miércoles, 11 de septiembre de 2024

CHOZOS Y CORRALES. TORREJONCILLO DEL REY, UN PUEBLO MESTEÑO. Parte 1


A todos los pastores y sus mujeres, zagales, y “rochanos”, de Torrejoncillo del Rey LA CASILLA DE CUCHILLEJA, Y UNA REVELACIÓN

El término municipal de Torrejoncillo del Rey es rico en lo que se denomina arquitectura auxiliar tradicional, y muy especialmente en la agropecuaria: casillas, chozos, cucos, corrales, rediles, apriscos, parideras, establos, pajares, casas y aldeas de labor…, como no podría ser de otra manera, siendo como es, desde su formación con la repoblación durante la Reconquista, incluso muy anterior, un pueblo tan apegado a la tierra, donde la agricultura y la ganadería fueron el motor principal de la economía local, y comarcal desde tiempos inmemoriales, con alguna que otra pequeña industria, pero sin duda vinculada a este sector primario.

Cada actividad con su particularísima arquitectura, como los molinos hidráulicos para molienda de grano o para la fabricación de lanas, y, más contemporáneos, para la producción eléctrica; u otras como la almazara y la fábrica de harinas, o bodegas para autoconsumo en las cuevas de vino de la gran parte de las antiguas viviendas del pueblo -también contribuían a la economía doméstica para el almacenamiento de aceite, o la fabricación del queso- coexistentes también con un puñado de las típicas cuevas-bodegas horadadas en el barrio de San Ramón y en otros barrios y arrabales, como las que tan abundantemente cuentan los pueblos de la Alcarria.

Importantísimo bienes culturales inmuebles de esta popular arquitectura auxiliar existente en el pueblo, un entramado de pequeñas industrias familiares, que eran la base de la actividad economía de subsistencia del municipio, hoy diríamos que microempresas sostenibles, y no sólo esta importancia por los numerosísimos y variados elementos que salpican todo el término, tanto urbanos como rústicos, sino por su incuestionable valor histórico y etnográfico, y que lamentablemente, la gran mayoría de ellos, sin actividad alguna y en situación de abandono, se encuentran en estado de ruina, cuando no hundidos, irremediablemente, o desaparecidos para siempre del acervo torrejoncillero, y aun peor, prácticamente extinguidos de la memoria de un pueblo. 

El pasado junio de 2023, todavía con “la resaca” de mi relato, Torrejoncillo del Rey. Un pueblo de Aljez, escrito en la primavera del año anterior (https://elpuntaldelasanimas.blogspot.com/), asistí a un seminario de los cursos de verano de la UCLM desarrollado en la Escuela Politécnica de Cuenca y en la Posada San José de la ciudad, con el título El Yeso tradicional en la rehabilitación del Patrimonio Cultural. El conjunto histórico de Cuenca: situación actual, retos y posibilidades para su recuperación.

En el seminario, entretenidísimo, coincidí con el profesor D. Emilio Guadalajara Guadalajara, conquense natural de Cañada del Hoyo, bien conocido por los torrejoncilleros, pues ha formado parte de numerosos proyectos de lapis specularis, con demostraciones y talleres sobre el yeso especular y su manejos y usos, tanto en la propia Mina de La Mora Encantada, como en la Casa de Cultura municipal. 


 Profesor Emilio Guadalajara Guadalajara. (Foto: Ociocuenca.es)


El polifacético profesor, ahora jubilado, participaba en el Seminario con una exposición, maquetas, y videos sobre el yeso tradicional. En uno de los descansos de la Jornada, visionado junto a él uno de sus videos presentado: De Yeso, me trasladaba su fascinación por “¡la mejor paridera que había visto!” 

Mi asombro fue mayúsculo cuando comprobé que el edificio que mostraba y describían las imágenes, y que con tanta pasión me hablaba, se trataba nada más y nada menos que de la Casilla de Cuchilleja, situada junto a la Vereda, en el confín del término municipal de Torrejoncillo del Rey, al suroeste, antes de adentrarse en las meridionales tierras del sesmo del Campo del antiguo alfoz de Huete; y que se mostraba como ejemplo de una típica construcción auxiliar agropecuaria de arquitectura popular en yeso tradicional a todos los asistentes al Semanario, a través de la proyección de su video.



Casilla de Cuchilleja, junto a la Cañada Real de Jábaga, Ramal nº 4 de Collado Rubio

Dejo al pie de este articulo el enlace de su video, recomendado su visionado, no sólo para los interesados en la arquitectura tradicional, sino para los propios del lugar, con la esperanza que despierte conciencias del incuestionable valor patrimonial que poseemos, con la existencia de estas últimas edificaciones ganaderas y agrarias. Tiene el maestro multitud de videos interesantísimos igualmente, que, a un simple “clic” de YouTube, están al alcance de manera rápida y sencilla de obtener. 

En este video, De Yeso, también podremos ver la Casa de Quintanares junto a otros ejemplos arquitectónicos, ubicada en el paraje que lleva su nombre, junto al río Gigüela, en el Camino de la Madre de Dios, a unos 2,5 km de la Ermita de Urbanos. Una muestra más de este abundante patrimonio con el que cuenta Torrejoncillo, tan olvidado y menospreciado. 


