martes, 21 de enero de 2020

ALTERACIÓN CLIMÁTICA EN TORREJONCILLO DEL REY. EL PEDRISCO DE 1847

En la recta final del pasado otoño, los día del 2 al 13 de diciembre, se celebró sin mucho éxito en el recinto ferial der IFEMA de Madrid la Cumbre del Clima 2019 COP25 organizada por la Conferencia de las Partes o COP, un órgano de Naciones Unidas.

Esta cumbre bianual (prevista inicialmente en Santiago de Chile, pero que dada la situación interna, este país hispanoamericano –en cambio climático como todos pero además en alteración política- se vio obligado a renunciar al evento en favor de la capital española), tenía el ambicioso objeto de establecer obligaciones para todas las naciones implicadas para combatir el cambio climático, ultimando reglas necesarias para implantar el Acuerdo de Paris 2020, ya en la cuenta atrás, con el que finaliza la vigencia del Protocolo de Kyoto.

El Acuerdo de Paris 2020, al que se llegó en la Cumbre del Clima del 2015 en la capital francesa, y que no pretendo desgranar en este texto, emplaza a los países firmantes a “evitar un cambio climático peligroso, estableciendo un plan de acción mundial que pone el límite de calentamiento global muy por debajo de los 2ºC; tendiendo un puente entre las políticas actuales y la neutralidad climática que debe existir a finales del siglo”, y los 195 gobiernos adheridos entre los que se encuentra España se comprometían a la reducción de emisiones, transparencia y balance global, y adaptación como leo en la web de la Comisión Europea.
En esta nueva cumbre del clima 2019, parece ser que para taparse las vergüenzas los representantes de las naciones asistentes y justificar las dietas, se llegó a un pseudo acuerdo de mínimos: “Chile – Madrid. Tiempo de actuar”, cargado de buenos propósitos y bellas palabras de moda en la retórica de lo políticamente correcto, y que tras sucesivos bloqueos al texto definitivo y último por parte de diversos países no se lograron establecer estrategias y acuerdos de calado con el suficiente compromiso de los Estados. Habrá que esperar a la 2020 COP 25, en Glasgow, de momento ciudad de la Gran Bretaña.
La definición de cambio climático podemos encontrarla en la web del Ministerio para la Transición Ecológica:
Se llama cambio climático a la variación global del clima de la Tierra. Es debido a causas naturales y también a la acción del hombre y se producen a muy diversas escalas de tiempo y sobre todos los parámetros climáticos: temperatura, precipitaciones, nubosidad, etc.”.
Y sus terribles consecuencias, que logran que uno se acueste con cargo de conciencia, culpable por tener la calefacción encendida en casa en este otoño frío de adelanto de invierno que pasamos aquí en Cuenca, o ir de compras sin capazo y en coche particular a un centro comercial, reza así en el Ministerio:

En la actualidad existe un consenso científico, casi generalizado, en torno a la idea de que nuestro modo de producción y consumo energético está generando una alteración climática global, que provocará, a su vez, serios impactos tanto sobre la tierra como sobre los sistemas socioeconómicos
Se predice la extinción de animales y plantas, ya que los hábitats cambiarán tan rápido que muchas especies no se podrán adaptar a tiempo. La Organización Mundial de la Salud ha advertido que la salud de millones de personas podría verse amenazada por el aumento de la malaria, la desnutrición y las enfermedades transmitidas por el agua. España, por su situación geográfica y características socioeconómicas, es muy vulnerable al cambio climático.”.
Así, la variación global del clima parece un hecho irrefutable, del que no seré yo quien discrepe o ponga en duda no vaya a ser que acabe tildado por algún gobernante de fanático, máxime teniendo en cuenta que ya en Torrejoncillo del Rey la vamos padeciendo y observando nada más y nada menos… que desde 1847.
Corría la primavera de ese año en pleno reinado de S. M. la Reina Isabel II, en la década moderada, con el general Narváez a la cabeza de su gobierno, en plena segunda guerra carlista, cuando el dos de junio de ese año un devastador pedrisco arrasó el término de nuestra localidad y otros de la provincia.
La tormenta fue de gran magnitud en todo el término y de graves consecuencias para haciendas agrícolas y ganaderas, desapareciendo completamente la hermosa siembra de granos. En el nomenclátor de la provincia de Cuenca de 2011 “Pueblos de España. Entre la huella del Tiempo y la fuerza de la costumbre”, de Miguel Romero encontramos la siguiente reseña que sobre tal grandiosa tormenta el historiador escribe así: en viejos papeles se reflejan anotaciones que recuerdan el pedrisco de 1847.
Como cuento, de este desastre natural se hizo eco la prensa del momento y así la hemeroteca nos ilustra sobre este tan adverso estado meteorológico del pasado siglo XIX que en nuestro término fue tan devastador y que el alcalde, a la sazón Dº Juan José Valsalobre, no tuvo más remido que pedir auxilio al “gobierno de la época”. Previa mirada a la providencia e implorar la ayuda divina, opta el señor alcalde por lo práctico y solicita la humana para paliar tamaño impacto tanto sobre la tierra como sobre el sistema socioeconómico de Torrejoncillo del Rey.
Esta iniciativa para acudir a Isabel II y apremiarla al socorro de nuestro término municipal, parte de una entrañable carta del señor alcalde, dolorosísima, cargada de sencillas y respetuosas palabras hacia S. M. la Reina, implorando la tan necesaria ayuda dado el estado de ruina y desolación en que quedó el vecindario. La carta datada el 4 junio, se publicó en el diario Eco del Comercio el 16 de ese mismo de 1847. Y decía así, según transcribo:

