El
gesto de tirar las colillas de tabaco al suelo, tan habitual en los
fumadores como aceptado por todos, genera uno de los residuos más
abundantes y más tóxicos del planeta, además de provocar muchos de los incendios no intencionados, que nos azotan cada verano.
Os recordamos a todos que en nuestro pueblo no hay servicio de limpieza, y son los vecinos por su propia voluntad quienes barren o no la puertas de sus casas, eso contando que haya vecinos, así que rogamos a todos los fumadores que no tiren las colillas al suelo, ya que al final lloverá e irán directamente o a las aguas o al campo.

En una sociedad cada vez más concienciada con el grave problema medioambiental que genera el abandono de residuos en el entorno, resulta sorprendente que siga aceptándose como algo normal que los fumadores arrojen las colillas de sus cigarros al suelo sin inmutarse, como si fuera lo más natural, incluso de forma ostentosa: proyectándola a lo lejos con los dedos.
Un hábito que muchos mantienen cuando acuden estos días al pueblo, no dudando en apagar sus cigarrillos en el suelo y dejando allí la colilla clavada. Pero, además del incivismo que demuestra ese gesto, ¿resulta verdaderamente tan perjudicial para el medio ambiente? Primero vamos a dimensionar el problema.
Cuando acaban en el agua, sus contaminantes se disuelven intoxicando los ecosistemas y afectando a la vida marina
Según los cálculos llevados a cabo por el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), en nuestro país se generan como residuo más de 32 millones de filtros de cigarrillo al año, y más de tres cuartas partes acaban en el entorno. De hecho, la colilla de cigarro es con diferencia el residuo más abundante en campañas de limpieza de las playas como la que acaban de llevar a cabo los miles de voluntarios del Proyecto Libera.

El inocente y en apariencia inocuo filtro de los cigarrillos es en realidad una bomba química altamente contaminante. El acetato de celulosa del que está compuesto retiene en su interior un cóctel de sustancias en el que, además de nicotina y alquitrán, podemos encontrar arsénico, cadmio, cobre, níquel y otros metales pesados.
Todo eso es lo que contiene una colilla, una dosis de sustancias altamente tóxicas que, multiplicada por los millones de unidades esparcidas cada año por la arena de las playas, se convierte en uno de los mayores problemas medioambientales a que nos enfrentamos. Un problema que se hace todavía mayor cuando todos esos contaminantes acaban en el agua y se disuelven, intoxicando los ecosistemas y afectando a la vida animal.
Los científicos llevan mucho tiempo alertando del alto riesgo que supone para nuestra propia salud y la del planeta que el veneno de las colillas acabe integrándose en la cadena trófica, contaminando el pescado del que nos alimentamos e incluso la sal que usamos como condimento.
Debido a ello, cada verano son más los tramos de costa donde se prohíbe fumar, además de prevenir los efectos negativos del humo para el organismo de los fumadores pasivos, contribuyen a evitar que las colillas y su cóctel tóxico acaben contaminando primero la tierra y finalmente las aguas.

Aunque todo es más fácil. Basta con que, si vas a fumar, no claves la colilla en el suelo y uses cualquiera de las numerosas alternativas que tienes a tu disposición: desde los ceniceros, hasta una simple lata vacía. Esa es la mejor medida para acabar con este problema, en apariencia menor, que está envenenando el entorno y a nosotros mismos.
Fuente: https://www.elconfidencial.com
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