Casa de Quintanares

Recordaba vagamente esta singular Casilla. Pudiera ser visitada por última vez cuando niño, de cuando acompañaba en los atardeceres tórridos del verano a mi padre, Sebastián Cuenca, a la pesca de extinto cangrejo autóctono en el río de Las Lagunas en el Puente de Cuchilleja, o del Torrejón, o por aquellos parajes desolados del término, aguas arriba, ya de la Mancha Alta. La mayoría de las veces nos acercábamos los dos por el Camino de Urbanos montados en el duro Vespino, el modelo clásico NL, de color azul, y toda la aparamenta de pesca a la espalda. 

Depositadas espaciadamente la decena de reteles a lo largo del lecho del río, la mayor de las veces vareando el carrizo para su acomodo, tras un tiempo de espera que a mí se me hacía interminable y aburrido, en silencio, pues los cangrejos tiene un gran sentido del oído, sacaba del exhausto arroyo, en un rápido y silencioso tirón de la cuerda del retel con su mano izquierda y ayudado con la larga y fina horquilla en su mano derecha, sujeta firme y con un fino movimiento, lamparillas cargadas de cangrejos rebozados en cieno, previa y abundantemente cebadas con restos de mondongos de la carnicería de la tía Vitoria -¡con qué cariño trataba siempre a su sobrino Sebas!

Inmediato, con la lamparilla depositada en el suelo cuidadosamente, iba midiendo la longitud reglamentaria con un cigarrillo de Fortuna, devolviendo al río el crustáceo menor para evitar la posible sanción de la Guardia Civil, mientras, yo, espantando a manotazos tábanos y mosquitos, llenaba el húmedo y fresco talego con la pesca apta, fascinado por estos movimientos artesanos que mi padre realizaba con tanta indiferencia, con sus modernas gafas de sol, de aviador verdes que verano tras verano perdía en las riberas de estos míseros ríos -lo que no perdería nunca era su sonrisa, limpia y sincera-, no sin sentir cierta repugnancia por el desagradable olor de las vísceras podridas para el cebo y del légamo removido del río y que a mí me descomponían las tripas, evitando las amenazantes pinzas de estos cangrejos españoles, y sus rápidos movimientos espasmódicos de las colas, en un último intento, vano, de huida desesperada.

Sin dudarlo, después del Seminario de la UCLM, apenas unas semanas después, volví de buena mañana en el mes de julio a la Casilla de Cuchilleja, con estos felices recuerdos que pululaban en mi cabeza según avanzaba por la Vereda en su busca.

No mentía Emilio, ni exageraba con su exaltado apasionamiento sobre este antiguo edificio. La verdad que se trata de una instalación ganadera magnífica, interesantísima no sólo desde el punto de vista arquitectónico, claro ejemplo de construcción popular, tan típica en nuestra comarca como vengo insistiendo, sino por el enclave en el que se encuentra, en plena Cañada Real de Jábaga, el ramal nº 4 de Collado Rubio de la Cañada Real Conquense, a la que luego volveré, con toda la intrahistoria que este elemento modélico de la ganadería ovina lanar, emplazado en la vía trashumante, acumula.

Recomiendo, evidentemente, la visita cuidadosa a la cabal Casilla de Cuchilleja, como a otros muchos estimables chozos y corrales ganaderos supervivientes de Torrejoncillo del Rey, igual de interesantes desde este punto de vista arquitectónico, agropecuario, y etnográfico, de incuestionable valor patrimonial, de los que seguidamente hablaré.

Circundarla despacio, parándose para observar sus detalles, o adentrase en su interior, mientras aun permanezca en pie, y con un poco de imaginación y empatía, es volver al pasado de la antigua y dura vida rural, al mundo pastoril de tiempo inmemorial, aquélla labor sempiterna, hasta no hace muchos años aun sobreviviente, hasta su desarraigo tras las grandes migraciones de los años 50 y 60 a las capitales, donde hoy cohabita su alma olvidada y solitaria entre extensos parques solares fotovoltaicos, enormes y altísimos aerogeneradores eólicos, y largas líneas eléctricas de media tensión que se pierden lejanísimas entre los cerros o las llanuras deshabitadas para el suministro energético a las grandes ciudades y el disfrute de los urbanitas y sus locos cacharros eléctricos, con su alegre consumo desaforado y reivindicativo.

Sobre las líneas y molinos eólicos, destelladas por el resplandor de los nuevos pantanos especulares, las grullas, con sus graznidos y coreografías marciales, sobrevuelan indiferentes estas colosales instalaciones energéticas en sus migraciones trashumantes, ajenas al mundo antiguo que se perdió.   


 

Casilla de Cuchilleja. Entrada y fachada noroeste, a Cañada Real.

