John Cooper se encontraba en plena misión de rescate. El alpinista tuvo la desdicha de encontrarse en la Patagonia, en pleno Monte Fitz Roy, cuando una pareja checa y otra brasileña se encontraron con uno de los conocidos cambios bruscos de tiempo. Ni una ni otra pareja tuvo tiempo para reaccionar, si bien uno de los checos sí llegó al campamento base para alertar de la situación. Rápidamente, Cooper y el resto de escaladores estadounidenses se organizaron para realizar un operativo en su búsqueda, aun a sabiendas de la dificultad de encontrarles con vida. Pero en la montaña siempre hay solidaridad.
Esta misión comenzó el 21 de enero a las 23 horas, en plena noche, y estaba formada por 19 personas. Divididos en grupos, Cooper comandaba un grupo de seis alpinistas de su misma nacionalidad. Tras una hora andando con los crampones puestos, empezaron a ubir la montaña, en la que tienen 30 metros por un camino hasta alcanzar una repisa que posteriormente hay que bajar. En ese momento, llega una nueva desgracia. Una ráfaga de aire provoca que Stephen Douglas pierda el equilibrio y vuele, literalmente. Su cuerpo pasa por encima de Cooper y va rebotando durante 30 metros por las afiladas rocas, hasta caer en un glaciar. Rápidamente, Cooper, bombero de profesión, se dispone a rapelar hasta llegar a su encuentro, temiendo por su vida. Por fortuna, Douglas todavía respira, aunque está dentro del agua helada, con el cuerpo totalmente destrozado. Al alcanzarle, Cooper le saca raudo del agua, le coloca dos plumas para controlarle la hipotermia que presenta su compañero (ya con los labios morados) y empieza a ver sus heridas. Douglas es incapaz de moverse, se ha roto varias costillas, tiene diversas fracturas y especialmente preocupante es su tobillo, que está destrozado por completo.
El tiempo corre. Cooper le sube por la repisa como si de su material se tratara. El resto de compañeros, hasta entonces sorprendidos por la rapidez de los hechos, ayudan a su traslado a una improvisada tienda de campaña. Las temperaturas son de cinco grados bajo cero, pero el gélido viento hace que la sensación térmica sea aún más baja. Los primeros auxilios los da Cooper, cuyo botiquín dispone de los mejores medicamentos, e incluso dispone de morfina para calmar los dolores. Ahí ya llaman a la doctora que se encuentra en el campamento base, que moviliza a diez chicos para que rescaten a Douglas con una camilla, pero por la orografía del lugar no llega hasta las 8 de la mañana. Aun así, Douglas no llegará a un hospital hasta las 15 horas, donde es operado de urgencias y se visualiza la tremenda lesión en el tobillo que incluso hace temer con la amputación del pie, también un neumotórax y un codo abierto.
Todo lo que acaban de leer es totalmente real, a excepción de los nombres y nacionalidades. Suena heroico, ¿verdad? Ahora sustituyan a Stephen Douglas por Jesús Gutiérrez Rey y a John Cooper por el palomareño Pedro Cifuentes. Ellos son los protagonistas de esta historia que no tuvo un buen final para el checo ni para la pareja brasileña desaparecida, puesto que los tres fallecieron. Y a punto estuvo de hacerlo Jesús Gutiérrez Rey, que en su afán por ayudar estuvo cerca de morir. A su lado estuvo un ángel, un Pedro Cifuentes que llegó hasta la Patagonia con la intención de acometer la Travesía al Monte Fitz-Roy y que los hechos le obligaron a dejar de lado su desafío.
El palomareño estuvo en todo momento acompañando a su amigo en el Hospital. “He pasado 35 días allí”, reconoce tras volver a Cuenca. Hace un mes que regresó a la capital conquense, concretamente el 10 de marzo, pero llegó tan débil que tuvo que ir directo a Urgencias del Hospital Virgen de la Luz, pasando dos días. “En la Patagonia ya me encontraba raro, se me quitó el hambre. Al volver estaba empapado en sudor, con paranoias y 40 grados de fiebre”, recuerda. Pero en cuanto le quisieron trasladar a planta, decidió irse a casa a continuar su recuperación.
Lamenta todo lo que ha vivido, pero tiene una lectura clara. “La gente está perdiendo el respeto a la montaña, no saben dónde van. No se dan cuenta que la montaña en La Patagonia cambia mucho. Tampoco están preparados para retirarse”, relata. Y tiene un consejo que no por obvio es menos útil. “Si hace mal tiempo, bájate. Espérate y estarás vivo. Cualquier otra cosa es inmolarte”, manifiesta.
Por su profesión ha vivido situaciones de máximo peligro. Estuvo en los atentados del 11M, por ejemplo. También en el incendio del Windsor. Su lugar de trabajo (parque Manuel Becerra) es el parque que más emergencias atiende de toda Europa. Reconoce que esas vivencias le han ayudado a la hora de rescatar a Jesús. “Estoy acostumbrado a trabajar bajo presión, a saber qué pasos dar para ayudar”. Pero en las varias veces que ha acudido a la Patagonia, no recuerda tantos accidentes seguidos. “La montaña es peligrosa, especialmente la Patagonia. Esta vez nos ha puesto en nuestro sitio. Hay que tenerlo muy presente, en un segundo te cambia la vida”, lamenta. Palabra de héroe.
Fuente: eldeporteconquense.com
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