viernes, 2 de diciembre de 2016

Cuenca, una ciudad colgada del arte


La creatividad que hace medio siglo anidó en la ciudad colgada se encuentra estos días con la hojarasca luminosa que brilla en el fondo de sus hoces.


Es esforzado, pero lo mejor es subir al casco antiguo a pie. Aunque dé pereza, es mejor echarse a andar cuesta arriba. Y vaya si cuesta. Casi tanto como parar el reloj o desconectarse un rato del móvil. Si nos atrevemos a cumplir cualquiera de estos desafíos, el resultado es el mismo: fuera prisas, nada de agobios, tranquilidad y disfrute a tope.
La ciudad vieja se alza en lo alto del bastión rocoso que excavaron Huécar y Júcar, los ríos que son la razón de ser de la capital manchega. El caserío asoma a ellos el vértigo del precipicio reflejado en sus ventanas. Ya en lo alto, conviene pasear la mirada por las profundas hoces.
Hacerlo estos días es doblemente obligado. La primera por sentir desde cualquier mirador el aliento del vacío, la segunda para comprobar como el otoño vuelve oro viejo el temblar de las hojas muertas. El preludio del invierno siempre es lo mismo en la ciudad que festeja sus 20 años como Patrimonio de la Humanidad: días radiantes como joyas, aire que corta y el deseo de sumergirse en la otoñada conquense.



Medio siglo de abstracción

Este año hay más cosas. La primera brilla tanto como las hojas amarillas en el fondo de los barrancos. Desborda desde el altillo conquense de las Casas Colgadas. El Museo de Arte Abstracto Español celebra su 50 cumpleaños.
El Museo de Arte Abstracto acaba de presentar su colección reordenada en los nuevos espacios
Nacido en 1966 de la mano del iluminado Fernando Zóbel, tan enamorado de esta Cuenca en el aire, que lió a sus amigos artistas, todos de vanguardia, todos arrinconados por el franquismo. Sin dudarlo, Saura, Torner, Martín Chirino, Millares, Feito, Canogar, Tàpies, Viola... se prestaron a colgar su obra en unas casas que nadie quería de arruinadas que estaban. Y el grito de la modernidad artística española salió de aquella ruina. Ha pasado medio siglo de abstración y el museo acaba de presentar su colección reordenada en los nuevos espacios.
Hay más en este otoño conquense que destila arte. La catedral es la siguiente parada. Coincidiendo con el cuarto aniversario de la muerte de Cervantes, el artista chino Ai Weiwei se cita con el creador del héroe más universal de La Mancha.

Cervantes y Ai Weiwei

La libertad es el lugar de su encuentro. En el interior del templo se establece un diálogo entre el cautivo de Argel, el propio Weiwei preso y las obras de varios informalistas españoles: Canogar, Farreras, Chirino, Feito, Torner y Zobel, todos prisioneros de la intolerancia del tardofranquismo. Su éxito ha obligado al Gobierno de Castilla-La Mancha, a prolongarla hasta el próximo 11 de diciembre.
En la catedral, Ai Weiwei se cita con el creador del héroe más universal de La Mancha
La pieza clave es la creación S.A.C.R.E.D., acrónimo que resume seis situaciones padecidas durante su cautiverio en una cárcel china: Supper, Accusers, Cleansing, Ritual, Entropy, Doubt, es decir: Cena, Acusadores, Limpieza, Ritual, Entropía y Duda. Los representan cuatro grandes cajas metálicas. Herméticas, solo tienen pequeños pequeños agujeros, similares a los ventanucos de las puertas de las cárceles.
Merece la pena asomarse a ellos, como hacen los cientos de visitantes que vienen a Cuenca estos días, para epatarse con las escenas de aquel cautiverio representado por reproducciones del propio Weiwei y sus guardianes en tamaño reducido.
Fuera del templo, el ánimo necesita restablecerse. Para ello nada mejor que el amarillo del otoño. El puente colgante es el mejor camino. En sus barandillas germina la abominable moda de los candados del amor. Que se anden con cuidado las autoridades municipales, ya saben con que rapidez prosperan estos artefactos, no sea que este puente acabe como el Pont des Arts parisino.
Tanto peso podría hundir su vano de 60 metros. Ya en el otro lado, solo queda descender hasta el fondo de la hoz y allí, junto al Huécar, pararse a escuchar los susurros con los que la hojarasca provoca al viento.

Fuente: http://viajes.elmundo.es/

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