Puerta del Alto Júcar y de la Serranía Alta, a Villalba se llega cómodamente desde Cuenca siguiendo el rio. Allí el Júcar se encajona y enrisca hasta Uña formando el tramo más espectacular y bravío desde sus primeras surgencias en los prados de Valdeminguete, hasta su extinción en el mar Mediterráneo. Puedes optar por subir a Huélamo y Tragacete buscando sus fuentes o saltar a la cuenca del Tajo encontrando al Escabas más allá de Las Majadas. Del término de La Majadas, pasando por Portilla, procede el otro rio de Villalba, el Villalbilla, que aquí, bajo el pueblo, se suma al Júcar en una playeta fluvial y veraniega. Territorio del pino y de la roca tobiza, con la que construyeron su iglesia. Serranía donde nace la mejor madera de Iberia y el agua juega con la piedra, deshaciéndola y volviéndola a hacer.

La situación privilegiada de Villalba junto al rio Júcar, finalmente, le trajo prosperidad. Hay un antes y un después en Villalba desde la construcción de El Salto. Las fotos de sus casas y de sus gentes plasmadas en aquellos años previos nos trasportan a la Edad Media. Con el Salto, Villalba se abre al exterior y a la modernidad. A estas tierras de emigrantes, llegaron gentes de todas partes. Vinieron ingenieros, albañiles, herreros, carpinteros, obreros especializados, administrativos y peones. Vino hasta el rey a presenciar la espectacular obra. En la Casa-Dirección del Salto pernoctó Alfonso XIII la noche del 15 de junio de 1926. No es para menos. Se trataba de un proyecto hidroeléctrico de gran envergadura: un embalse, un largo canal de veinte km, con acueductos y túneles, incrustado trabajosamente en los altos peñascos, una central con la mejor tecnología alemana y suiza, un poblado anexo y otras construcciones auxiliares. Más que por su potencia, el Salto de Villalba es sobresaliente por el desafío que supuso construir tal infraestructura en una orografía complicada y solventar el trasporte fluvial de las maderas serranas.
La central hidroeléctrica dio fama a Villalba. Muchos madrileños empezaron a saber que parte de la luz que los iluminaba nacía en un pueblo de la provincia de Cuenca, llamado Villalba de la Sierra. Villalba se pobló con el Salto. Hubo trabajo y mucha actividad. El siglo XX quiso hacerse visible en esta comarca deprimida. Gracias al Salto se trajeron fuentes y la luz al pueblo. Se instaló alumbrado público. Se renovaron las escuelas.
En el Salto intervinieron importantes ingenieros de aquella época como Manuel Lorenzo Pardo, elaborando informes previos, o Juan Lázaro Urra, en el proyecto y ejecución de las obras. Manuel Lorenzo Pardo fue encargado por el Ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto, para elaborar el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933, base de todas las que se llevaron a cabo durante la breve república y durante la dictadura franquista. En él ya se contemplaba la mayoría de los embalses actuales, como el de Alarcón, incluso trasvases como el del Tajo-Segura.
Madrid llevaba desarrollando su abastecimiento eléctrico desde finales del siglo XIX. En principio, con centrales térmicas próximas a los centros de consumo. Cuando la tecnología avanza y, gracias a la alta tensión, se puede trasportar la electricidad a grandes distancias, con lejanas centrales hidroeléctricas. El Salto de Bolarque ya estaba operativo desde 1910 con un embalse de 30 Hm3 y una central de 15 megavatios. Bolarque se encuentra a 75 km en línea recta de Madrid y a 65 de Villalba. De Bolarque le llega la energía sin ningún problema. Si en Villalba se construye otro salto aprovechando el gran desnivel que el Júcar excavó se puede llevar la luz de Villalba a Bolarque y de aquí, sumadas ambas, a Madrid. Así se hace.
Es la Sociedad Anónima Eléctrica de Castilla la promotora y constructora de El Salto de Villalba.
El poblado y la central es un conjunto arquitectónico admirable en un entorno natural muy hermoso, junto al gollizno que el Júcar ha abierto en la roca. La obra humana, a los pies de los altos roquedos donde el Ventano del Diablo vigila al rio, complementa a la que el agua construyó durante siglos en el corazón de la piedra. Se erigió con una estética de siglos pasados y, al mismo tiempo, con los materiales más modernos de hormigón y metal. La central se asemeja a un palacio.
