viernes, 27 de marzo de 2015

Vivir sin ley ni temor a Dios ni a V. M.


Gracias a nuestro colaborador Carlos Cuenca por hacernos llegar este artículo, escrito por él, de un hecho que ocurrió en el pueblo en 1764, y que ha encontrado de una tesis doctoral en internet sobre la redada de gitanos del marqués de la Ensenada en 1749.

Una vez más, buscando por la red datos de Torrejoncillo de Rey, de su historia, noticias, sucesos, costumbres o tradiciones, topo de forma casual con el libro “Los forzados de la Marina en la España del siglo XVIII, de Manuel Martínez Martínez, del servicio de publicación de la Universidad de Almería.
El libro trata sobre la situación de los forzados durante la Edad Moderna en la Marina Española, e ilustra y documenta la vida de aquellos hombres que sufrieron las condiciones de trabajos forzados, recogiendo temas como su vida y condiciones de trabajo en las galeras y otros servicios penales de Marina, como en arsenales, batallones, y navíos.
Este libro forma parte del trabajo de tesis doctoral de Manuel Martínez Martínez “Los forzados de marina en el siglo XVIII. EL caso de los gitanos”, y es en esta tesis donde aparece la mención a nuestro pueblo, y el hecho curioso que en 1764 se produjo en relación al problema con los gitanos en Torrejoncillo del Rey.
En 1749, el marqués de la Ensenada (1707 – 1781), ministro de Marina e Indias, Guerra, y Hacienda de S. M. Fernando VI, y secretario de la reina (1747) junto con el obispo de Oviedo urdieron la gran redada de gitanos, uno de los más claros ejemplos que nos pueden ayudar a entender que es eso del “despotismo ilustrado”.

El 30 de julio de 1749 fue el día elegido para esta redada, que de forma coordinada con el ejército produjo la detención de muchos de los gitanos que campaban por España. En torno a 9.000 gitanos y gitanas, incluidos niños fueron apresados y conducidos a los arsenales de la marina, principalmente a los Arsenales de La Carraca en Cádiz, La Graña en Ferrol, o el de Cartagena.
 Marqués de la Ensenada, por Jacobo Amigoni. Museo del Prado
Si bien fueron algunos los que tuvieron la suerte de escapar, o consiguieron la protección de alcaldes y nobles de sus pueblos, se estima que junto con los presos ya existentes pudieron ser 12.000 personas de esta raza gitana los que engrosaron la población penal en 1749. Muchos de estos presos gitanos fueron conducidos como he mencionado a navíos de la Marina Española, a otros trabajos forzados, o deportados a las colonias.
No obstante pronto Ensenada reconoció el error de la operación, forzado por algo tan típicamente español como la falta de previsión de posibles consecuencias de tal amplia redada. Hacinamientos, malnutriciones, enfermedades, motines, hospitalizaciones, fugas…, e incluso lo que hoy podemos llamar presión social, como la de los Jesuitas, Obispos, nobles…, propiciaron un ambiente favorable para su libertad.
Retrato de Carlos III

Así, y tras el goteo incesante de liberaciones, se produce el indulto general en 1763, con el nuevo reinado de S. M. Carlos III, si bien el calvario para muchos de estos gitanos se prolongó hasta el 18 de junio de 1765, fecha fijada para la puesta en libertad.
A pesar que en 1763 se realiza el decreto de liberación, como digo dentro de un clima favorable para la causa de los gitanos, parece ser que aun existían opositores al decreto de indulto en los que se encontraban, curiosamente, el alcalde y los vecinos de Torrejoncillo del Rey, tal y como se documenta en la tesis “Los forzados de marina en el siglo XVIII. EL caso de los gitanos” de mencionado Manuel Martínez, y que entrecomillo a continuación:
La situación se volvió aun más complicada por la existencia de repetidas quejas de párrocos, juristas y vecinos remitidas al Consejo para que éste tomara nuevas medidas represoras. Así en 1764, diferentes vecinos de la villa de Torrejoncillo del Rey, se quejaron ante el gobernador del Consejo, que hacía ya muchos meses se hallaban “fatigados por los gitanos, que en cuadrillas de 20 ó 30, con muchas caballerías, entran en el pueblo y otros, sacan pan ellos y éstas lo que se les antoja, estafan y roban cuanto pueden, viven sin ley ni temor a Dios ni a V. M., estorban con sus raterías que los pobres perciban la limosna que les distribuye diariamente el convento de descalzos de dicha villa, y son perjudiciales al servicio de ambas majestades” (página 463).                                                                                                                  Real de a 8 de 1765.

El alcalde ordinario de Torrejoncillo expuso en este sentido cómo desde hacía muchos meses se hallaban “fatigados de una gente que llaman gitanos, que continuamente están viniendo a este pueblo, algunas veces en cuadrillas de 20 ó 30, con muchas caballerías, que tienen consumidos dichos vecinos, pues entran en las casas y sacan para ellos y las bestias por fuerza y con abundancia lo que se les antoja, sin otras muchas raterías, robos y estafas que se están experimentando”. Seguidamente continuaba pronunciando un discurso en la más pura línea arribista, al exponer cómo “no hallando una limosna los muchos pobres que hay por la miseria de los tiempos, a los gitanos nada les falta, siendo, una gente sin Dios, ni rey, ni se sabe con su depravada vida que ley profesan, pues ni oyen misa, ni confiesan, ni guardan viernes ni vigilias, ni se conoce ser cristianos. Y, además de no ser útiles al rey, son perjudiciales a los vasallos […] por lo que parece conforme a ambas majestades se hubiese de extinguir tan perniciosa gente”, algo que confesaba estar fuera de su alcance, ya que nunca hacía cuanto podía “para embarazarles la entrada a la villa, se burlan, como vienen en tan grandes cuadrillas” [A.G.S. Guerra Moderna, Leg 5063] (Nota 111).
Confío que este documento resulte interesante, al menos tan curioso como ha sido para mí, para todos los seguidores del blog de Torrejoncillo y los que gusten de hechos e historias de nuestro pasado. Yo me quedo con el hilarante de unos de los razonamiento de nuestro alcalde antepasado para solicitar nuevas medidas represoras: “una gente sin Dios, ni rey, ni se sabe con su depravada vida que ley profesan, pues ni oyen misa, ni confiesan, ni guardan viernes ni vigilias, ni se conoce ser cristianos.
Torrejoncillo del Rey, a 26 de marzo de 2015
CARLOS CUENCA ARROYO

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