Seguimos con el artículo de Carlos Cuenca.
Bueno, es aquí donde viene a colofón el “Glosario
de Arquitectura Defensiva Medieval”, en concreto tres de sus
términos: Castillo – Torreón, Torre –
Refugio, y Torrona,
que me han llamado la atención porque
considero que su descripción, que adjunto, vienen a respaldar lo
investigado por D.º Julián Balsalobre, y tratarse de edificaciones
defensivas en el marco cronológico de la posible fundación de
Torrejoncillo del Rey.
Espero –modestamente- que esta consideración
aporte algo más de luz al origen y nombre de nuestro pueblo a
curiosos de nuestros orígenes y todos aquellos que estén
interesados en ahondar en la historia del pueblo.
D.º Luis de Morsa – Figueroa sobre estos términos,
en su glosario, escribe las siguientes acepciones:
CASTILLO – TORREÓN:
Castillo de reducidas dimensiones en el que el elemento de mayor
importancia volumétrica, poliorcética y doméstica es una torre,
que destaca y domina ostensiblemente las otras partes, subsidiarias
de ella.
TORRE – REFUGIO:
Torre considerablemente más alta que ancha, con mínimas condiciones
de habitabilidad y máximas para la defensa, de reducida superficie
y, normalmente, acceso único elevado.
TORRONA: Casa –
fuerte construida básicamente por una torre que, aunque presentando
amplias concesiones de habitabilidad doméstica, aun retinen parte
sustancial de sus cualidades defensivas.
Como he comentado, extraigo la glosa de estos tres
términos, si bien me inclino por TORRONA
como posible defensa que dio origen a nuestro
pueblo.
Viene a mi cabeza el alto de San Ramón con las
hermosas vistas de la vega del Hortizuela hasta su desembocadura en
el río Gigüela, allá prácticamente en la dehesa, y la Ermita de
Urbanos casi en la línea del horizonte al sur, con Saelices
(Segóbriga) al fondo; hacia el suroeste, donde el cielo y la tierra
convergen en los día de atmósferas limpias y cielos azules podemos
ver el Castillo de la Puebla de Almenara, y sobrepasando los cerros
de la Moraleja el Puntal de las Ánimas… ¡la
ciudad amurallada de Zafra! Y si giramos a
nuestra derecha, al suroeste, tras “el otro pueblo”: el
cementerio, el Cerro de San Bartolomé (cerro telégrafo), el Cerro
del Castillo y al fondo las estribaciones de la Sierra de Altomira.
Si alguna vez os habéis acercado al mirador de San
Ramón, estaréis conmigo que resulta fácil en este enclave dejar
volar el imaginario y verse oteando estos horizontes desde lo alto
del vetusto Torrejón que viera nacer a nuestro pueblo, ¿verdad?
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