La Historia, con mayúsculas, a veces no recoge todos los acontecimientos y personajes que han marcado a un municipio o que, sin duda, constituyeron un capítulo importante de la "otra" historia de un pueblo, la más popular y, no por ello menos importante. Tal puede ser el caso de Pedro Morales Cuenca, un vecino de Torrejoncillo del Rey, en la provincia de Cuenca, que dedicó parte de su vida a buscar un tesoro, que vio en un sueño y que, finalmente, se convirtió en realidad al hallar una de las minas romanas de "lapis specularis" -también conocido como "espejuelo de yeso"- más importantes de la provincia y una de las más largas del país. Mina, por cierto, que durante muchísimos años ha permanecido en el olvido de todos hasta el punto de llegar a convertirse en un vertedero. Por eso, desde la asociación ecologista "La Atalaya", de esta localidad, se ha emprendido una aventura, que pasa por reconocer a este "increíble soñador" su contribución a la historia de Torrejoncillo y "salvar su hazaña del olvido en la que se encuentra sumido con la celebración de un homenaje en junio en Torrejoncillo del Rey", afirmaba José Morales, nieto de Pedro Morales y miembro de la mencionada asociación ecologista.
Esta mina romana, fruto del sueño que tuvo este vecino de Torrejoncillo allá por el año 1954, que, según relataba él mismo a los periódicos de la época, se produjo de esta manera: "La ví claramente, como si estuviese despierto. Y lo recordé todo al despertar. No hice más que pensar en ello. Estaba seguro de que era verdad, de que debía ir a buscar esa fortuna rápidamente y, a los dos días de pensarlo, se lo dije a mi amigo Alfonso Feijóo. Éste al principio se echó a reir, pero luego lo convencí igual que a mi yerno, Juan García, y que se ofrecieron a ayudarme. Fui dos veces al cerro para asegurarme del sitio en el que debía empezar a cavar". De esta manera, se inició esta particular historia, a la que Pedro Morales dedicó parte de su vida, "llegando, incluso a arruinarse al dedicarse exclusivamente a excavar en el cerro de la Mora Encantada durante más de tres meses y ocho horas al día, dejando sus labores agrícolas abandonadas y dedicando a las excavaciones todo su dinero, a ese sueño de un maravilloso tesoro enterrado en un ataud blanco lleno de monedas de oro", explicaba su nieto, José Morales. No en vano, muchas veces, los sueños se pagan caros y el de Pedro Morales no fue menos, porque "tuvo que enfrentarse a las acusaciones y los rumores de que estaba loco; algo que soportó gracias al apoyo recibido, sobre todo, por su amigo Alfonso Feijóo y su yerno Juan García". Pero al final, mereció la pena y cuando llevaban 25 metros excavados "se abrió un boquete en una de las paredes del pozo y con una linterna ví una gran estancia de la que partían muchos corredores de paredes brillantes, no me lo creía", afirmó en su momento el torrejoncillero el 22 de marzo de 1955, cuando creía haber comenzado a hacer realidad el sueño que tuvo esa noche de 1954. Inspeccionó hasta el último rincón de la mina en busca del preciado tesoro, sin que obtuviera sus frutos. Sin embargo, el hallazgo de esa misteriosa "ciudad subterránea" -como denominaron en un principio- despertó un gran interés entre la prensa de la época, publicándose de manera extensa y amplia el descubrimiento en periódicos como "El Caso", "Diario Fotos", "ABC", "Arriba", "Ya" o "Madrid". Pero Pedro Morales, ese emprendedor y soñador no quería tirar la toalla y empleó, nada más y nada menos, que un año en la infructífera búsqueda del onírico tesoro. En ese tiempo, se encargó de excavar un túnel de entrada de seis metros de largo y dos de alto en perpendicular al pozo realizado inicialmente, lo que permitía penetrar en la mina a pie llano, sin necesidad de descolgarse de ninguna manera. Finalmente, la precaria situación económica en la que se vio sumido, le obligó a cejar en su empeño y reanudar las tareas agrícolas de las que se sustentaba. Tras una puerta de madera, que puso en la entrada del último túnel excavado, quedó sumido en la más absoluta oscuridad el soñado tesoro de Pedro Morales; eso sí, sin que él dejara de pensar que realmente existía, incluso hasta el día de su muerte el 31 de enero de 1969. Y no iba mal encaminado, puesto que en la mina romana de Osa de la Vega se descubrió posteriormente una galería tapiada y, tras ella, se halló una caja de madera con doce monedas de oro de la época visigoda, que ya están en el Museo de Cuenca.
Acto de homenaje
Por todo ello, la asociación ecologista "La Atalaya", a la que pertenece su nieto, José Morales, considera "injusto" el que este episodio de la vida de Pedro Morales Cuenca haya caído en el olvido, al igual que la mina romana del "Cerro de la Mora Encantada" que él descubrió. De ahí, el homenaje que se le está preparando y en el que, según el nieto, "estarán presentes el hijo de Pedro Morales Cuenca, Luis Morales Martínez; el mismo Juan García quien participó en la aventura, y el hijo de Alfonso Feijóo". De esta manera, se busca reconocer la gesta de este torrejoncillero, que, a juicio de su nieto, debería ir acompañado de la recuperación y de la apertura de esta mina, que fue el fruto del sueño tenido por Pedro. No en vano, desde esta asociación ecologista no se descarta el iniciar las gestiones necesarias para lograr que cualquier persona pueda visitar la Mora Encantada, ya que "tiene una entrada accesible para cualquiera; algo bastante inusual en este tipo de minas, en las que se suele penetrar por un pozo". De hecho, durante el último año ha sido visitada, a pesar de no estar acondicionada como se desearía, por unas doscientas personas.
