miércoles, 3 de diciembre de 2025

La cardencha (Dipsacus fullonum)

  •   Cualquiera puede entender qué es cardarse el pelo y seguramente recordará aquel refrán antiguo de “Unos cardan la lana y otros llevan la fama”. No todo el mundo sabe, sin embargo, que el “cardar lana” en la antigua industria textil, como la conquense, era una actividad imprescindible y muy reglamentada. Fundamentalmente, consistía en esponjar los paños sacándoles con delicadeza las fibras. Los profesionales del cardar, cardadores y perailes, disponían de una herramienta compuesta con las gruesas cabezuelas de la cardencha o cardo de cardar. ¿Y quién no ha visto cardenchas en las cunetas húmedas y en las regueras? Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua castellana, define la carda como “…la cabeza espinosa, a manera de erizo, de la cardencha, especie de cardo, llamado cardo fullonum, porque con estas cardas ablandan los paños y les sacan el pelo” (1). 
Inflorescencia seca de la cardencha. Fuente: Autor

  La cardencha se cultivaba. No hubiera habido ejemplares silvestres suficientes para una actividad tan extendida. La variedad cultivada era más espinosa y con púas más resistentes, hecho curioso porque en botánica suele ocurrir lo contrario. Así lo aclara el médico del siglo XVI Andrés de Laguna: “Es cierto cosa muy de notar que siendo entre todas las plantas que crió la naturaleza para el uso de medicina o para nuestro mantenimiento, por la mayor parte las salvajes más ásperas y mucho más espinosas que las hortenses en la cardencha se ve lo contrario, quiero decir que la sembrada y acariciada en los huertos nace más escabrosa que la que crece por sí en las campañas, de do podemos conjeturar que la natura  la produjo más antes para cardar las lanas, que para remedio de algunas enfermedades”.


   En este mismo sentido apuntaba el agrónomo andalusí Al Awan, quien recomendaba sembrarla en terreno seco y regarla sólo al principio, porque si se hacia en terreno húmedo, o se regaba mucho, los pinchos resultaban menos rígidos y poco efectivos a la hora de cardar: “Le es a propósito la tierra áspera alta sin humedad, y en ella viene de espina bien dura. El sembrado en terreno húmedo viene de espina blanda, de que no se saca utilidad”.

Dipsacus fullonum L. [as Dipsacus sylvestris Huds.] Fuller’s Teasel, teasel, wild teasel Thomé, O.W., Flora von Deutschland Österreich und der Schweiz, Tafeln, vol. 4: t. 563 (1885)

  Era norma ya establecida en las Ordenanzas de los perailes de Cuenca hacia el año 1400 la obligatoriedad del uso de cardas de cardencha y no de hierro. Y se sancionaban severamente a los infractores. La primera infracción con una multa de 100 maravedíes, de 200 la segunda y a la tercera se le prohibía ejercer el oficio de manera definitiva (2).

  Posteriormente, las Ordenanzas Generales de Paños de 1500 dejaban claro para todo el reino de Castilla esa misma disposición: “Otrosy, que todos los dichos perayles saquen los aceytes e la goma de los dichos paños con palmares de cardón e no con cardas de fierro”.  

  Todavía, hoy en día, se siguen usando las cardas de cardencha para obtener un toque más natural y aterciopelado en los tejidos de lujo.

Carda de cardencha de Prádanos de Ojeda en Palencia (izquierda) y carda de hierro (derecha). Fuente: Museo del Traje (Ministerio de Cultura) y Dodo Moda Extinta

  Paulino Iradiel nos informa de cómo Huete gozó de gran desarrollo textil a partir de 1488, cuando dejó de pertenecer a la Orden de Santiago para depender de la Corona. Y cómo se favoreció a partir de entonces la llegada de cardadores y otros trabajadores textiles inmigrantes que tanto contribuirían a esa prosperidad.  Aquel año se dio “liçençia a dos onmes ofiçiales de peynar y cardar para que puedan usar de estos oficios en la tierra de la dicha çibdad, e que por ser extranjeros que mandan que no sean prendados, el uno se llama Alonso de Palençuela e el otro Benito de Medina, su compannero”. El mismo año se autorizaba a Juan Pérez, vizcaíno, y a un “moro suyo”, “para que puedan entrar en tierra de Huete e usar el ofiçio de carda e peyne e las otras cosas de labor de lana…”.

Cardador de paños en un grabado del siglo XV. Fuente: Dodo Moda Extinta

  El cardo de cardar es una excepción dentro de su familia botánica, las Dipsacáceas, a las que da nombre. Aquí se incluyen las abundantes escabiosas y los preciosos botones de soldado. No existe ninguna otra especie pinchuda entre ellas. En realidad, la mayoría de los cardos pertenecen a la familia de las Compuestas y especialmente al género Carduus, de ahí el nombre castellano.

 La planta nace en verano y vive dos años. Lo primero que hace la semilla al germinar es penetrar profundamente en la tierra con una raíz, a modo de zanahoria, recia, larga y recta y, al mismo tiempo, ocupar el solar donde va a crecer con un rosetón de hojas pegadas al suelo. Así se reserva una parcela donde prosperar. Ese rodal queda vedado a cualquier otra planta competidora. Las hojas del rosetón se distribuyen como una rosa de los vientos solapándose lo menos posible para ocupar más terreno y no quitarse el sol entre ellas. Y en la raíz va acumulando reservas para poder desarrollar al segundo año un tallo alto y potente de hasta 2 metros.

