El día 27 de mayo de 2000, Camilo José Cela y Raúl del Pozo almorzaron en el Bar de Naharros. Cuando el dueño del mítico establecimiento hostelero, Gerardo Serrano Medina, vio a don Camilo, se quedó “de piedra”. “Un Nobel en mi bar”, pensó. Después de un copioso almuerzo y antes de que se marcharan, regaló cuatro panes de pueblo a cada uno. “Muchas gracias majete”, le dijo el Nobel de Literatura con su particular e inconfundible tono de voz. Gerardo todavía se lamenta por no haber acertado a encontrar ningún libro suyo de entre los miles que alberga su biblioteca para que se lo firmara.
A Gerardo sólo le faltó nacer en el bar de Naharros para que toda su existencia transcurriera allí, cabalgando entre las mesas cuando era un niño, echando una mano a sus padres en la adolescencia y tras la barra siendo ya un adulto. Toda una vida dedicada a la hostelería. Sus padres, Federico y Marta, emigraron a Bélgica para trabajar y en 1976, cuando reunieron los ahorros necesarios, regresaron a su pueblo y compraron el bar a Pedro y Carmen, los primeros propietarios. “Empezó siendo un bar de camioneros de los que tomaban café, copa y puro”, rememora Gerardo. Por aquel entonces, la N-400 era la principal arteria que conectaba la capital conquense con Madrid y con gran parte de la provincia y el tráfico era intenso. “El bar era casi una ONG”, dice entre risas. Había comedor y se alquilaban habitaciones. En 1991 se casó con Almudena y su padre le cedió el negocio familiar. Treinta años después, el bar ha cambiado -no ofrecen habitaciones y tampoco hay comedor-, pero se mantiene fiel a sus raíces.
¿Cascos o Bono?
El punto de inflexión fue la construcción de la A-40. El entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, fue el encargado de colocar la primera piedra de la infraestructura entre Naharros y Villar del Horno, pero antes hizo parada en el bar de Gerardo. “Al bajarse del coche oficial, la encargada de la gasolinera fue corriendo hasta él y le soltó: ¡Ay, qué alegría señor Bono!, ¿quiere usted un café?”, narra Gerardo. A lo que Cascos respondió jocoso: “Me has matado”.
A las obras de la autovía les siguieron las del AVE y el bar no sufrió la pérdida de clientes, sino todo lo contrario. “Las construcciones continuaron muchos años más y podemos decir que hemos recibido hasta tres generaciones distintas de clientes: primero fueron los abuelos, luego los hijos y ahora los nietos. El colesterol es adictivo, es la droga de los pobres”, dice con sorna. El plato más demandado en el bar de Gerardo y Almudena son las costillas con huevos fritos. La carta también incluye chorizos y morcillas con patatas fritas, entre muchos otros platos combinados y bocadillos o montados. Las ensaladas no llevan lechuga. “Lo contrario significaría bajar mucho nuestro caché”, argumenta. Tan sólo tomate, cebolla y atún, la ensalada de toda la vida de nuestros pueblos. Almudena es la cocinera. “Ella es el timón del barco. La que madruga más que nadie y la última que sale del bar”.
El bar de Naharros ha permanecido cerrado nueve meses por la pandemia. “Han sido las mejores vacaciones de nuestra vida, pero también hemos echado de menos a nuestros clientes”, reconoce Gerardo. A lo largo de la vida del bar han sido numerosos los rostros conocidos que han pasado por allí. Uno de ellos fue Enrique San Francisco, quien “casi se baja del coche en marcha y salta a la barra para pedir un tercio”. El actor y humorista se dirigía a Cuenca para actuar en el Auditorio y a unos pocos kilómetros para llegar, paró junto a su equipo para recobrar fuerzas tras el viaje. “Se machacó una caja de tercios y se llevó aceite y chorizos de jabalí”. Gerardo le recuerda “muy llano y cercano con todo el mundo”.
Coll, Perales y Trueba
Entre los clientes más conocidos que han hecho un alto en el camino en su bar también se encuentran José Luis Coll, que solía llevarse queso fresco de la tienda, y José Luis Perales. “Javier Bardem hizo una breve parada para comprar una coca-cola y Gabino Diego llegó al bar en bermudas de cuadros y con un perro sabueso. Fernando Trueba también comió aquí en una jornada en la que vino a visitar unas minas de lapis specularis”, recuerda Gerardo.
Más sonadas fueron las palabras pronunciadas por Fernando Domínguez, un motorista conquense en el Dakar, cuando al recibir el avituallamiento en un país árabe, se acordó del bar de Naharros y de sus platos: “Tengo unas ganas de que esto termine para ir a comerme unos chorizos a Naharros…”.
El popular presentador Quico Taronjí protagonizó otra de las visitas más recordadas en el bar de Gerardo y Almudena. “Llegó en moto por la mañana y nos anunció que vendría a comer. Al final, casi lo tuvimos que sacar arrastras del bar. Le encantó nuestro vino y nuestro queso curado y terminó invitando a un grupo de albañiles”, cuenta Gerardo. Otro conocido periodista, Antonio Pérez Henares “Chani”, es un habitual del bar. Comparte con Gerardo la pasión por la historia y cuando se ven se enfrascan en interesantes conversaciones culturales.
La última visita del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, coincidió con el Día de los Inocentes. Haciendo uso de su habitual sentido del humor, Gerardo publicó en su cuenta de Facebook la visita del presidente y también una inocentada en la que se informaba sobre el paro de un tren de alta velocidad a la altura de Horcajada de la Torre relacionado con la inesperada acción de un viajero que había tirado del freno de mano. “La mayoría de la gente creyó que la inocentada había sido la visita de Page y, en cambio, no dudaron sobre el paro del tren”, relata.
Preguntamos a Gerardo qué ocurrirá el día que Almudena y él decidan cerrar el bar. “Aquí me criaron a mí y aquí hemos criado a nuestros hijos. Quién sabe qué va a ser de nosotros mañana, pero si me preguntas creo que la vida del bar se acaba con nosotros”, dice con cierta nostalgia.
Fuente: eldiadigital.es
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