EL ORIGEN PAGANO DE LA NAVIDAD
La celebración de la Navidad el 25 de
diciembre es la cristianización de las fiestas paganas que conmemoraban
el solsticio de invierno en el hemisferio norte; como es el caso del
Yule, de los celtas y nórdicos, una fiesta invernal del norte de Europa
que celebraba el nuevo ciclo quemando troncos adornados con cintas. En
el Yule o Jul se celebraba la Rueda del Año, el comienzo del nuevo año.
La rueda es un símbolo solar al que se pedía que alejara el invierno, la
muerte y trajera el sol, la vida. En Persia el culto al Dios Mitra, la
divinidad de la luz y los contratos sagrados, se celebraba el 25 de
diciembre, ya que dicho Dios nació de una piedra en esa fecha según
cuenta la leyenda. El mitrísmo tenía cosas en común con el cristianismo
como el bautismo, la festividad del domingo, el agua bendita o la
adoración de los pastores en el nacimiento de su Dios.
Los griegos
identificaron a Mitra con el Dios solar Helio y fueron los responsables
de la expansión de su culto. En la religión romana, el sol era una
antigua divinidad cuyo culto era muy modesto y que protegía a los
agricultores, se celebraba el día 9 de agosto. Pero fue tomando
importancia por la influencia de las religiones orientales como el
citado culto a Mitra. Pero es en la época de los emperadores Heliogábalo
(c. 204-222) y Aureliano (c. 212-275) cuando estos cultos fueron
asumiendo a otras divinidades y adquirieron mayor relevancia, no en vano
Heliogábalo fue sacerdote del Dios Sol en Emesa, la actual Homs, al
oeste de Siria. Fueron estos emperadores los que fijaron el 25 de
diciembre como Natalis Solis Invicti, nacimiento del Sol Invicto.
En Egipto, el 6 de enero se honraba el
nacimiento de Osiris, Dios de la vegetación y que muere y renace
constantemente y rige en el inframundo de los muertos. Pero como padre
de Horus Dios de la luz, tiene una simbología de renacimiento. La fiesta
pagana más cercana a las celebraciones navideñas occidentales fueron
las Saturnales romanas dedicadas al Dios Saturno. Aunque comenzó durando
un sólo día, los sucesivos emperadores fueron añadiendo días hasta que,
con Domiciano (51-96), se unieron con los Sigilaría y duraban del 17 al
23 de diciembre. Se daba la libertad a algunos esclavos que se sentaban
a la mesa de sus señores, se aplazaban ejecuciones y operaciones
militares y se realizaban banquetes públicos donde se intercambiaban
regalos. Poco a poco la fiesta se fue desenfrenando y en nuestros días
la palabra saturnal se aplica a orgías y fiestas sin control. En la
primera mitad del siglo IV, la Natividad y la Epifanía se celebraban
juntas, el 6 de enero en las iglesias Orientales y el 25 de diciembre en
la iglesia de Roma. Asimiladas estas fiestas por las navidades
cristianas, empezaron a celebrarse por separado.
LOS REYES MAGOS
La fiesta de la Epifanía del 6 de enero
es más antigua que la propia Navidad. Aunque no es el objeto de este
trabajo profundizar en sus orígenes, si que vamos a tratar sobre los
Reyes Magos y el rito de las ofrendas convertido hoy en la tradición de
los regalos navideños. Personajes que reparten regalos en Navidad y Año
Nuevo, los encontramos en diversas culturas y leyendas locales, son el
caso de Tomte, el espíritu nórdico que reparte regalos entre los niños.
La bruja Befana que hace lo propio con los niños italianos; los gnomos;
el Sinter Klaas holandés; el Father Christmas británico; el Rey Sagrado;
el Dios céltico del Año Viejo… Sobre los Magos de Oriente, sólo en el
Evangelio canónico de san Mateo se habla de ellos: “Nacido, pues, Jesús
en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a
Jerusalén unos magos…” (Mt. 2,1). Es desde los Evangelios apócrifos de
donde nos llega a la tradición cristiana de la adoración de los reyes y
otros aspectos del nacimiento de Jesús. Pero en el citado Evangelio,
como en el apócrifo Proto-Evangelio de Santiago, no se dicen los
nombres, ni el número ni de qué territorios eran reyes.
