Detalle del mapa 1:25000 del IGM, de Torrejoncillo del Rey. Paraje de los Llanos
La ladera abajo, de formación geológica más indulgente en toda su amplitud para la roturación, de limos arcillosos con cristales de yeso y margas, ya de regreso al pueblo, salpicada de las frecuentes cuadrículas desordenadas de olivos alineados entre pinares, pequeños huertos, corrales, zarzales y aliagares, abandonando este alto estratégico, acoge una serie de parajes ahilados cauce arriba, algunos bien conocidos como el de la Hoya del Hocino, los tablares de la tía Blasa -con su corral cuadrangular del Tío Chines a escasos 250 m al sur del de Murie-, y el Molinillo, hasta terminar en el citado del Collado de la Hortizuela, cayendo pues al valle del río, el tercero de los valles que vengo enumerando. El Arroyo del Hortizuela, de nacimiento en el Espumarejo a unos 1084 m de altitud en el vértice de Villarejo en el Monte, quizás el de mayor altitud de ambos llanos, incluso de todo el término, es uno de los dos principales arroyos junto al de Valdelacasa (en el que más adelante nos adentraremos), de esta sucesión única de cerros y vallejillos que configuran la fisonomía de Torrejoncillo del Rey.
Panorámica desde el Vadillo en la Ctra. De Naharros, del vallejo del Hortizuela. De izq. A dcha. parajes como Plaza de Armas, Pinchaires, Hoya del Hocino, Tablares de la tía Blasa, y el Molinillo, en la ladera sur de los Llanos.
Este vallejo, con una extensión de dos leguas, abre el término hasta Naharros en su salida natural a Cuenca, hacia la Serranía, configurando al norte el Monte. En este valle se encuentran muchos de los principales nacimientos y manantiales que abastecen el municipio y las pedanías, o regaban los innumerables huertos en ambos márgenes del Hortizuela. La fuente de Pinchaires, la de la Hoya del Hocino, o la del Chopillo…, a solana, es decir al margen izquierdo del rio y la carretera abandonada por la Junta. O en la umbría las de la Melonera, Don Pedro, las Carabinas, el Mayorazgo, y por último Valdepinosillo -vertiente que quiebra la ladera con un nuevo barranco desde la Senda de la Morquera-, hasta el nacimiento citado del Espumarejo, ya en el término de la pedanía de Villarejo Sobrehuerta.
Aun dispone de una fuente de vida más, la de Fuente del Sauco o Fuentesauco de nacimiento en la Pajarera -donde podemos encontrar una de las escas plantaciones aun en el término de lavandín, y el Corral de la Pajarera-, el postrero de los manantiales que también alimenta el nacimiento del río, dividido en dos cursos a la altura del paraje del Valdepinosillo, como una lengüecilla bífida. Esta última fuente, ¡cómo no!, también forma parte del otro río artificial, subterráneo e indefectible: la red en alta de abastecimiento de agua para consumo humano del pueblo. ¡Fuentes, y más fuentes de agua limpia y sana, mineral, que regaban los huertos del valle, otrora abundante y ricos de verduras, hortalizas y frutales, sustento de muchas de las economías domésticas del pueblo!
Hoy la mayoría de estos hontanares se encuentran perdidos, invadidos de zarzas, inaccesibles, o secos sin apenas agua por la falta de nieves, de la que la poca aflorada es consumida en su totalidad por la población, o desperdiciada por la antigüedad de las redes de abastecimiento y falta de control y regulación, perdida en las oquedades y minas del subsuelo urbano. Sin lugar a sobrantes que mantengan un mínimo cauce ecológico, salvo cuando la demanda de consumo cae en las épocas de menor personal en el pueblo, o cuando los análisis sanitarios muestran el envenenamiento y las hacen no aptas para el consumo por el exceso de nitratos, a causa de la sobreexplotación de fertilizantes y purines de las tierras de labor de ambas alcarrias torrejoncilleras: la explorada hasta aquí en este relato de Los Llanos, y en la que nos adentraremos a continuación del Monte hasta el valle del río de Valdelacasa.
En el Hortizuela sólo vemos correr el agua en estos casos, o en su natural función de evacuar las aguas de las lluvias copiosas y las escorrentías por las ramblas en los momentos de tormentas, como un cauce errático y triste, en ocasiones violento, de agua en descomposición, melancólica y decepcionada por el consumo descontrolado, o por el envenenamiento del exceso humano en los tratamientos agrícolas y la sobreexplotación del vertido de purines de las granjas porcinas; añorando aquel hortelano laborioso, preciso en la administración hidráulica, y agradecido en la labor bien hecha.
La ausencia de la mano ordinaria del aldeano ha dado rienda suelta a una Naturaleza hegemónica, con su extensión salvaje y descontrolada, caprichosa, adueñándose e invadiendo estos rincones de antaño cuidados y ordenados como extensiones del hogar propio, que si bien escasamente productivos en términos agronómicos, sí vitales para las economías básicas de las familias de estos pequeños municipios de la España vacía. Sin perder de vista la labor callada, esencial para la defensa, conservación, y cuidado del medio ambiente de la comarca; en este vínculo entre hogar y medioambiente que se mantenía de recolección en recolección entre las generaciones que nos precedieron, hoy roto este equilibrio inexorablemente una vez perdida la herencia compartida y el abandono de estas tierras ásperas, pobres e improductivas.
