Por Carlos Cuenca
Arroyo.
A través del perfil de facebook de la Fundación Huete Futuro,
he tenido conocimiento de la publicación del Instituto Nacional
de Estadística (INE) del “Censo de Pecheros
del Emperador Carlos I, de 1528”:
En la introducción de esta interesante publicación en dos tomos del
INE, editada en 2008, podemos leer: El emperador Carlos I decidió
que se revisasen los padrones de pecheros, es
decir de los vecinos obligados a atender los “Servicios
de Su Majestad”, que eran impuestos aprobados por las Cortes de los
que estaban exentos la Nobleza y la Iglesia. Para ello
ordenó que dos comisionados por Intendencia (Zonas geográficas
equivalentes a las actuales provincias) recorrieran los pueblos
revisando el número de pecheros, anotando las cantidades que
pagaban, estableciendo cuánto debían pagar e informando sobre la
riqueza de cada lugar para fundamentar con equidad las “cáñamas”
o contribución correspondiente a cada pueblo. La recopilación duró
casi ocho años pero los datos se refieren a los pagos realizados en
los años 1527 y 1528. En el año 1541 se estableció un nuevo
“Servicio extraordinario”, lo que exigió una revisión del
Censo. El conjunto de todos estos datos se encuentra reunido en un
legajo que se conserva en el Archivo de Simancas con la signatura
“Contadurías Generales núm. 768”.
Carlos V en la Batalla de Mühlberg. 1548. Tiziano. Museo del Prado
Como sabemos (blog torrejoncilleros del 03/01/2018), podemos tener a
gala que el Emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio
Germánico, camino de Valencia, y llegado desde Albalate de Zorita,
donde la jornada anterior la había pasado adorando devotamente la
magnífica Santa Cruz, románica y milagrosa, de este pueblo
alcarreño, como narra en una bonita historia para el ABC el escritor
y periodista guadalajareño J. Gil Montero (1898 – 1967), pasó por
Torrejoncillo del Rey y pernoctó en el pueblo, casualmente en abril
de ese año de 1528. Sería interesante saber en qué casa o posada
pasaría la noche, la familia que le agasajó, su cena o desayuno
antes de continuar viaje, si se interesaría por alguna cuestión de
aquí…
Pero a lo que vamos, que me disperso, y hablaba de pecheros. Pechero
viene de pecho o pecha, y comenzó a usarse en la Baja Edad Media
para referirse a los tributos o la renta. En el Antiguo Régimen, los
pecheros eran los miembros del tercer estamento dentro de la pirámide
feudal, que distinguía grupos sociales establecidos por la sangre, y
que se dividían entre estamentos privilegiados (nobleza, caballeros
y clero) en el 1º y 2º estamento, y los no privilegiados que eran
los campesinos o villanos y siervos
España estaba divida, a tal efecto de este “Censo de Pecheros del
Emperador Carlos I, de 1528”, en Intendencias, que como
indica la introducción del libro equivaldrían a la actual división
política de España por provincias, en concreto 36 Intendencias,
donde la localidad de Huete encabezaba una de ellas, la
número 16, con 88 vecindarios, que en su extensión por número
de vecindarios en esta división territorial era superior incluso a
su tierra, que contaba con 60 núcleos. En esta intendencia de
Huete y dentro de lo que entiendo sería su Alfoz, evidentemente se
encontraba Torrejoncillo del Rey.
En los datos que incluye este trabajo del INE, muy ilustrado y con
profusión de tablas, en los referidos a Huete, su “tierra”
y resto de vecindarios de la Intendencia (páginas de 291 a 298, Tomo
I), podemos comprobar cómo en 1528 Torrejoncillo contaba con un
padrón de 278 pecheros del total de 7.478 -entre los que no se
encontraban por tanto “la Nobleza y la Iglesia”-;
es decir antepasados contribuyentes a los Servicios de su Majestad el
Emperador Carlos I, quien una noche de abril de ese año, camino de
Valencia, la pasaría entre ellos.
En el trabajo también se establecen las “cáñamas” o
contribución correspondiente a cada pueblo, y así en la tabla
resumen de Intendencias (pág. XX, Tomo I) la contribución asignada
a la de Huete era de 1.085.340 maravedís, lo que correspondía una
repartición de 145,10 mrvs. por vecino en este territorio nuestro.