Durante los primeros siglos estos
personajes sólo eran magos, el término griego magoi se aplicaba en
aquellos tiempos a ocultistas, astrólogos o a los augures sacerdotales
de la religión zoroástrica. Precisamente en el apócrifo Evangelio Árabe
de la Infancia se habla de las profecías de Zoroastro (Zaratustra) sobre
el nacimiento de un Mesías nacido de una virgen. El creciente
desprestigio del concepto de mago en aquellas épocas, la magia está
prohibida en los textos bíblicos, hizo que se cambiara lo de mago por
Reyes de Oriente y, sus gorros frigios de astrólogos y sacerdotes de
Mitra, se tornaran coronas. Tertuliano (c.160-220) ya les da el
apelativo de reyes en uno de sus textos de la forma siguiente: “Nam et
Mago reges habuit fere Oriens”. Aquí se nos plantea otro de los
misterios que rodean a estos personajes, su lugar de origen. El vocablo
mogu es persa y significa astrólogo y es en Persia donde se fundó el
zoroastrismo. Otros comentaristas bíblicos los sitúan en Babilonia donde
la astrología tenía gran predicamento y la presencia de una numerosa
colonia judía podrían haber enseñado a estos nobles los vaticinios
mesiánicos. Más antigua es la hipótesis de que procedían de Arabia o el
desierto de Siria; esta teoría se apoya en los presentes que eran
propios de Arabia, y en los dromedarios o camellos que utilizaban las
caravanas árabes.
En la cuestión de los nombres de los
Reyes Magos tampoco hay unanimidad. Los griegos los llamaban Apellicon,
Amerim y Serakin; los sirios Kagpha, Badalilma y Badadakharida; los
etíopes Ator, Sater y Paratoras, etcétera. Los nombres con los que los
conocemos en España, aparecen por vez primera en el siglo VI en un
mosaico bizantino encontrado en Rávena (Italia) con la leyenda:
“Veneradísimos, Balthassar, Melchior y Gaspar”. Se nos presentan con la
imagen con la que han llegado a nuestros días salvo en una cosa,
Baltasar no es negro. El Santo inglés Beda el Venerable (c.673-735) hace
una descripción de los reyes y el significado de sus presentes y
describe a Baltasar como de tez morena pero no negro. Baltasar no fue
negro hasta el siglo XVI, las necesidades ecuménicas de la iglesia así
lo marcaron. Para ello se identificó a los Reyes Magos con los tres
hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet que, según el Antiguo Testamento,
representaban a las razas humanas que poblaban el mundo, los europeos,
los asiáticos y los africanos. La iconografía popular siguió añadiendo
rasgos distintos a los reyes y los hay chinos, japoneses… En Portugal se
representa a Baltasar como un indio amazónico.
Sobre el número de los magos tampoco se
dice nada en los Evangelios Canónicos, aunque Mateo sólo cita tres
presentes. En la iglesia copta de Egipto llegaron a ser sesenta, en
Siria y Armenia eran doce como los apóstoles y las doce tribus de
Israel. En las catacumbas romanas en los siglos III y IV se les
representaban como dos o cuatro. Orígenes (c.185- c. 254) cita tres y
este número es el que ha prevalecido hasta hoy. Desde el siglo V, en
occidente, se celebra la adoración de los Magos el 6 de enero, cuyas
supuestas reliquias se conservan en la catedral de Colonia (Alemania).
La costumbre de traer juguetes a los niños es reciente, del siglo XIX.
