miércoles, 19 de junio de 2024

Historia de Cuenca. Seguidores de Julián Torrecillas

ALONSO DE OJEDA, “el Centauro” ( Torrejoncillo del Rey 1468-Santo Domingo Rep. Dominicana 1515).
NAVEGANTE, GOBERNADOR Y CONQUISTADOR, SE EMBARCÓ CON COLÓN EN SU SEGUNDO VIAJE A AMÉRICA, EXPLORÓ VENEZUELA Y FUE MAESTRO DE VIAJEROS COMO PIZARRO, NUÑEZ DE BALBOA Y HERNÁN CORTÉS.
 
Cuentan que fue Cristóbal Colón quien le impuso el sobrenombre de “El Centauro” cuando le vio lanzarse al ataque, lanza en ristre, en la Batalla de Jáquimo, la primera del Nuevo Mundo. Cuentan también que una de las mujeres más fascinantes, inteligentes y deseadas de su tiempo, la princesa Anacaona, le amó con locura y aseguraba que sus ojos sonreían a todas horas, sus delicadas facciones atraían de inmediato, y su cuerpo, perfecto en sus proporciones, parecía ser la muestra del Supremo Hacedor con vistas al día en que decidiera crear el hombre perfecto. Porque el único defecto que se le podía achacar a aquel ser inimitable era que mdía dos cuartas menos de lo que en justicia debería haber medido, aunque compensaba su pequeña estatura con la fuerza de un toro, los reflejos de una mangosta, la astucia de un zorro, la resistencia de un caballo, la impasibilidad de un búho y la valentía de una docena de tigres.
 
Y cuentan, por último, que Isabel la Católica confesó que solo había experimentado auténtico miedo la mañana que contempló los inconcebibles equilibrios y divertidas piruetas que un joven realizaba en lo más alto de la torre de la Iglesia Mayor de Sevilla, a casi 20 metros de altura.
“-¿Quién es tan arriesgado funámbulo”, quiso saber
-No es un funámbulo, Majestad; es ese loco de Cuenca, Alonso de Ojeda, que intenta entreteneros.
-Pues está consiguiendo aumentar mis preocupaciones al considerar que por mi culpa pueda malograrse un apuesto galán por el que suspiran mis damas de compañía…”.
 
La Reina, mujer severa y poco dada a frivolidades, manifestó toda su vida especial debilidad por el osado rapaz que se jugó la vida para llamar su atención, y más cuando, a lo largo de los años, demostró que su valor iba muchísimo más allá del mero exhibicionismo”.
Alonso de Ojeda fue el hombre que, por fidelidad a su patria, renunció a casarse con Anacaona y a convertirse en rey de los indígenas; fue el vencedor del temible cacique Canoabó, el Adelantado que dio nombre a Venezuela; el navegante que dictaminó de modo indiscutible que Colón había llegado a un continente y no a un archipiélago, y fue, por fin, el gran maestro de cuantos más tarde conquistarían el Nuevo Mundo.
 
Considerado siempre el gran Capitán, el más valiente, honrado e inteligente, fue, sin embargo, entre sus muchos discípulos, el analfabeto Francisco Pizarro quien se convirtió en virrey del gigantesco imperio peruano; el pendenciero Vasco Núñez de Balboa quien abrió el mayor de los océanos a los ojos del mundo; el mujeriego Hernán Cortés quien conquistó México, y el soñador Ponce de León, el primero en poner pie en Norteamérica…. Mientras que su líder, aquel al que todos amaban y respetaban, veía cómo la suerte le dio siempre la espalda para acabar pereciendo de hambre y abandono. Pidió que sus restos se enterraran a la entrada de una iglesia con el ruego que quien pisara su tumba rezara una oración por su alma para que el Señor le perdonara sus muchos pecados.
 
También dio noble ejemplo al ser el primero en casarse con una nativa y bautizar a sus hijos mestizos, por lo que, a mi modo de entender, es el español más cualificado para aspirar a la gloria. Pero la gloria, como las palomas, come migajas en manos mugrientas con el fin de ensuciar las estatuas de los grandes hombres.
 
Augusto Vázquez-Figueroa.
Imagen de 19Tarrestnom65

 

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