Hoy los urbanitas se abrazan a los árboles según parece para mejorar la concentración y reducir los niveles de ansiedad y estrés que les provoca el mundo moderno, aumentada por la presión y alarmismo de grupos políticos de presión extranjeros; cuando quizás si en vez de este pasivo y estéril paliativo, la prescripción fuese ceñirse al astil de un azaón disciplinario, aferrarse a una desbrozadora estimulante, o manejar un motosierro vigorizante para cuidar la tierra de sus ancestros, serían sin duda remedios eficaces que mejorarían la salud desquiciada del mundo moderno, contribuyendo a reducir los niveles de ansiedad y estrés, y el consumo de ansiolíticos.
Es fácil desde esta posición de cuentista vanidoso, emborronar el papel de demagogia, como un alcaraván estridente, con lo que he de aplicarme humildemente el refranero, consejos vendo, que para mí no tengo. Pero la verdad es que no puedo dejar de sentir apesadumbrado esta pérdida de conservadurismo, de administración cotidiana y renovación de los escasos recursos del capital social y del económico que proporcionaba la comarca. De la ausencia de una verdadera ecología social, próxima a las circunstancias cotidianas y a las necesidades locales, y que no llegue impuesta mediante tratados y agendas inasumibles, confeccionadas en despachos ignotos por funcionarios al servicio de no se sabe bien qué intereses ajenos al “sentimiento local”, dogmas impuestos a golpe de presupuesto y políticas de amedrantamiento, con soluciones inalcanzables que no están en nuestras manos, y que sólo provocan desasosiego y zozobra. ¡Cómo contener una naturaleza desatada en un mudo rural en descomposición, apenas sujeta por los escasos agricultores y cazadores!
Arroyo del Hortizuela, a su paso por el paraje de las “Nogueras de Murie” y el nuevo bosque de las Hadas
Una vez más, ante la encrucijada de caminos en este relato de paseos por parajes de Torrejoncillo del Rey, salgo por otros derroteros enfangados de difícil salida y que se escapan al objeto de la narración, con lo que retorno a la senda del valle que no debería haberse abandonado.
Qué agradable resulta el paseo por esta magnífica cuenca del Hortizuela entre los Llanos y el Monte, dejarse llevar por el sonido del agua corriendo lentamente por este cauce, que agudiza los silencios de este paisaje encantador, con algunos rincones sobrecogedores, incluso “fantásticos” como el Bosque de la Hadas junto a las nogueras de Murie, próximo al frustrado proyecto de piscina de Jacinto, hasta adentrarnos al pueblo por el camino desde el Puente Nuevo: vista a la izquierda la castea de Abundio y el nuevo colmenar de Paco Briones; hasta llegar a la siempre enigmática Ermita de la Esperanza, y el cementerio -el otro pueblo tranquilo- a la espalda, cerrando este círculo telúrico con el que comenzaba esta empresa.
Bosque de las Hadas
El caminante sobre el mar de nubes', de Caspar David Friedrich. 1918. Museo de arte en Kunsthalle de Hamburgo (Alemania).
EL MONTE
El siguiente altiplano, de mayor extensión, es el del Monte. Comenzamos la excursión nuevamente colina arriba, subiendo desde el Puente Nuevo por el camino de Fuentesauco, para abandonarlo enseguida apenas avanzados unos metros, y tomar a la derecha una antigua senda pina de caballerías, hasta encontrarnos con la Fuente de la Tecla, donde haríamos una parada de descanso y tomarnos el tiempo suficiente para volver la vista atrás y contemplar el paisaje espectacular que abandonamos. Esta fuente mancomunada como todas, nutría igualmente numerosos huertos dispuestos en pequeños tablares, ordenados y pulcros, sustentados por muros precisos de piedra de yeso, en esta media ladera de Don Pedro y el rincón de Las Carabinas. Cada uno con su poza y regueras comunicantes, como el de Cruz, Repollo -que posteriormente pasaría a ser de Pepe Moya. Recuerdo el visitarlo siendo niño muchos atardeceres a lomos de la borriquilla hatera de mi tío abuelo llegando por la senda desde los depósitos del agua, espantando tábanos y evitando sus picaduras caprichosas, sin distinción de niño o bestia, y el sabor del bocado al pepino virgen, recién arrancado de la mata, fresco y limpio en la poza. Hoy vericuetos inaccesibles, sólo visitado por jabalíes y cazadores, engullidos por la salvaje vegetación.
Recuperado el resuello, abandonada la nostalgia, completamos la elevación hasta los 1.055 m de altitud, hasta llegar al cerro de las Carrasquillas. Este cerro, con el controvertido monumento al Sagrado Corazón de Jesus emplazado en el puntal de su cima, franqueado por siete viejas encinas, ofreciendo desde su pedestal toda la extensión de Torrejoncillo del Rey, desde donde se dibujan a la perfección sus calles y plazas desde este mirador sobresaliente, será el buque insignia de este relato de Cerros y Vallejos, por la significación para el pueblo y el simbolismo que contiene, como un icono rural de arte pop, que este paraje excepcional representa para los hijos de Torrejoncillo.
“¡Qué me lleve el aire a las Carrasquillas!”
Gracias por publicar el artículo Benjamín. Además por entregas, parce un antiguo folletín, como los de antes. Si alguien que siga el blog, quiere leerlo completo, aquí dejo el enlace: https://elpuntaldelasanimas.blogspot.com/2023/02/cerros-y-vallejos-de-torrejoncillo-del.html
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