LA ESTRELLA DE BELÉN
“Después de oír al rey, se fueron, y la
estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que, llegada
encima del lugar en que estaba el niño, se detuvo.” (Mt. 2,9). De esta
forma nos indica san Mateo la aparición de la estrella de Belén en su
Evangelio, en el de san Lucas no hay ninguna referencia a dicho
fenómeno. Los comentaristas de la Biblia dicen que Dios hizo uso de las
creencias supersticiosas (la astrología) de los Magos para guiarlos a
Belén y son muchos los que buscan un hecho histórico que explique y
sustente el mito. En aquella época, las creencias populares daban a los
fenómenos astronómicos un poder profético que auguraba acontecimientos
como guerras, cambios sucesorios, nacimientos de reyes o catástrofes.
Quizá los textos bíblicos se refieren a las creencias de los Magos en
las profecías que hablaban de la llegada de un mesías más que a un
fenómeno concreto, ya que es muy raro que un fenómeno tan espectacular,
sólo fuera recogido por uno de los evangelistas.
Los chinos y los babilonios tenían
registros de cometas y novas y ninguno coincide con los años 8 a. C. y
el 4 a. C. La diferencia de calendarios de unos y otros, el de Roma y el
nuestro basado en el nacimiento de Jesús, hace el asunto harto difícil.
El pintor Giotto representó la estrella con una gran cola de cometa,
los chinos sí tenían registrado el paso del cometa Halley en el año 11
a. C., pero esto es muy anterior a los hechos que nos ocupan. El
astrónomo Johanes Kepler, en 1606, propuso una teoría al observar una
supernova, coincidiendo con la conjunción de los planetas Marte, Júpiter
y Saturno; entre estos dos últimos, apareció la supernova. Después de
complicados cálculos, Kepler constató que la conjunción de la Tierra con
los planetas Júpiter y Saturno, estando el Sol pasando por Piscis,
sucedió en febrero del año 7 a. C., un fenómeno que los astrólogos
babilonios conocían y que quizá inspiró al escritor bíblico para
enfatizar la profecía sobre la llegada del nuevo Rey. La era y la
constelación de Piscis están relacionadas con acontecimientos bíblicos
como el rescate de las aguas de Moisés y, el pez, es un símbolo
cristiano. El dibujo de un esquemático pez era una forma secreta de
reconocerse entre los primitivos cristianos. Pez es Ichtus en griego, cuyas iniciales forman Iesous Christos Theou Uios Soter (Jesús Cristo, de Dios hijo, Salvador).
EL PESEBRE
Es en la Edad Media, cuando se
incorporan a las fiestas navideñas tradiciones como los banquetes, los
villancicos y la confección de belenes o pesebres. La iconografía
popular que representa la adoración del niño Jesús en un establo con su
pesebre, la mula y el buey, los pastores…, es consecuencia de las
pinturas y tallas de unos artistas que se inspiraron en las
descripciones de los Evangelios apócrifos, principalmente en el conocido
como Pseudo Mateo. La iglesia se limita a seguir la tradición popular a
pesar que la Biblia no dice nada sobre la mayoría de los elementos y
símbolos que forman los pesebres que se montan en estas fiestas. Aunque
el asno y el buey se citan en Isaías (1,3) y en Habacuc (3,2 versión
“Itala”). En el año de 1223, san Francisco de Asís escenificó el
nacimiento de Cristo en una cueva de la pequeña población de Rieti
(Italia) con campesinos del lugar y el permiso del Papa Honorio III. Las
figuritas de Belén más antiguas que se conocen, datan de 1252 y estaban
en el monasterio alemán de Fussen. Aunque otros autores creen que el
primer pesebre realizado con figuritas de barro, se hizo en Nápoles a
finales del siglo XV. Fue Carlos III quién importó de Italia la
costumbre de construir belenes con figuritas de porcelana que se hacía
traer desde Nápoles. Pronto se extendió por España esta tradición que
los franciscanos exportaron a América. Durante el siglo XVIII, los
pesebres realizados con figuritas de porcelana napolitana, fueron un
objeto de lujo entre la burguesía.
