jueves, 30 de octubre de 2014

Padre Pedro López



Religioso Redentorista. Nació el 19 de mayo de 1836 en Torrejoncillo del Rey. Fue el primer redentorista que ingresó en la Congregación del Santísimo Redentor en España. Estudió en el Seminario de Cuenca la carrera eclesiástica, recibiendo el subdiaconado el 12 de febrero de 1860, día que él denominaba el de su conversión, aludiendo veladamente a alguna interna lucha que tendría y cuyas causas nunca descubrió. El 7 de octubre del mismo año  se ordenó sacerdote, siendo destinado a la parroquia de Villar del Maestre (Cuenca) por poco tiempo, pues fue elegido por el obispo de la diócesis para regentar la cátedra de Teología en el Seminario. Fue más tarde nombrado párroco de Jabalera (Cuenca) donde se hallaba en 1865 cuando los Padres Redentoristas dieron sus primeras misiones en Huete. Celoso de su parroquia solicitó igual beneficio para sus feligreses; pero como dice un biógrafo suyo, el fruto mejor no había de ser para el pueblo, sino para el naciente instituto de los Redentoristas. En efecto, decidido a ingresar en esta congregación, se presentó un día a su prelado, diciéndole resueltamente: “Señor, no quepo en Cuenca”. Pocos meses después, el día de la Resurrección de 1866 tomó el hábito de manos del Superior de la Orden Rvdo. P. Mauron y el 15 de octubre del mismo año hizo su profesión religiosa en Francia, viniendo enseguida a España, comenzando sus trabajos apostólicos, primero en Huete y luego en Alhama de Granada, donde fue uno de los fundadores y donde le sorprendió la revolución del 68. Enviado a América, permaneció nueve años de incansable actividad en varias Repúblicas hispanoamericanas, especialmente en El Ecuador, de cuyo célebre Presidente, el mártir García Moreno fue muy amigo y consejero.
Cuando en 1879 se restauró en España la Congregación de los Redentoristas, fue traído por sus superiores a España, reconociéndole como una de las más fuertes columnas del Instituto. Fue superior de las casas de Madrid, Granada, Cuenca y Pamplona, fundando la de Puerto Rico cuando esta isla pertenecía a la provincia de España.

Su labor durante los 54 años de religioso fue copiosa y fecunda; teniendo como base material, una energía física envidiable, ya que él mismo decía ser “enemigo del descanso” y un celo poco común, al que unía una sabia prudencia y un conocimiento del corazón humano pocas veces igualado. Como predicador, está considerado como uno de los mejores que ha tenido la Orden en España, y varias fueron las provincias que recibieron el fruto de sus evangélicas excursiones.  La nota característica de su espíritu fue la entereza y la indomable energía. Ocho días antes de su muerte, siguiendo su costumbre fue a entrevistarse con su confesor en el Colegio de San Pablo. Sólo los que conocen la distancia que hay a dicho Colegio y lo difícil y pendiente de las calles fatigosas para hombres robustos, pueden hacerse cargo del heroísmo que esto supone en un anciano de 84 años. Su muerte fue fiel reflejo de esta misma energía. Sentado en un sillón recibió los últimos Sacramentos, poniéndose en pie para despedir a Jesús Sacramentado; despidiéndose a continuación de los presentes con palabras de tierna unción, no exenta de elocuencia, y conservando sus facultades mentales hasta el último momento de expirar. Su muerte tuvo lugar el 25 de agosto de 1919 en la residencia de Cuenca, en cuya población era popular a quien todos llamaban cariñosamente el “Padre Pedro”. Fue enterrado en Cuenca en el panteón del Señor Moreno, entonces Alcalde de Cuenca.
Como escritor dio a luz en el mismo año de su muerte un folleto titulado “Unión piadosa” y del que los Padres Redentoristas han hecho varias ediciones.

                                                                                          Álvarez M. del Peral






Fuente: El Día de Cuenca. Año XVI. Num. 1954. Cuenca 12 de abril de 1928.
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