el Seminario con una exposición, maquetas, y videos
sobre el yeso tradicional. En uno de los descansos de la Jornada, visionado
junto a él uno de sus videos presentado: De Yeso, me trasladaba su fascinación
por “¡la mejor paridera que había visto!”
Mi asombro fue mayúsculo cuando
comprobé que el edificio que mostraba y describían las imágenes, y que con
tanta pasión me hablaba, se trataba nada más y nada menos que de la Casilla de
Cuchilleja, situada junto a la Vereda, en el confín del término municipal de
Torrejoncillo del Rey, al suroeste, antes de adentrarse en las meridionales
tierras del sesmo del Campo del antiguo alfoz de Huete; y que se mostraba como
ejemplo de una típica construcción auxiliar agropecuaria de arquitectura
popular en yeso tradicional a todos los asistentes al Semanario, a través de la
proyección de su video.
Casilla de
Cuchilleja, junto a la Cañada Real de Jábaga, Ramal nº 4 de Collado Rubio
Dejo al pie de este articulo el
enlace de su video, recomendado su visionado, no sólo para los interesados en
la arquitectura tradicional, sino para los propios del lugar, con la esperanza
que despierte conciencias del incuestionable valor patrimonial que poseemos,
con la existencia de estas últimas edificaciones ganaderas y agrarias. Tiene el
maestro multitud de videos interesantísimos igualmente, que, a un simple “clic”
de YouTube, están al alcance de manera rápida y sencilla de obtener.
En este video, De Yeso, también podremos ver la Casa
de Quintanares junto a otros ejemplos arquitectónicos, ubicada en el paraje que
lleva su nombre, junto al río Gigüela, en el Camino de la Madre de Dios, a unos
2,5 km de la Ermita de Urbanos. Una muestra más de este abundante patrimonio
con el que cuenta Torrejoncillo, tan olvidado y menospreciado.
Casa de Quintanares
Recordaba vagamente esta singular Casilla. Pudiera ser
visitada por última vez cuando niño, de cuando acompañaba en los atardeceres
tórridos del verano a mi padre, Sebastián Cuenca, a la pesca de extinto
cangrejo autóctono en el río de Las Lagunas en el Puente de Cuchilleja, o del Torrejón,
o por aquellos parajes desolados del término, aguas arriba, ya de la Mancha
Alta. La mayoría de las veces nos acercábamos los dos por el Camino de Urbanos
montados en el duro Vespino, el modelo clásico NL, de color azul, y toda la aparamenta
de pesca a la espalda.
Depositadas espaciadamente la
decena de reteles a lo largo del lecho del río, la mayor de las veces vareando
el carrizo para su acomodo, tras un tiempo de espera que a mí se me hacía
interminable y aburrido, en silencio, pues los cangrejos tiene un gran sentido
del oído, sacaba del exhausto arroyo, en un rápido y silencioso tirón de la
cuerda del retel con su mano izquierda y ayudado con la larga y fina horquilla
en su mano derecha, sujeta firme y con un fino movimiento, lamparillas cargadas
de cangrejos rebozados en cieno, previa y abundantemente cebadas con restos de mondongos
de la carnicería de la tía Vitoria -¡con qué cariño trataba siempre a su
sobrino Sebas!
Inmediato, con la lamparilla
depositada en el suelo cuidadosamente, iba midiendo la longitud reglamentaria
con un cigarrillo de Fortuna, devolviendo al río el crustáceo menor para evitar
la posible sanción de la Guardia Civil, mientras, yo, espantando a manotazos
tábanos y mosquitos, llenaba el húmedo y fresco talego con la pesca apta,
fascinado por estos movimientos artesanos que mi padre realizaba con tanta
indiferencia, con sus modernas gafas de sol, de aviador verdes que verano tras
verano perdía en las riberas de estos míseros ríos -lo que no perdería nunca
era su sonrisa, limpia y sincera-, no sin sentir cierta repugnancia por el
desagradable olor de las vísceras podridas para el cebo y del légamo removido
del río y que a mí me descomponían las tripas, evitando las amenazantes pinzas
de estos cangrejos españoles, y sus rápidos movimientos espasmódicos de las
colas, en un último intento, vano, de huida desesperada.
Sin dudarlo, después del
Seminario de la UCLM, apenas unas semanas después, volví de buena mañana en el
mes de julio a la Casilla de Cuchilleja, con estos felices recuerdos que
pululaban en mi cabeza según avanzaba por la Vereda en su busca.
No mentía Emilio, ni exageraba con su exaltado
apasionamiento sobre este antiguo edificio. La verdad que se trata de una
instalación ganadera magnífica, interesantísima no sólo desde el punto de vista
arquitectónico, claro ejemplo de construcción popular, tan típica en nuestra
comarca como vengo insistiendo, sino por el enclave en el que se encuentra, en
plena Cañada Real de Jábaga, el ramal nº 4 de Collado Rubio de la Cañada Real
Conquense, a la que luego volveré, con toda la intrahistoria que este elemento
modélico de la ganadería ovina lanar, emplazado en la vía trashumante, acumula.
Recomiendo, evidentemente, la
visita cuidadosa a la cabal Casilla de Cuchilleja, como a otros muchos
estimables chozos y corrales ganaderos supervivientes de Torrejoncillo del Rey,
igual de interesantes desde este punto de vista arquitectónico, agropecuario, y
etnográfico, de incuestionable valor patrimonial, de los que seguidamente
hablaré.