CURIOSIDADES NAVIDEÑAS
Navidades prohibidas:
Que en su origen la Navidad estuviera asociada a ritos paganos con
dioses, héroes y sus historias de nacimiento, muerte y resurrección,
hizo que los más ortodoxos rechazaran estas celebraciones, unos por sus
aspectos paganos y otros por sus aspectos católicos, también estaban los
simples aguafiestas. Los puritanos ingleses que colonizaron la ciudad
de Boston en 1630, llegaron a declarar ilegal la Navidad. En el mismo
sentido, el parlamento inglés prohibió por decreto las navidades en 1644
por su carácter de “regodeo carnal”. Se llegaron a requisar banquetes
“ilícitos” que, seguramente, iban destinados a aumentar la gula de las
autoridades confiscadoras. Bajo la regencia de Carlos II, en 1660 se
restauraron. En ese mismo siglo y por espacio de dieciséis años, era una
circunstancia agravante cometer un delito durante dichas fechas.
Los druidas, con el muérdago y la iglesia, con acebo:
El muérdago es una planta semiparásita siempre verde que vive en los
troncos de los árboles. Es un elemento presente en la ornamentación
navideña y, en algunos países, tiene sus propias tradiciones. En
Inglaterra preside la mesa de Año Nuevo, se cuelga del techo y según la
tradición, la dama que se sitúa debajo puede ser besada por el galán que
este presto y atento. En muchos países, entre ellos España, el muérdago
se regala para desear buena suerte. Según la tradición debe situarse
cerca de la puerta para alejar el mal fario y quemarse al año siguiente y
sustituirlo por otro nuevo que debe ser siempre regalado y nunca
comprado para uno mismo. El muérdago fue objeto de culto entre los
antiguos galos y celtas y se le atribuían poderes mágicos y propiedades
curativas, sobre todo la parte carnosa de sus bayas que era utilizada
para emplastos y para cazar pájaros, cerrando así un ciclo porque, los
pájaros, se alimentan de él y sus excrementos lo ayudan a crecer. Los
druidas los recolectaban en diciembre para utilizarlo en sus ritos de
fertilidad ya que representaba la regeneración, la masculinidad y la
restauración del hogar. Para recoger el muérdago del roble sagrado,
primero había que pedir permiso a la planta, hacerlo cuando la luna
tenía seis días y cortarlo de un sólo tajo con una hoz de oro, era
imprescindible que la planta no cayera al suelo. Su origen legendario la
sitúa fuera del cielo y de la tierra, ya que sus raíces no tocan tierra
y necesita ayuda para sostenerse en el aire. El color amarillo de sus
ramas secas, se creía que era un catalizador para la búsqueda de tesoros
ocultos.
Al contrario que el muérdago, el acebo
es un símbolo de feminidad y su uso como planta ornamental navideña se
atribuye a la iglesia católica, en un intento de contrarrestar la
tradición del muérdago, demasiado asociado a los cultos paganos. Pero
como en el caso del muérdago, el verdor de las hojas del acebo y sus
bayas rojas, eran símbolo de fertilidad en la parte oscura y fría del
año. El verde simboliza la tierra y el rojo el nacimiento y, junto con
el blanco, son los colores druídicos por excelencia, por ello esta
planta también fue utilizada por los celtas en sus rituales del
solsticio.
La imagen de san José:
Las primitivas representaciones de san José, lo mostraban como un joven
fuerte y sin barba. El creciente culto a la Virgen María, no sólo le dio
un papel secundario en la iconografía, sino que lo fue envejeciendo
paulatinamente hasta presentarlo como un anciano venerable. De esta
forma se pretendía disipar cualquier sospecha sobre la virginidad de
María, “virgen antes, durante y después del parto”, como señalan los
dogmas marianos.