Lo de pagar impuestos por las clases medias se ve que viene de largo.
El maravedí era una antigua moneda española, de diferentes valores,
algunas veces incluso imaginaria, y empleada también como unidad de
cuenta hasta el siglo XIX. Según las últimas fichas
socio-económicas del Consejo General de Economistas, que también
han sido expuestas en torrejoncilleros (entrada de 13/03/2020)
la recaudación en 2016 por habitante en Torrejoncillo, casi cinco
siglos después, es de 475,14€.
Pero continuando en rápido vistazo a la tabla de este trabajo del
INE donde relaciona la Intendencia de Huete, que contaba como digo
con 88 vecindarios, me llama la atención que después de la
localidad de Pareja de la Guadalajara alcarreña con 350 pecheros
censados, Villarejo de Fuentes ya en la actual provincia de Cuenca
con 313, y nuestra vecina Carrascosa del Campo con 298, Torrejoncillo
del Rey era el cuarto municipio con mayor número de contribuyentes
de esta lista, si excluimos a Huete “ciudad” con 838
pecheros; lo que nos puede dar una idea de la relevancia de nuestro
municipio -así, la pernocta del Emperador quizás no fuese casual-
no sólo dentro del Alfoz de Huete donde estamos en 2º lugar con un
5,2% del total de 5.342 vecinos que pechaban, sino de la propia
Intendencia de pecheros de España n.º 16 donde representaba el 3,7%
del total de contribuyentes, lo que equivaldría a una aportación en
impuestos de 40.158 maravedís.
Siempre el orgullo patrio local nos lleva a creernos que nuestro
pueblo es o ha sido importante, cuándo no el más importante si uno
se sitúa en posiciones localistas extremas; pero de vez en cuando
tirando de viejos manuscritos, hechos bizarros, ilustres antepasados,
acontecimientos cotidianos de sus gentes…, o una simple
estadística de impuestos y contribuyentes, no viene mal para la
autoestima colectiva comprobar, no sólo por este amor a nuestro
pueblo o por el culto al imaginario mitológico, la relevancia de
Torrejoncillo del Rey y su grande historia, a pesar de las muchas
miserias que en su correr de los siglos se habrán producido, y los
muchos impuestos seguro pagados en ocasiones malgastados.
Ahora bien, es evidente que un pueblo no puede vivir permanentemente
de la añoranza de la grandeza más o menos relevante de su pasado
-cuando no, alimentándose únicamente de sus debilidades-; creo que
eso es nostalgia -o pesimismo paralizador-, que como sabemos sólo
nos puede llevar a la melancolía permanente, a la depresión: qué
es sino la despoblación que nos asola que el abandono del
pundonor colectivo de una intendencia.
Sólo desde el trabajo altruista y desinteresado lejos del interés
particularista, el entusiasta emprendimiento y la empresa productiva
manteniendo a raya el letargo, el virtuosismo de sus próceres y su
dedicación al bien común frente a la mediocridad y estulticia, el
mantenimiento y respeto de nuestras costumbres y tradiciones, el
cuidado y defensa del patrimonio..., sólo así se puede continuar
añadiendo al imaginario torrejoncillero relevantes elementos que nos
hagan sentir orgullosos del currículum de Torrejoncillo del Rey,
continuar perpetuando y sosteniendo –cuando no engrandecer- su
historia y la de su territorio.
La atonía contaminante, la pérdida de ilusión, no pueden empañar
la herencia recibida y abandonarla a su suerte, al albur de los
actuales acontecimientos tan desazonadores, y relegarla a los
archivos históricos en viejas estanterías o modernas nubes
virtuales; por esto habrá que apelar al pundonor de las sociedades
inferiores, colectivas, y sólo así podremos alimentar el orgullo
por Torrejoncillo del Rey, y contribuir a legar a nuestros
descendientes su relevante y grande historia aldeana, viva e
ilusionante. Eso sí, a pesar de los tributos, otrora maravedís, ora
euros, como ya en 1528 nuestro emperador Carlos I exigía a los
pecheros de Torrejoncillo del Rey, con quien una noche primaveral del
mes de abril compartió cama.
En Torrejoncillo del Rey (Cuenca), en el día del padre, san José de
2020
Carlos Cuenca Arroyo
Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Torrejoncillo del Rey
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