El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado.
No debe confundirse esta doctrina con la de la maternidad virginal de
María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y
que María permaneció virgen antes, durante y después del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia católica
contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y
sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más,
libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de
transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva,
en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. La
doctrina reafirma con la expresión "llena eres de gracia" (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel, y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
El historiador y catedrático francés Louis Baunard narra lo siguiente:
Pío IX, contemplando el mar agitado de Gaeta, escuchó y meditó las palabras del
cardenal Luigi Lambruschini: 'Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el
mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.
Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las
verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del
naturalismo en las que se pierden'.
El historiador Francesco Guglieta, experto en la vida de Pío IX,
señala que el tema del naturalismo, que despreciaba toda verdad
sobrenatural, podría considerarse como la cuestión de fondo que impulsó
al Papa a la proclamación del dogma: La afirmación de la Concepción
Inmaculada de la Virgen ponía sólidas bases para afirmar y consolidar la
certeza de la primacía de la Gracia y de la obra de la Providencia en
la vida de los hombres. Guglieta señala que Pío IX, pese a su
entusiasmo, acogió la idea de realizar una consulta con el episcopado
mundial, que expresó su parecer positivo, y llevó finalmente a la
proclamación del dogma
Fuente Wikipedia.
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