Circundarla despacio, parándose
para observar sus detalles, o adentrase en su interior, mientras aun permanezca
en pie, y con un poco de imaginación y empatía, es volver al pasado de la
antigua y dura vida rural, al mundo pastoril de tiempo inmemorial, aquélla
labor sempiterna, hasta no hace muchos años aun sobreviviente, hasta su
desarraigo tras las grandes migraciones de los años 50 y 60 a las capitales,
donde hoy cohabita su alma olvidada y solitaria entre extensos parques solares
fotovoltaicos, enormes y altísimos aerogeneradores eólicos, y largas líneas
eléctricas de media tensión que se pierden lejanísimas entre los cerros o las
llanuras deshabitadas para el suministro energético a las grandes ciudades y el
disfrute de los urbanitas y sus locos cacharros eléctricos, con su alegre
consumo desaforado y reivindicativo.
Sobre las líneas y molinos eólicos, destelladas por el
resplandor de los nuevos pantanos especulares, las grullas, con sus graznidos y
coreografías marciales, sobrevuelan indiferentes estas colosales instalaciones
energéticas en sus migraciones trashumantes, ajenas al mundo antiguo que se
perdió.
Casilla de
Cuchilleja. Entrada y fachada noroeste, a Cañada Real.
La Casilla, todavía en pie a
pesar de las amenazadoras grietas de alguna de sus cuatro paredes, reventadas,
y resistiendo sin saber el porqué de su lucha, como un último hálito del alma
de estas viejas rocas de antiguos minerales, es de construcción en mampostería
de piedra caliza recibida con mortero, con alguna reforma con material
contemporáneo: ladrillos perforados y mortero de cemento. Su planta es
rectangular, con unas dimensiones de 15 m de largo por 5 m de ancha, orientada
de noreste a suroeste, y con su entrada encarada a la Vereda.
Exhibe ya evidentes muestras de
agotamiento, disgregándose lentamente sus paramentos, donde su espalda ha
sucumbido tras el paso de los años y la falta de rehabilitación. La sección
podría ser de arco catenario, con la cubierta de tipo bóveda de cañón apuntada.
Parecería una antigua pirámide egipcia saqueada, a la espera del reconocimiento
arqueológico que no llega, indiferente al valor que contiene.
Estado de la espalda de la Casilla.
Su interior, partido por
tabiques igualmente de mampostería de piedra y mortero, se divide en cinco
estancias. La primera junto a la entrada, a modo de zaguán, tiene la longitud
exacta de dos bancos corridos de no más de metro y medio de longitud, uno a cada
lado de la pequeña estancia, sin duda para el descanso y refugio de los
pastores. A continuación de ésta, comunicadas entre sí, otras tres salas
alineadas.
La segunda, igualmente pequeña y estrecha, sin mucha
longitud, está diáfana y sin restos de otros elementos auxiliares: banco,
pesebres, hornacinas… La divisoria con la siguiente sala, la tercera, es una
chimenea, centrada, con hueco a cubierta para la salida de humos del fuego que
usarían los pastores para calentar la choza y cocinar; y las dos contiguas
previsiblemente usada como paridera y estabulación. Dos de las salas
intermedias, la tercera y cuarta, cuentan con aberturas laterales de acceso al
antiguo corral. La quinta zona de esta alineación de habitaciones ha sucumbido,
como una ficha de dominó.
Casilla de Cuchilleja. Fachada sureste, al corral.
De su corral, situado en el
lateral sur de la casilla ocupando el recinto improductivo catastral de la
parcela, prácticamente en su totalidad destinada a labor de cereal secano, que
ocupa este conjunto arquitectónico, presionado por la roturación irrespetuosa,
apenas quedan vestigios de los cimientos de los muros de cierre, construidos en
piedra seca, no más de 1.5 m de altura tendrían, la justa para la protección de
las rachas de viento y seguridad del ganado.
En este espacio no quedan
restos de pesebres, tornajos, pajares o cualquier otra instalación que pudiera
completar este corral para su actividad ganadera. También desconozco la posible
existencia de algún antiguo pozo o abrevadero. Bien es verdad que la Casilla se
encuentra muy próxima al río de Las Lagunas, así como al Manantial de Paleros,
al norte, a tiro de piedra del río de Vegaseca.
Antes de acercarnos hasta el manantial, frente a la
Casilla, al otro lado de la Vereda, tropezamos, como un túmulo, apostado a
media ladera de una leve loma, a resguardo de los vientos del oeste o poniente,
mimetizado con el terreno, el antiguo Chozo “Casilla del Tío Cándido”, del que
apenas quedan restos, tanto de este chozo como del que fue su corral, y con el
que cerraré junto con la “Casilla del Tío Vicente”, en la Sinforosa, la ruta
senderista.
Detalle de la Casilla de Cuchilleja con los accesos y corral.
El emplazamiento de la Casilla
es realmente estratégico. Parecería una antigua estación de ferrocarril, un
apeadero de la trashumancia para el descanso de viajantes: pastores y
agricultores, mientras el ganado lanar apacentaría y abrevaría en “una gran
extensión de terreno erial que existía en este sitio para que la ganadería
descansase al paso por esta Vereda o Cañada Real”, tal y como atestiguan los
escritos.
Se encuentra en el límite del
término, junto al rio de Las Lagunas al sur, próximo al puente citado, que
recoge las aguas del río Torrejón desde Las Juntas, paraje al otro lado de la
Vereda donde se aúnan otros cursos de agua discontinuos, igualmente penosos y
pobres desde un punto de vista hidrológico, pues a apenas mantienen un mínimo
caudal de manera constante a lo largo del año: el Río de la Vega Seca que llega
desde Loranca del Campo y Olmedilla, y el Río Valdejudíos que riega los valles
de Valparaíso.
Juntos, en exhausto caudal, forman el Torrejón, que al
cortar la Vereda toma el nombre de Las Lagunas o Launas, atravesando meseta
hasta su desembocadura en el Río Gigüela, nuestro gran río, en el despoblado de
las Villas Viejas, perteneciente al término municipal de Huete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario