Será en la década de los años 60, con el denominado
“desarrollismo”, motivado por el Plan de Estabilización de 1959
por los tecnócratas del Opus Dei del franquismo, cuando
Torrejoncillo pierde la friolera de 1.000 habitantes por el éxodo a
las ciudades. Es el inicio de la despoblación de la España rural e
interior y las grandes migraciones. En nuestro caso a Barcelona,
Valencia, y Madrid
Aun se sujeta el pueblo 20 o 30 años más, manteniéndose en la
barrera de los 1.000 habitantes ó 900, y esto contando con la
inyección que supuso al censo la agrupación de las 5 pedanías
actuales, realizada en 1974; pero será con la modernización de
España ya en plena democracia y el Régimen Constitucional de 78
cuando se produce la segunda oleada de migración al mundo urbano, y
la población vuelve a caer un tercio, no más de 700 almas habitan
Torrejoncillo y sus pedanías en el final de la década de los
noventa y primeros dos mil, agravada esta situación por el
envejecimiento de la población y el inicio del “invierno
demográfico” (hoy en Europa, 7 de cada 10 hogares están sin
niños).
Son éstos, los años de la despoblación silenciosa. La sociedad
definitivamente da la espalda al mundo rural. Si en los años 60 los
torrejoncilleros partían de su pueblo apesadumbrados por alejarse de
la familia y amigos, la marcha, quiero pensar que sería festiva,
alegre y bulliciosa, con un viaje fiado a una vida mejor, prospera,
en la fábrica, o en unos grandes almacenes lejos del duro y precario
trabajo agrícola; sin embargo la marcha en los años 2000 y
posteriores a la ciudad, se me antoja desalentada, sin ánimo de
migrar, desnortada y fiada al albur de una vida incierta, muy competitiva; de aquí la
“despoblación silenciosa”, jóvenes que quedarían en el pueblo,
si no fuera por la falta de oportunidades.
Ni tan si quiera la fuerte descentralización española, con el
Régimen Autonómico; o el ingreso en la Comunidad Europea en 1986,
con la ingente cantidad de fondos europeos a España y sus CC. AA., a
través de los fallidos Planes de Desarrollo Rural, han conseguido
fijar la población y poner freno a esta deriva.
Por último, la crisis de 2008 da la puntilla a nuestro pueblo, la
despoblación se agudiza con la marcha de bastante población
inmigrante, atraídos anteriormente por el boom de la construcción
(la inmigración no irá a
compensar la despoblación ni el envejecimiento en
las zonas rurales de la Europa meridional. Aunque la UE en su
conjunto sea uno de los lugares más atractivos de todo el mundo,
frecuentemente los inmigrantes se instalan en el noroeste, y tienden
a concentrarse en ciudades más grandes donde hay más oportunidades.
Informe ESPON), y bajamos de
la cifra crítica de los 500 habitantes. ¿Estamos ya en un punto de
no retorno?
Pasemos a las actividades, ya que a la vista de la evolución
demográfica parecería tratarse de un pueblo moribundo, desahuciado,
y creo que estamos aun lejos de esta situación tan pesimista a la
que inducen estos datos, y como ahora trataré de exponer,
Torrejoncillo del Rey dispone de un tejido empresarial, económico, y
social importante, activo, máxime si echamos un vistazo comparativo
a la comarca o pueblos limítrofes, que da cabida a la esperanza y a
una visión más favorable, optimista, para el futuro del pueblo.
Chozo "Murie"
Sobre el “sector primario”: el ganadero, el agrícola o el
forestal; decir que sobrevive un único “ganado”, el de “La
Moraleja”, con unas 700 cabezas de ganado ovino de leche, y pasta
en los polígonos del término el ganado del “Monte de don Juan”
con otras 700 ovejas; si bien lamentablemente no perduran los chozos,
corales, tinadas, y antiguos molinos que enumera Torres Mena: se
mantiene en buen estado “el Molino del Tejado” propiedad de la
familia Orozco, y alguna tinada o chozo, pocas en uso, como “el
corral de Pichote” en el cerro de Las Carrasquillas, “el chozo
Murie” y “el corral de Chines” en los llanos de Horcajada, “la
casilla de Patarra” al pie del cerro San Bartolomé, en la Vereda,
o los de “Cuchilleja, la Pesquera o Quintanares”, ente otros
muchos; apenas restos o ruinas, vestigios diseminados por el término
pero que posiblemente aun aguantarían un mínimo plan de desarrollo
turístico vinculado a la naturaleza y etnografía de todos estos
escasos bienes agroganaderos de interés cultural.
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