Este pequeño relato ilustra como podia ser la vida en nuestras tieras en épocas romanas.
Fuente www.celtiberia.net
Tito livio, en su relato de la campaña de Sempronio Graco, nos ha dejado un precioso retrato de las tierras celtibéricas.
La
relación de los primitivos pobladores con las legiones romanas tenía
cierta semejanza a la que más tarde tuvieron los guerrilleros con los
soldados de Napoleón; rebeldía áspera desordenada y demasiado directa,
por una parte; actitup burlona, no exenta de simpatía, por parte de los
legionarios. Estos eran plenamente conscientes de su superioridad, pero
admiraban, a la vista del valor celtibérico, las viejas constumbres ya
desaparecidas en la metrópoli romana.
Entró el cónsul con sus legiones por el camino tradicional de
penetración hacia el interior, desde la Bética, subiendo hacia el Tajo,
para desde allí, bordeando el Henares, llegar al Jalón y al Ebro. Es un
itinerario que veremos una y otra vez repetirse en las incursiones de
los principales dominadores de la Península y que pasa en su eje
principal por Hita y su tierra.
En los comienzos, el avance encontró alguna resistencia por parte de las
tribus, que escalonadamente se cedían a la guerrilla. Tito Livio hace
historia de varios de estos combates que caracterizan la estrategia
militar de su tiempo y la ingenua actitup celtibérica. Veamos un
ejemplo.
Las puertas de la villa ibérica de Certina, situada en el avance hacia
el Tajo, se abren y se acerca hacia la primera línea romana un pequeño
grupo. Avisan al Pretor, que se adelanta a recibirlo. El más viejo de
los delegados se dirige hacia él y le dice: "Venimos en nombre de todos.
Estamos dispuestos a defendernos pero querríamos saber si tendremos
suficientes fuerzas para hacerlo. Déjanos ir a las tierras aliadas de
Celtiberia; les pediremos ayuda. Si ellos no nos la dan, nosotros nos
separaremos del resto de nuestra nación y os entregaremos la ciudad."
Los romanos han escuchado con asombro una petición tan extraña y fuera
de las constumbres militares. Pero Sempronio Graco acepta la propuesta
sin poner la más mínima condición.
Al poco tiempo vuelven al campamento romano los mismos delegados,
acompañados por diez representantes de varias ciudades de Celtiberia. Es
mediodía y la primera petición que dirigen al Pretor es ésta: "Dadnos
de beber". Beben despacio, varias veces, mientras los soldados romanos
los contemplan. La escena es tan imprevista que todos acaban riendo en
espera de ver en que va a terminar aquella extraña embajada. Los
emisarios ibéricos no se ofenden y por último el más viejo de ellos se
dirige al Pretor:"Querría preguntarte qué motivo te ha impulsado a venir
hasta aquí. Cómo has la audacia de atacarnos?". Sempronio le responde
con naturalidad: "Cuento con el valor de mis soldados. Y si queréis
comprobarlo para que podáis llevar una noticia directa a vuestros
aliados, yo os haré una demostración". Acto seguido, Sempronio ordena a
los tribunos militares que formen con sus armas todas las fuerzas de
infatería y caballería y que hagan ejercicios y maniobras delante de los
delegados celtibéricos. Han desaparecido las risas y es fácil imaginar
el soberbio alarde de disciplina romana, que asombra a los guerrilleros
pobremente armados y no muy bien vestidos, con sus características
mallas cortas.
No hizo falta más. Fue inútil que los habitantes de la villa cercada
encendieran durante la noche, sobre sus torres de la muralla, los fuegos
que habían convenido como señal con sus aliados. Nadie vino a
socorrerlos.
Rendida la villa, Sempronio Graco le impuso sus habituales condiciones,
en cuya humanidad se mantuvo hasta el final de la campaña, seguramente
estuvo la clave de la pacificación: una contribución de 240.000
sestercios, 40 caballeros de las principales familias, que pasaban a ser
aliados y no prisioneros de las propias legiones. Así fue formando un
ejército hispano-romano que sería siempre fiel y que permitió muchos
triunfos.
En su marcha hacia el norte, Sempronio Graco entra en la Carpetania.
Numerosas torres flanquean la región. En la Campiña, los cerros testigos
sirven de asiento a pequeños burgos apenas defendidos por muros de
piedra y argamasa.
Hita, en este período de colonización que precedió a la campaña, no
opuso resistencia al paso de las legiones. Más al norte no ocurriría lo
mismo con las tribus arévacas, que se harían famosas por la resistencia
de sus ciudades, Termancia y sobre todo Numancia.
En su primer intento de penetración, Sempronio Graco, buen negociante,
que había aprendido a conocer el punto débil de las tribus valientes,
pero insolidarias, consigue llegar hasta ocilis (Medinaceli)a la que
domina a pesar de su gran fortaleza natural.
Su campaña llega al momento decisivo. Junto al moncayo estaban reunidas
las principales tribus celtibéricas. La vctoria romana es indudable y
consigue la sumisión de todo un enorme territorio. Sigue un convenio que
vendrá a demostrar el gran sentido político del Pretor y su
conocimiento del áspero mundo que desea pacificar: reparto de las
tierras entre las tribus, fijándoles los puntos en que deberían
asentarse los poblados, para reducir su tendencia nómada, que poco a
poco irá siendo sustituida por constumbres sedentarias. Les prohibe
amurallar los nuevos castros y les convierte en colaboradores del
ejército romano, al que han de contribuir con jóvenes de las principales
familias. Para celebrar la conquista y pacificación, Graco funda la
villa de Gráculis sobre un asentamiento ibérico anterior (Ilucis). Será
una constumbre tradicional, que explica la acumulación de restos romanos
sobre otros ibéricos en toda la amplia extensión de la meseta. Hita, en
este periodo de colonización que precedió a la campaña numantina,
estará ya muy dentro de las línias de pacificación romana.
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