El miedo al virus, la economía y el teletrabajo impulsan el éxodo hacia zonas rurales. Alberto de Isidro Alvares ha dejado todo atrás para irse a vivir a su pueblo, Carrascosa del Campo
En pocos días, Alberto empezará a despojar la tierra de maleza y a allanar el terreno para preparar el huerto igual que lo hacía su abuelo cada febrero. Es su forma de recordarle. Le encanta su pueblo, la capital del reino, como él lo llama cariñosamente cuando habla con sus amigos. Carrascosa del Campo (Cuenca) dejó de ser su lugar de disfrute durante los fines de semana y los veranos para convertirse en su hogar. El 12 de marzo de 2020, tres días antes de que entrara en vigor el estado de alarma en España, hizo la maleta y se fue a casa de su abuela Maruja. La pandemia fue la coartada perfecta para alcanzar una de las mayores ilusiones de su vida, la de vivir en su pueblo. Su testimonio es un luminoso halo de esperanza en la lucha contra la despoblación.
Dedicado a Concepción y Maruja
A los 12 años, Alberto de Isidro Alvares tenía claras sus preferencias: ser futbolista y vivir en Carrascosa del Campo. Nació en Madrid y creció a trescientos metros del Wanda Metropolitano, pero su corazón anhelaba el pueblo, la gran pasión de su vida. Los fines de semana y las vacaciones solía pasarlas entre Torrejoncillo del Rey, el pueblo de su padre, y Carrascosa, el de su madre. “Los primeros recuerdos de mi niñez son en el corral con mi abuelo. Tenía una carnicería en el pueblo y yo solía acompañarle a comprar corderos en la furgoneta. También me iba con él al campo para ver cómo araba con el tractor. Disfrutar de todo eso fue una auténtica fortuna”, rememora.
Lo único que echa en falta de Madrid es a su familia: Sus padres, Raquel y Benja, y su abuela Concepción. “He pasado de vivir con ellos todos los días a no verlos. Mi abuela es mi gran tesoro y su llama se va apagando. Mi hermana Almudena también vive en la ciudad y hace dos semanas me ha convertido en tío. Ellos saben lo mucho que me apasiona el pueblo, así que me apoyaron en mi decisión de vivir en el pueblo desde el primer momento”, comenta. Sus amigos de Madrid “flipan” con el giro que Alberto ha dado a su vida y aseguran sentir cierta envidia por la valentía de dejarlo todo atrás para vivir en un pueblo de alrededor de cuatrocientos habitantes. “Algunos amigos ya han venido a visitarme y otros tienen pensado hacerlo pronto. Para ellos, Carrascosa es la capital del reino”, dice entre risas.
Hay dos épocas del año en las que Alberto disfruta especialmente de su pueblo. La primera es la estación primaveral. “En abril el campo está espectacular, bellísimo”. La otra comienza en octubre: “Marca el inicio del otoño y el invierno y a mí me encanta el invierno. La tranquilidad vuelve al pueblo después del trasiego de veraneantes. Me considero muy sociable, pero me encanta la calma del pueblo durante los meses de más frío”.
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