La Casilla, todavía en pie a pesar de las amenazadoras grietas de alguna de sus cuatro paredes, reventadas, y resistiendo sin saber el porqué de su lucha, como un último hálito del alma de estas viejas rocas de antiguos minerales, es de construcción en mampostería de piedra caliza recibida con mortero, con alguna reforma con material contemporáneo: ladrillos perforados y mortero de cemento. Su planta es rectangular, con unas dimensiones de 15 m de largo por 5 m de ancha, orientada de noreste a suroeste, y con su entrada encarada a la Vereda. 

Exhibe ya evidentes muestras de agotamiento, disgregándose lentamente sus paramentos, donde su espalda ha sucumbido tras el paso de los años y la falta de rehabilitación. La sección podría ser de arco catenario, con la cubierta de tipo bóveda de cañón apuntada. Parecería una antigua pirámide egipcia saqueada, a la espera del reconocimiento arqueológico que no llega, indiferente al valor que contiene.


 Estado de la espalda de la Casilla.

Su interior, partido por tabiques igualmente de mampostería de piedra y mortero, se divide en cinco estancias. La primera junto a la entrada, a modo de zaguán, tiene la longitud exacta de dos bancos corridos de no más de metro y medio de longitud, uno a cada lado de la pequeña estancia, sin duda para el descanso y refugio de los pastores. A continuación de ésta, comunicadas entre sí, otras tres salas alineadas. 

La segunda, igualmente pequeña y estrecha, sin mucha longitud, está diáfana y sin restos de otros elementos auxiliares: banco, pesebres, hornacinas… La divisoria con la siguiente sala, la tercera, es una chimenea, centrada, con hueco a cubierta para la salida de humos del fuego que usarían los pastores para calentar la choza y cocinar; y las dos contiguas previsiblemente usada como paridera y estabulación. Dos de las salas intermedias, la tercera y cuarta, cuentan con aberturas laterales de acceso al antiguo corral. La quinta zona de esta alineación de habitaciones ha sucumbido, como una ficha de dominó.



 Casilla de Cuchilleja. Fachada sureste, al corral.

De su corral, situado en el lateral sur de la casilla ocupando el recinto improductivo catastral de la parcela, prácticamente en su totalidad destinada a labor de cereal secano, que ocupa este conjunto arquitectónico, presionado por la roturación irrespetuosa, apenas quedan vestigios de los cimientos de los muros de cierre, construidos en piedra seca, no más de 1.5 m de altura tendrían, la justa para la protección de las rachas de viento y seguridad del ganado.

En este espacio no quedan restos de pesebres, tornajos, pajares o cualquier otra instalación que pudiera completar este corral para su actividad ganadera. También desconozco la posible existencia de algún antiguo pozo o abrevadero. Bien es verdad que la Casilla se encuentra muy próxima al río de Las Lagunas, así como al Manantial de Paleros, al norte, a tiro de piedra del río de Vegaseca. 

Antes de acercarnos hasta el manantial, frente a la Casilla, al otro lado de la Vereda, tropezamos, como un túmulo, apostado a media ladera de una leve loma, a resguardo de los vientos del oeste o poniente, mimetizado con el terreno, el antiguo Chozo “Casilla del Tío Cándido”, del que apenas quedan restos, tanto de este chozo como del que fue su corral, y con el que cerraré junto con la “Casilla del Tío Vicente”, en la Sinforosa, la ruta senderista. 


 Detalle de la Casilla de Cuchilleja con los accesos y corral.

El emplazamiento de la Casilla es realmente estratégico. Parecería una antigua estación de ferrocarril, un apeadero de la trashumancia para el descanso de viajantes: pastores y agricultores, mientras el ganado lanar apacentaría y abrevaría en “una gran extensión de terreno erial que existía en este sitio para que la ganadería descansase al paso por esta Vereda o Cañada Real”, tal y como atestiguan los escritos. 

Se encuentra en el límite del término, junto al rio de Las Lagunas al sur, próximo al puente citado, que recoge las aguas del río Torrejón desde Las Juntas, paraje al otro lado de la Vereda donde se aúnan otros cursos de agua discontinuos, igualmente penosos y pobres desde un punto de vista hidrológico, pues a apenas mantienen un mínimo caudal de manera constante a lo largo del año: el Río de la Vega Seca que llega desde Loranca del Campo y Olmedilla, y el Río Valdejudíos que riega los valles de Valparaíso. 

Juntos, en exhausto caudal, forman el Torrejón, que al cortar la Vereda toma el nombre de Las Lagunas o Launas, atravesando meseta hasta su desembocadura en el Río Gigüela, nuestro gran río, en el despoblado de las Villas Viejas, perteneciente al término municipal de Huete.

Antes de emprender el regreso, falta un último vistazo al interior de la Casilla de Cuchilleja para detenernos en los detalles de sus paredes, donde observaremos algunos grafitis curiosos y enigmáticos, antiguos, que han recogido ocurrencias en el paso de los años, por estos pastores, agricultores, o los visitantes curiosos, necesitados de dejar su impronta vanidosa o reivindicativa. 

 Sí alguien está interesado y quiere leerlo completo, puede pedírmelo por mail: ccarroyo@gmail.com

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