martes, 31 de marzo de 2020

Fallece el sacerdote alcarreño Jesús Jarabo

Fue profesor en el Seminario de Uclés y párroco de localidades como Caracenilla, Torrejoncillo y Bonilla. Ahora era confesor en la Parroquia de San Esteban de la capital


Este martes ha fallecido en la Casa Sacerdotal de la Diócesis de Cuenca el sacerdote Jesús Jarabo, que actualmente estaba adscrito a la Parroquia de San Esteban de la capital conquense, donde ejercía como confesor.
De 86 años de edad, era natural de la pedanía optense de Caracenilla. Fue párroco de su localidad natal y de otros pueblos conquenses como Verdelpino de Huete, Bonilla, Torrejoncillo y Uclés. También trabajó como profesor del Seminario Menor en el Monasterio ucleseño. Antes, durante décadas, fue misionero en Argentina.
Amigos y fieles que lo conocían destacan su sencillez y capacidad de trabajo y su labor como director espiritual «acercando a muchas personas hasta Dios».
Tal como era su deseo será incinerado y enterrado junto a sus padres en la ermita de su pueblo natal.



Fue durante años párroco de la localidad de Uclés donde ejerció de profesor en el Seminario Menor Santiago Apóstol donde dejó su impronta en centenares de alumnos que hoy lamentan su perdida



Las víctimas de la pandemia de coronavirus nos dejan cada día tristes despedidas. En esta ocasión nos lamentamos por el fallecimiento de don Jesús Jarabo, sacerdote de la parroquia de San Esteban en Cuenca donde nos ha dejado a los 86 años de edad.
El entierro tendrá lugar en su localidad natal, Caracenilla, de la que siempre presumió en vida y que ahora será el lugar del eterno descanso de sus restos. Y aunque las circunstancias impiden poder acompañarle en su despedida, llegarán días en los que será obligada la visita a este pueblo y la ermita de la que tanto nos habló.

Durante muchos años fue párroco en la localidad de Uclés donde ejerció de profesor en el Seminario Menor Santiago Apóstol donde muchos tuvimos la suerte de conocerle y nos instruyó en los primeros pasos en latín.

Siempre recordaré sus clases subido a la tarima de madera, con el pequeño libro de latín en las manos, las gafas en la otra y la mirada fija en el infinito. Y por encima de las lecciones de latín, sobresalía las lecciones de vida que nos enseñó. Con genio pero cercano, serio pero siempre de buen  humor, dispuesto a escuchar y ayudar en lo que fuera menester. En palabras de otro sacerdote que tuvimos la suerte de conocer, don Francisco Múñoz, era  “un santo disfrazado de cura guasón”.

Hoy la tierra pierde un gran sacerdote, un maestro ejemplar y una bellísima persona. Hoy el cielo recupera uno de sus ángeles.

Desde el cielo seguirá haciendo lo que hizo aquí toda su vida, velar por los que más lo necesitan y rezar por todos, como demuestra el vídeo que tan sólo hace unos días grababa en San Esteban dirigido a los fieles.

Descansa en paz, 'magister'.



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