El cuarto Rey Mago:
Esta es una leyenda muy antigua que se difundió por Europa y que narra
las peripecias de Artabán, el cuarto Rey Mago. Al parecer, este
personaje tenía la particularidad de llegar tarde a sus citas. Así lo
hizo a la que tenía con los otros tres magos en el templo de Borsippa en
Babilonia, problemas con su cabalgadura y su sentido de buen
samaritano, le hicieron entretenerse para ayudar a un caminante que se
había topado con unos bandoleros y sus compañeros partieron sin él. Su
mala suerte le hizo llegar a Belén cuando la Sagrada Familia ya había
partido hacía Egipto y los siguió incluso hasta Matarich sin
encontrarlos. Durante treinta y tres años estuvo este hombre buscando al
Mesías cuando por fin lo localizó en Jerusalén iniciado el Vía Crucis,
pero un soldado romano le impidió el paso al Calvario. No obstante esta
leyenda tiene un final feliz, como premio a sus esfuerzos por
encontrarse con Jesús, se le apareció después de la resurrección. ¿Quizá
este mago portaba el cuarto y misterioso presente que se cita en
apócrifo Evangelio Armenio de la Infancia como el Libro de Seth?
FECHA DEL NACIMIENTO DE JESÚS
El 25 de diciembre se celebra la
natividad de Jesucristo, pero… ¿nació Jesús un 25 de diciembre del año 1
de nuestra era? Todo parece apuntar a que no, y que la fijación del 25
de diciembre es una convención que no corresponde a ningún hecho
histórico, la propia iglesia católica asume que dicha fecha es
simbólica. Es en el primer Concilio de Nicea del año 325 donde se
declara oficialmente la divinidad de Cristo ya que el Padre y el Hijo
son lo mismo, fijándose el natalicio de Jesús durante el solsticio de
invierno. Es en el calendario litúrgico conocido como Cronógrafo del 354
y compilado por Firius Dionisius Philocalus donde aparece por vez
primera el 25 de diciembre como fecha del Natalis Invicti. Al
principio se celebraban la Navidad y la Epifanía juntas, ya que se
consideraba que Jesús nació y fue bautizado el 6 de enero, tradición que
aún se conserva en algunas culturas. Luego se hizo coincidir la
celebración del nacimiento de Jesús con los ritos paganos de adoración
del Sol y de la luz que se realizaban en diciembre. Como recoge Pepe
Rodríguez en su libro, en el siglo II, los cristianos sólo celebraban la
Pascua de Resurrección, desconocían la fecha del nacimiento de Cristo y
les parecía irrelevante. Durante el papado (del 236 al 250) de san
Fabián, fue sacrílego intentar siquiera determinar dicha fecha, en
aquellas épocas los teólogos se afanaban por celebrar el natalicio de
Jesús totalmente diferenciado de otras fiestas paganas. Para ello, y
basándose en los Evangelios, propusieron fechas tan dispares como el 6 y
10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril…, el Papa Fabián
terminó con tanta especulación de una forma expeditiva.
Pero entonces… ¿cuándo nació Jesús? Pues
los datos nos indican que Jesucristo no nació el año 1 de la Era
Cristiana, y que si seguimos el calendario cristiano, Jesús nació “antes
de Cristo”. El error es el resultado de los cálculos hechos en el siglo
VI por el monje Dionisio el Exiguo. Al hacer el cómputo del año primero
de nuestra era, no tuvo en cuenta el número cero e hizo coincidir el
nacimiento de Cristo con el año de la fundación de Roma en el 754. El
historiador Flavio Josefo nos dice que Herodes murió después de un
eclipse en la noche del 12 al 13 de marzo, un mes antes de la Pascua
Judía. En el año 750 hubo un eclipse que coincide punto por punto con el
relato de Josefo, por lo que, de momento, ya hay cuatro años de
diferencia. De los cuatro Evangelios Canónicos, sólo los de san Mateo y
san Lucas nos hablan muy someramente del nacimiento del Mesías. Como
apunte, recordemos que Jesús no fue ni el primero ni el último en
recibir el nombre de mesías, ya que este nombre se daba a algunos
líderes de los zelotes que se oponían a la dominación romana y tenía un
componente político, religioso y militar. Pero siguiendo en el asunto
que nos ocupa, los otros dos Evangelios, los de san Marcos y san Juan,
nos presentan a un Jesús ya adulto. Mateo sitúa el nacimiento de Jesús
en los días del rey Herodes el Grande y, como citamos más arriba, dicho
rey ya había muerto cuando se dice que nació Cristo en el calendario
occidental.