El poblado se levanta fundamentalmente en la margen derecha del rio. Aquí, junto a la Central, encontramos la Casa de Dirección, llamada el Hotel, residencia de ingenieros, diez viviendas pareadas en cinco edificaciones y una capilla con el empaque de una iglesia. Un conjunto muy hermoso de arquitectura armoniosa que imita la renacentista. La propia central es un monumento en sí mismo que recuerda el Palacio de Monterrey de Salamanca. Para acceder al poblado y a la central fue menester levantar un puente sobre el rio. El puente tiene una capacidad de carga de hasta 20 toneladas. Y al mismo tiempo ofrece un ojo amplio de 19 metros de luz para facilitar el curso de los troncos. En la margen izquierda encontramos junto al acceso desde la carretera de Cuenca, las escuelas, los talleres, las oficinas y una hospedería para trabajadores eventuales. Se instala ¡cómo no! la red eléctrica en todo el poblado, el suministro domiciliario de agua corriente y el alcantarillado de aguas residuales. Un poblado adelantado a su tiempo, con el confort doméstico que en la mayor parte de la provincia tardará 40 años en llegar.
Los talleres de carpintería y herrería respondían a la necesidad de que la central fuera funcionalmente autónoma, dada la lejanía a otras empresas auxiliares.
El Júcar es un rio mediterráneo con un caudal irregular. Las lluvias y las nieves lo solían engordar en invierno y primavera, pero el verano lo dejaba consumido. Era necesaria la existencia de un embalse para asegurar un caudal constante en la central. Así que la compañía solicita y obtiene en 1923 una concesión para construirlo en el paraje de la Toba. La presa se hallaría en el término de Uña, pero la mayor parte del vaso pertenecería al de Cuenca.
La Central entra en funcionamiento en 1926, tras dos años de obras y sin que se haya levantado todavía la presa. De hecho, en 1927, hay un cambio trascendental: el Estado le anula la concesión a la compañía y decide encargarse él directamente de su construcción. Ello supondrá que el dueño del embalse ya no será la compañía propietaria del Salto, sino el propio Estado. De esta manera, además del aprovechamiento eléctrico, las aguas embalsadas podrían destinarse a mejorar los regadíos vigentes, crear otros nuevos y atender las necesidades que la sociedad requiriera en el futuro. Eléctrica de Castilla deberá costear el 50% del presupuesto de la obra a cambio de aprovechar durante 99 años la concesión hidroeléctrica. Actualmente, después de varios cambios en la titularidad a lo largo del tiempo y a punto de vencer la concesión, el Salto, el canal, los poblados de la Toba y de la la Laguna de Uña pertenecen a la compañía Naturgy.
Sin embargo, las obras del embalse nunca llegarían a concluirse. En el año de 1935, en vísperas de la guerra civil, se interrumpen definitivamente y la presa se queda a medias. El proyecto preveía un embalse de 35 Hm3, algo mayor que Bolarque. La realidad va a ser muy otra: quedará limitada a los 9,7 Hm3 actuales.
Las aguas de El Salto no sólo proceden del rio Júcar, sino del arroyo del Rincón de Uña. Este arroyo, de corto recorrido, pero de caudal cuantioso y constante, había formado en su desembocadura una muralla de piedra tobiza con seis metros de altura sobre el cauce del rio Júcar. Esta formación tobácea retenía las aguas del arroyo formando una laguna de seis hectáreas rodeada de huertas.
El agua del Júcar se trae a la laguna mediante un primer tramo de canal con una capacidad de 7 m3 por segundo. El desagüe del canal en la laguna forma un pequeño salto, preparado para la instalación de una turbina que nunca llegó a llevarse a cabo. Para aumentar la capacidad y darle una función de segundo embalse regulador se construye un dique de dos metros de altura. La laguna deja de ser una laguna natural, que vierte sus aguas al Júcar en la espectacular Cola de Caballo, para transformarse en un segundo embalse de veinte hectáreas que inunda las huertas y desagua mediante compuertas en la continuación del canal.