En definitiva, Torrejoncillo del Rey homenajeará no sólo a un vecino del pueblo, sino a un hombre bueno, querido y, sobre todo, soñador.
Esta mina romana, fruto del sueño que tuvo este vecino de Torrejoncillo allá por el año 1954, que, según relataba él mismo a los periódicos de la época, se produjo de esta manera: "La ví claramente, como si estuviese despierto. Y lo recordé todo al despertar. No hice más que pensar en ello. Estaba seguro de que era verdad, de que debía ir a buscar esa fortuna rápidamente y, a los dos días de pensarlo, se lo dije a mi amigo Alfonso Feijóo. Éste al principio se echó a reir, pero luego lo convencí igual que a mi yerno, Juan García, y que se ofrecieron a ayudarme. Fui dos veces al cerro para asegurarme del sitio en el que debía empezar a cavar". De esta manera, se inició esta particular historia, a la que Pedro Morales dedicó parte de su vida, "llegando, incluso a arruinarse al dedicarse exclusivamente a excavar en el cerro de la Mora Encantada durante más de tres meses y ocho horas al día, dejando sus labores agrícolas abandonadas y dedicando a las excavaciones todo su dinero, a ese sueño de un maravilloso tesoro enterrado en un ataud blanco lleno de monedas de oro", explicaba su nieto, José Morales. No en vano, muchas veces, los sueños se pagan caros y el de Pedro Morales no fue menos, porque "tuvo que enfrentarse a las acusaciones y los rumores de que estaba loco; algo que soportó gracias al apoyo recibido, sobre todo, por su amigo Alfonso Feijóo y su yerno Juan García". Pero al final, mereció la pena y cuando llevaban 25 metros excavados "se abrió un boquete en una de las paredes del pozo y con una linterna ví una gran estancia de la que partían muchos corredores de paredes brillantes, no me lo creía", afirmó en su momento el torrejoncillero el 22 de marzo de 1955, cuando creía haber comenzado a hacer realidad el sueño que tuvo esa noche de 1954. Inspeccionó hasta el último rincón de la mina en busca del preciado tesoro, sin que obtuviera sus frutos. Sin embargo, el hallazgo de esa misteriosa "ciudad subterránea" -como denominaron en un principio- despertó un gran interés entre la prensa de la época, publicándose de manera extensa y amplia el descubrimiento en periódicos como "El Caso", "Diario Fotos", "ABC", "Arriba", "Ya" o "Madrid". Pero Pedro Morales, ese emprendedor y soñador no quería tirar la toalla y empleó, nada más y nada menos, que un año en la infructífera búsqueda del onírico tesoro. En ese tiempo, se encargó de excavar un túnel de entrada de seis metros de largo y dos de alto en perpendicular al pozo realizado inicialmente, lo que permitía penetrar en la mina a pie llano, sin necesidad de descolgarse de ninguna manera. Finalmente, la precaria situación económica en la que se vio sumido, le obligó a cejar en su empeño y reanudar las tareas agrícolas de las que se sustentaba. Tras una puerta de madera, que puso en la entrada del último túnel excavado, quedó sumido en la más absoluta oscuridad el soñado tesoro de Pedro Morales; eso sí, sin que él dejara de pensar que realmente existía, incluso hasta el día de su muerte el 31 de enero de 1969. Y no iba mal encaminado, puesto que en la mina romana de Osa de la Vega se descubrió posteriormente una galería tapiada y, tras ella, se halló una caja de madera con doce monedas de oro de la época visigoda, que ya están en el Museo de Cuenca.
Acto de homenaje
Por todo ello, la asociación ecologista "La Atalaya", a la que pertenece su nieto, José Morales, considera "injusto" el que este episodio de la vida de Pedro Morales Cuenca haya caído en el olvido, al igual que la mina romana del "Cerro de la Mora Encantada" que él descubrió. De ahí, el homenaje que se le está preparando y en el que, según el nieto, "estarán presentes el hijo de Pedro Morales Cuenca, Luis Morales Martínez; el mismo Juan García quien participó en la aventura, y el hijo de Alfonso Feijóo". De esta manera, se busca reconocer la gesta de este torrejoncillero, que, a juicio de su nieto, debería ir acompañado de la recuperación y de la apertura de esta mina, que fue el fruto del sueño tenido por Pedro. No en vano, desde esta asociación ecologista no se descarta el iniciar las gestiones necesarias para lograr que cualquier persona pueda visitar la Mora Encantada, ya que "tiene una entrada accesible para cualquiera; algo bastante inusual en este tipo de minas, en las que se suele penetrar por un pozo". De hecho, durante el último año ha sido visitada, a pesar de no estar acondicionada como se desearía, por unas doscientas personas.
En definitiva, Torrejoncillo del Rey homenajeará no sólo a un vecino del pueblo, sino a un hombre bueno, querido y, sobre todo, soñador.
FUENTE: El Día de Cuenca. 9 de junio de 2003.
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