Lucas nos habla del edicto de César
Augusto para que se empadronasen todos los judíos en su ciudad natal y
de que Cirino era gobernador de Siria. Los censos tributarios realizados
por Augusto fueron tres, uno en el año 28 a. C., otro en el 8 a. C. y
el último en el 14 d. C. Por otra parte sabemos que Cirino fue
gobernador no antes del 6 d. C., aunque desempeñó cargos desde los años 6
y 5 a. C. y quizá sea a estos cargos a los que se refiere Lucas. En
definitiva, vemos que Mateo nos da una fecha para la natividad entre el 7
a. C. y el 5 a. C. Lucas da un margen más grande, del 8 a. C. al 14 d.
C. El investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias, Mark
Kidger, cree posible la fecha del 5 a. C., como año del nacimiento de
Jesús. Otros sitúan el margen entre el año 8 y 6 de nuestra era. En lo
que sí coinciden muchos investigadores es que esto ocurrió en la
primavera o el verano, y no en una fría noche de diciembre cuando los
pastores no realizaban sus labores en el campo y, según el Talmud, era
el periodo del parto de las ovejas y los corrales estaban cerrados.
PAPÁ NOEL
La figura de Papá Noel es mucho más
reciente y entronca con el acusado sentido comercial que hoy tienen
estas fiestas. Aunque el mito se asienta en la figura medieval de san
Nicolás de Bari (c. 305-345) y en diferentes tradiciones locales de
origen multicultural, la figura de Papá Noel tal y como la conocemos
data del siglo XIX y XX. De la vida de san Nicolás se conoce poco y los
relatos de sus hazañas no tienen base histórica y se mueven en el campo
de la leyenda, se cree que nació en Patara, antiguo distrito de Licia en
la actual Turquía. Posiblemente asistió al Concilio de Nicea, pero su
leyenda se acrecentó cuando unos marineros robaron sus restos de Myra
(Asia Menor) y los trasladaron a la ciudad italiana de Bari donde las
reliquias adquirieron fama de milagrosas. Una de las leyendas, nos
cuenta como el santo ayudó a tres hermanas cuyo padre, arruinado, no
podía darles su dote para casarse. San Nicolás, a escondidas, depositaba
monedas de oro en los calcetines que las jóvenes ponían en la chimenea
para secarse. Una noche fue sorprendido por la más pequeña y de ahí se
extendió la fama de benefactor del santo. Los vikingos lo tenían como su
santo protector y es el patrón de Rusia, Grecia y Turquía. Es en el
siglo XIII cuando la tradición de san Nicolás se extendió por los Países
Bajos y fue nombrado protector de Ámsterdam. En el siglo XVII se
instauró la tradición de que el santo llegaba en un barco llamado Spanje
(España) acompañado por Zwarte Piet (Pedro el negro) con unos sacos
llenos de regalos para los niños holandeses. Una vez vaciados los sacos
eran llenados con los niños malos que eran traídos a España, en aquella
época, un destino terrible dado la enemistad que existía entre los dos
países.