El complejo hidroeléctrico de El Salto de Villalba articula tres sistemas de regulación de caudales, complementarios entre sí: la regulación anual de hasta 9.700.000 m3 en la Toba, la diaria y semanal de 400.000 m3 en la laguna de Uña y la instantánea de 15.000 m3 en el depósito de carga, ya en Villalba, desde donde el agua entubada desciende a las turbinas de la central.
Continúa el canal desde la laguna de Uña hasta el depósito de carga en Villalba aumentando su capacidad hasta los 10 m3 y salvando los peñascos mediante trece túneles, varios acueductos y un sifón. Destacan el acueducto de las Coronillas, el del del arroyo de la Madera, el acueducto-sifón de Royofrío y el túnel de 800 ms situado entre estos dos últimos. En El Parralejo se pudo evitar el túnel con una serie de arcadas muy llamativas. Es sobresaliente, sobre todo, el acueducto-sifón de Royofrio con 70 m de altura. Una gran obra de ingeniería estudiada y admirada por los especialistas. Hubo que afrontar el transporte de la madera, que el sifón no permitía, construyendo un segundo acueducto metálico superpuesto.
El canal, colgado sobre el abismo, entra en el término municipal de Villalba aproximándose a la central y finaliza en un depósito de carga y una casa de compuertas desde donde se precipitan las dos tuberías metálicas hasta las turbinas. A las tuberías se les dotó de un diámetro descendente desde 1,80 m hasta 1,50 m, para aumentar así la presión.
El Júcar era un rio maderero. Desde tiempo inmemorial, por él descendían hasta Cuenca y Valencia una de las variedades de pino más estimada en España para estructuras de edificios y para embarcaciones: el laricio o negral de la Serranía de Cuenca, que también bajaba hasta Aranjuez a lo largo del Guadiela y del Tajo. Había que compatibilizar el uso hidroeléctrico con el de las maderadas. Al final se encontró una solución excelente para todos. La central dispondría de los caudales suficientes y la madera, en lugar de bajar por un Júcar menguado, lo haría en menos tiempo que antes por el canal. Para ello se elevaban los troncos mediante una grúa por encima de la presa de la Toba y se depositaban en el canal. Y al llegar al depósito de carga del Salto de Villalba, tras haber “descansado” en la laguna y “volado” sobre Royofrío, se devolvían al rio mediante otro canalillo en rampa construido exclusivamente para ello. Dada su pronunciada pendiente bajaban los troncos a gran velocidad con muy escasa cantidad de agua.
Poco falta para que el Salto cumpla 100 años en activo. Se ha convertido, aunque carece de reconocimiento oficial, en un museo natural y en un patrimonio histórico. El conjunto hidroeléctrico formado por la Toba, el canal, la laguna de Uña y El Salto de Villalba, junto con el entorno natural en el que se enclava, merece atención y protección. Pues si bien sigue siendo una industria privada es también un bien cultural cuya integridad puede deteriorarse, como ya se está viendo en parte del poblado.
BIBLIOGRAFÍA:
–“Abastecimiento de energía eléctrica de Madrid”. Juan Lázaro Urra. Dos artículos. Revista de Obras Públicas, enero 1924:
- 1º: 1924, 72, tomo I (2396): 12-13.
- 2º. 1924, 72, tomo II (2398): 43-46.
– “Salto de Villalba”. Juan Lázaro Urra. Dos artículos. Revista de Obras Públicas, noviembre 1925:
- 1º. 1925, 73, tomo I (2441): 519-523.
- 2º. 1925, 73, tomo II (2442): 551-555.
–”El salto de Villalba de la Sierra de la Sociedad Anónima Eléctrica de Castilla”. Juan Lázaro Urra. Revista: Ingeniería y construcción, setiembre 1923.
-Confederación Hidrográfica del Júcar. www.chj.es. S.I.A. Júcar
-De la Toba a Villalba por un canal. Francisco José Rodríguez Martí. Construcciones Sarrión. Cuenca, 2010.

Amante de la naturaleza. Agente medioambiental de la CH Júcar
Fuente: losojos.es
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