martes, 21 de junio de 2016

"Paisaje" por Jesús y Mariló Moreno

Rescatamos este precioso texto que escribían en 1982 nuestros paisanos Jesús y Mariló Moreno.


Paisaje.

"Te invitamos, torrejoncillero, a que subas al Cerro de las Carrasquillas en una tarde de agosto. No es ironía.
Sentado bajo la tupida sombra de las vetustas y sobrias carrascas te sentirás cerca del cielo. Tu mirada pasará rauda, cual vuelo de águila sobre Torrejoncillo y como una flecha se dirigirá al horizonte infinito hasta donde La Mancha recibe su justo apelativo.
Girando tu cabeza a derecha contemplarán al centinela oeste de nuestro término, el Cerro del Telégrafo y, más al norte, los cerros de Horcajada. Después volverás tu mirada a izquierda y verás el Cerro Calero y el de La Moraleja. Toda esta guirnalda agreste de cerros son el fin de la Serranía de Cuenca y dejan entre si minúsculos valles por los que corre un hilo de agua pura y cristalina que da vida a la vida. La policromía del paisaje es de los más variopinto. Alternan el ocre, pálido, rojo y blanco de sus tierras labradas con el verde amarillo de sus girasoles y el adusto verde de la dehesa. Todo ello moteado de pálido amarillo de sus rastrojos. El mosaico parcelario que se ofrece a la vista invita a la meditación. Podrás respirar a pleno pulmón y henchir tus pulmones de humilde y fragante aroma de espliego.
Sí, amigo y paisano, estás cerca del cielo, no lo dudes. Pero ...allá, en lontananza, tu pupila se clavará en un soto, en cuyo centro destaca inmaculada la ermita de Urbanos.
 Entonces te asalta la tentación de descender hasta Urbanos. Las tardes de agosto son largas, dan para todo.
Luego sin prisas, te incorporas y puesto en pie oteas el horizonte bajo el susurro de las carrascas. Tomas espliego en tu mano y piensas, con razón estás en el ombligo de la Sierra, La Mancha y La Alcarria.
Abandonas las alturas y desciendes con paso irregular al pueblo que despierta del letargo de la siesta; pero no te quedes, porque la tarde es larga, como antes te dijimos. Toma el zigzagueante camino del Arrabal. A tu paso te saldrán el almendro, con su fruto casi maduro y el girasol pletórico de vida y esperanza. Un tímido ¡adiós! te dará el Pozo de la Zarza al que ya casi nadie saluda y visita. A mitad del camino hacia Urbanos hay un ¡alto! obligado: La Puente de la Presa.
Camino y Gigüela (al que los topógrafos gustan llamar Cigüela) se cruzan en fraternal abrazo. Siéntate en su rústico pretil que aún mantiene en pie su estrecho puente, a la sombra del chopo y el sauce llorón. El río quiere hablarte. Escúchalo y oye sus cuitas.
Fui -dice el Gigüela- protagonista de la vida del agricultor torrejoncillero. Yo moví durante muchos años los rodeznos de los molinos de Huedo, el Tejado, El Prado, el de las Dos Ruedas, el de Anchea. A dos de ellos los convirtieron en centrales eléctricas y moví sus turbinas, en la infancia de la electricidad. También ayudé a hacer mantas en la Fábrica de Lanas. Calmé la sed de las fértiles tierras de esta vega hoy casi desierta, porque sus trabajadores se han ido del pueblo y ofrecí mi exquisito cangrejo al visitante.
Hoy ya no me necesitan los molinos para hacer harina; son testigos mudos de un pasado nostálgico. Apenas riego la vega. Mis aguas no son tan cristalinas. Pero ... amigo caminante, en peregrinación a Urbanos, todos los años tengo el privilegio de cantar dos veces mi plegaria aquí a la Virgen de Urbanos, que no falta a la cita. Ella me bendice. Recibo su celestial mensaje y prosigo mi ruta rompiendo dulcemente el silencio entre diminutas cascadas. Me resisto a salir del término de Torrejoncillo y, por eso, formo en Cuchilleja perezosos meandros.
Abandono estas tierras y voy a rendirme a mi hermano mayor el Guadiana. Le cuento que sobre mi pasa la Madre de Dios. Y el Guadiana quiere entonces ser humilde y se esconde bajo tierra en Argamasilla de Alba. Escondido corre cuarenta kilómetros hasta Villarrubia de los Ojos.
Entonces, escuchado el relato melancólico del río, caminante y peregrino, reanuda tu marcha y adéntrate en la Dehesa, que te recorta y reduce el horizonte. Crúzala con paso sereno, marcial, como exige el entorno.
Cuando salgas de ella te saludará la milenaria vid con sus rastreros y verdes pámpanos, que ya mostrarán sus uvas, por entonces, pintas.
Levanta tus ojos, porque estás en el Camino de la Madre de Dios y tienes la ermita a tiro de piedra.
Camina un poco más. Entra en la ermita. Nuestra Madre de Urbanos te dará la bienvenida en el silencio roto de tus pasos. Háblale. No importa lo que digas. Pero ... háblale a Ella le gusta.
Cuando salgas de la ermita el sol habrá teñido de púrpura el entorno y el horizonte grana celebrará sus fuegos artificiales.
Si te sientas bajo los robustos olmos verás esconderse el astro rey con su faz ensangrentada emitiendo infinitos destellos.
Mira tu punto de partida, las Carrasquillas. ¡Qué distinto parece lo mismo!
Mientras la luz del crepúsculo vespertino cede lentamente su paso a la noche, podrás reponer fuerzas con unas suculentas chuletas preparadas a la brasa en la barbacoa.
¡Buen provecho, amigo! Y disfruta la paz, el silencio y la noche de un paisaje y una ermita que son tuyos". 

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