Fueron los colonos holandeses los que
llevaron estas tradiciones a Nueva Ámsterdam (la actual Nueva York). Las
descripciones de Washington Irving en su Historia de Nueva York de 1809
y las de un poema de 1823 debido a la pluma del profesor de estudios
bíblicos Clement C. Moore fueron perfilando la imagen del gordinflón
barbudo y vestido de rojo con los que Papá Noel o Santa Claus es
conocido. El dibujante de la revista Harper’s, Thomas Nast, le añadió
varios detalles al mito como su taller en el Polo Norte y el traje de
pieles, rojo y blanco. Sería en 1931 cuando la Coca-Cola adaptaría el
personaje para su campaña de Navidad de aquel año. El dibujante Habdon
Sundblon le dio la definitiva imagen que hoy conocemos. Curiosamente, la
tradición de san Nicolás volvió a la vieja Europa desde la que había
partido.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD
En centroeuropea y norte de España
existió desde muy antiguo un culto al árbol y al bosque en general. La
dendrología tiene diversos orígenes, uno de ellos de clara influencia
celta, pero su culto no era sólo religioso, también tenía un significado
en la vida social, política y legal. El roble era el árbol sagrado
entre los celtas, el “Árbol del Solsticio” por excelencia que era
adornado con manzanas y otras ofrendas. Y sus troncos eran quemados en
diciembre para que cuidara los hogares con su fuego sagrado y guiara a
los espíritus de los familiares fallecidos en su vuelta a casa. Este
rito se conserva hoy día en los Pirineos aragoneses con la tradición de
La Tronca, El Tió catalán o El Cepo de Nadal gallego, por citar sólo
unos cuantos. Sus cenizas servían para fertilizar los campos, curar
heridas del ganado y como talismán benéfico contra toda clase de
sortilegios. En el Antiguo Testamento también se habla de los árboles
sagrados que eran utilizados para celebrar juicios y reuniones bajo sus
copas. Los romanos colgaban máscaras del Dios Baco en los pinos en sus
ritos de fertilidad.
Curiosamente, son muchos los que creen
que la tradición de adornar los árboles en Navidad es una costumbre
moderna y lejana de nuestras tradiciones populares, lejos de ello, los
ritos y tradiciones botánicas navideñas se pierden en la noche de los
tiempos de la vieja Europa y son más antiguos que la propia tradición
del pesebre. Lo que pasa es que, aunque los ritos son ancestrales, la
documentación sobre el árbol de Navidad es mucho más reciente que la que
se refiere al pesebre. En Alemania y Suecia son los protestantes los
que potencian el árbol en contra del Belén, incluso se llegaron a
inventar leyendas sobre el árbol con el propio Martín Lutero como
protagonista. Aunque en la propia Alemania coexistieron el árbol de
Navidad y el Belén durante mucho tiempo.
En obras literarias como las que
conforman el círculo artúrico y en romances bretones muy antiguos se
describen árboles adornados con luminarias, estrellas y coronados con un
niño Jesús simbolizando el Sol. Charles Dickens en su primera novela
Las Aventuras de Pickwick de 1837 no habla del árbol en su descripción
de una Navidad campesina, pero en 1869 en sus Nuevas Historias de
Navidad hace un prólogo con un ensayo sobre esta tradición. Goethe en
Werther habla de un árbol adornado con golosinas y las figuras del
pesebre colgando que el protagonista vio en 1765 en la ciudad alemana de
Leipzig.
Los primeros documentos que nos hablan
del árbol de Navidad están fechados en los siglos XVI y XVII en Alsacia
como nos indica Néstor Luján en un trabajo sobre este particular. Pero
será en el siglo XVIII cuando la tradición se consolide en Estrasburgo y
se extienda por Alemania. A Inglaterra llegó el árbol al palacio de
Buckingham de mano de la reina Carlota, esposa de Jorge III. Desde
entonces, aún se conserva la tradición en la que la ciudad de Oslo envía
un abeto navideño a Londres para plantarlo en Trafalgar Square. Según
nos sigue contando Luján, aunque en Alsacia el árbol navideño era una
tradición muy antigua, en París no se conocía hasta que una española, la
emperatriz Eugenia de Montijo y su esposo Napoleón III, lo pusieron de
moda.
El árbol de las tradiciones germánicas y
escandinavas se popularizó en el siglo XIX en Inglaterra, los
inmigrantes protestantes llevaron la tradición a Estados Unidos y luego,
como tantas otras cosas, volvieron estas costumbres a la vieja Europa
aumentadas. En España es relativamente moderna la tradición del árbol,
como lo son los adornos que los guarnecen, antiguamente estos adornos
eran ofrendas como manzanas, galletas con forma de figuras, flores,
lazos y velas como símbolo de la luz del solsticio para unos, o de la
luz divina para otros.
Fuente: http://revistarambla.com
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