Cardenchas en flor. Fuente: Autor

  Las hojas nacen de dos en dos, enfrente una de la otra, dobladas longitudinalmente hacia arriba y unidas por la base, rodeando el tallo, de tal manera que conforman un cuenco o pileta donde se almacena el agua de lluvia y el rocío. De ahí que a la cardencha la llamen también “baño de Venus”. Se consideraba que esta agua estancada era muy buena para quitarse aquellos “impedines” (3) que todos los que fueron niños de posguerra conocen bien. Cuando se desbordan las balsillas de arriba, el agua cae y llena las de abajo, porque están dispuestas en cruz alternativamente a lo largo del tallo. Así aprovechan mejor el sol y la lluvia. Se ha dicho que la cardencha es una planta carnívora, pues se alimenta de las hormigas y demás insectos que, con tanta frecuencia, se precipitan ahí y se ahogan. Parece no ser cierto. Pero es indudable que suponen un obstáculo para que trepen los bichejos, mejoran la hidratación de hojas y tallos y regalan a los pajarillos un abrevadero gratuito. Se parecen también las hojas a una barquichuela con la quilla blanca y prominente, erizada de púas muy distanciadas, similar, a su vez, a la mandíbula y dientes de un cocodrilo.

   La cabezuela o carda donde nacen las flores se asemeja a un huevo gordo perforado de infinidad de celdillas como las de un panal, defendidas por largas, rectas y agudas espinas. Están tan apretadas entre sí, que, en lugar de pinchar, dan una extraña sensación al tacto que te pone en guardia, pero no te hiere, más bien te acaricia. Desde el fondo de cada celdilla se eleva el tubillo de la flor de corola blanca, blanco rosada o violeta. Hay que tener una larga trompa de mariposa para poder libar en ella.

  Florece la cardencha de un modo muy curioso. Primero salen las flores en el ecuador de la carda como un cinturón central. Al ser fecundadas caen las corolas marchitas, y surgen dos cinturones de flores paralelos, uno que se desplaza hacia arriba y otro hacia abajo, hasta que llegan a los polos. Ahí se completa y finaliza la floración. Al pie de la planta quedará una lluvia blanca, rosa y lila de corolas desprendidas.

Cardenchas ya secas. Fuente: Autor

   Las cardas están rodeadas de unas pocas hojas muy estrechas, largas y pinchudas que las envuelven a modo de regalo con las puntas encorvadas por encima de ellas.

   Las simientes de la cardencha son como pequeños granos de arroz limpios y cargados de nutrientes. Tanto las buscan los jilgueros que se han ganado el nombre científico de Carduelis carduelis.

   Con los tallos de las cardenchas se elabora un juguete musical de percusión, que encanta a los niños. Se corta el tallo principal con los dos tallos laterales. El central se deja más largo y se le raspan las espinas por la parte inferior para manejarlo sin pincharte. A continuación, se le corta un trozo de la punta que sea de mayor longitud que la distancia entre los tallos laterales y que lo deje a un nivel por debajo de éstos. Este trozo se atraviesa por la mitad con un clavo o alfiler.  Por último, el clavo se introduce en el extremo hueco del tallo central, de tal manera que queda un travesaño pivotante. Ya es el momento de demostrar el sentido del ritmo. Con las palmas de las dos manos abiertas se atenaza por abajo el tallo principal y se le hace girar rápido, alternativamente para uno y otro lado, de manera que el travesaño golpea contra los tallos laterales. Los tallos secos, duros y huecos de la cardencha resuenan como el crotoreo de una cigüeña.

Juguete musical elaborado con los tallos de la cardencha. Fuente: Autor

  La cardencha es siempre atrayente a la vista. No sólo es hermosa en su juventud verde y florida, sino en su seca vejez, cuando toma un color de marfil.  Muy apropiada para componer conjuntos florales y jarrones con otras plantas secas, a veces con las cardas coloreadas a discreción, en los que se demostrará la habilidad y gusto del florista.

  En lo más hondo de las cardas suele vivir un gusanillo solitario, el Tylenchus dipsaci. Se alimenta de la pulpa interior     dañando su integridad y desarrollo. Se le consideraba un buen remedio contra el dolor de muelas. Ahora bien, hay que tener estómago para aplicarlo, pues consiste en triturar al gusano con los dientes.  En sus anotaciones al Dioscórides añade Andrés de Laguna algo que, sin discutir su eficacia terapéutica, tampoco suena muy agradable: “Cuanto a los gusanillos blancos, que se hallan dentro de las cabezas perfectamente maduras, sé decir de ellos, que metidos por la verga cuando están vivos, provocan admirablemente la orina”. Espero que los lectores con experiencias al respecto quieran compartirlas con nosotros. Gracias de antemano.

Inflorescencia de la cardencha. Fuente: Autor

(1) El término “Fullonum” hace referencia en latín  a los bataneros o cardadores.

(2) Hacia 1400 en las ordenanzas de los pelaires de Cuenca se dice: “otrosy, que ningún perayle ny otra persona no sea osado de  cardar pannos con cardas de hierros, que pague por la primera vegada çien maravedís, e por la segunda docientos maravedís, e por la terçera que le priven del ofiçio, e hemyenden a su sennor pagando el daño, e que la dicha pena sea partida, e se llebe por la manera que dicha es”.  Punto 25 página  259 en el libro de Paulino Iradiel.

(3) Manchas blanquecinas en la piel.

Fuente: losojos.es

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