Señora. El ayuntamiento de Torrejoncillo del Rey, provincia de Cuenca, en nombre del pueblo que representa, con el corazón lleno de dolor y sentimiento se presenta a los R. P. de V. M. a implorar su amparo y protección: jamás los rasgos benéficos de una Reina a quien los pueblos tanto bendicen, pueden ejercerse con una necesidad que en favor de los habitantes de este vecindario desgraciado hasta el extremo de no poder recoger una espiga ni fruto alguno en todo su término en el presente año de 1847.

Una nube que se presentó en el pueblo por el nordeste el día dos del corriente descargó un pedrisco tan fuerte que todo lo arruinó: la hermosa siembra de granos ha desaparecido completamente; las viñas y olivas se han destruido para siempre; el ganado ha desaparecido casi todo, como igualmente infinidad de caballerías. ¡Todo es llanto y desolación!

Señora. Do quier se extienda la vista, no se ve más que semblantes tristes y pálidos que están anunciando la cruel suerte que les espera; los padres de familia piden a voces su muerte, pero la conservación de sus tiernos hijos que son inocentes y no puede haber ofendido al cielo para tan terrible castigo.

Señora: la vista solo puede comprender la desolación absoluta de unos frutos de tanto valor y sus consecuencias fatales. Ni la poesía más sublime ni el pincel más célebre, ni la pluma mejor cortada, son capaces de dar una próxima idea de este lúgubre cuadro, que sólo se puede comparar a la muerte.

Señora: Un pueblo de 500 vecinos laboriosos por naturaleza, honrados por educación, obedientes a la ley sinigual, ha quedado reducido en el espacio de 24 horas a una simple aldea. Cuatrocientos vecinos ha emigrado a buscar su suerte en otro país: la providencia los proteja, y quiera que no vayan a buscar su sepulcro lejos de donde nacieran, llenos de hambre y de miseria.

Horroroso es este cuadro, Señora, pero cierto por desgracia, tanto más, cuanto en el pueblo no hay granos para sostenerlo en el presente mes. La necesidad es apremiante, las medidas tienen que ser extraordinarias y el ayuntamiento cree de su deber poner en juego todos los recursos que su imaginación le sugiera para mitigar sus males; y después de implorara los auxilios de la providencia, acude a la que la representa en la tierra, a V. M., suplicando tienda su bondadosa vista sobre este fiel vecindario, tomando los informes que crea convenientes al efecto; y sus habitantes que tanto han rogado a Dios por la conservación de la preciosa vida, dejarán esculpido en el corazón de sus descendientes un acto de protección de una Reina que en tan sensible desgracia mira por su pueblo.

Torrejoncillo del Rey 4 de junio de 1847, a L. R. P. de V. M, El presidente del Ayuntamiento, Juan José Valsalobre.
Ignoramos si la carta tuvo consecuencias, se tomarían por la Reina “los informes que crea convenientes al efecto”, y si Torrejoncillo recibiría el auxilio demandado; pero la carta es de una sensibilidad exquisita, y guarda en sus líneas una llamada desesperada de un alcalde que llora sincero por su pueblo desgraciado, Torrejoncillo del Rey: “Ni la poesía más sublime ni el pincel más célebre, ni la pluma mejor cortada, son capaces de dar una próxima idea de este lúgubre cuadro” implorando así el necesario y urgente socorro para sus vecinos; respetuosísima como digo para con S. M. la Reina, y que en sus líneas aun lleva el sello del “Antiguo Régimen”, de fin de época, pero que bien podría haberse leído por actual desde la tribuna de la Cumbre del Clima COP25 Chile - Madrid 2019. Bastaba con sustituir la palabra “Señora” por el nombre de alguna mediática mozuela nórdica.


En Torrejoncillo del Rey (Cuenca), a 31 de diciembre de 2019
Carlos Cuenca Arroyo

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